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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

El simpático segovianismo

Ya queda menos. Un último esfuerzo y entramos en meta. Sin embargo, no se confíen, que resta el tramo final, el más duro, en el que seguro que los políticos se ponen estupendos para decirnos cuánto y cómo nos aprecian. No se irriten, que el recorrido en breve llegará a su término, después de una campaña animada por la presencia de más candidaturas que nunca en esta ciudad de nuestros desvelos.
Decía hace una semana que era la madre de todas las campañas y que iba a relatarles algunas propuestas disparatadas, realizadas supongo con tal ligereza que escandalizan al sentido común. Vamos, que son cosas que se cae el cielo, aseguraba. En esta feria de los despropósitos les contaba que unos proponían suprimir la policía municipal, otros que aprendamos inglés para tratar como se debe a los sagrados turistas que nos alimentan e, incluso, algunos nos quieren convertir en una ciudad amable, así por decreto.
Pero no se vayan todavía que aún hay más, que decían en los dibujos animados de la Warner. Y entre todas se impone una que vuelve en todas las campañas: el tranvía. Siempre hay alguno que vende la instalación de este transporte tan romántico, tan decimonónico, que liga de forma extraordinaria con una ciudad tan bella. Es tan bonito como poco práctico y entronca con el inútil, caro y siempre averiado minibús eléctrico. Sin embargo, esta vez el ocurrente no ha sido uno de los dos grandes, de los demonios del bipartidismo, que con generosidad han dejado a otros esta bicoca de propuesta. Para que luego digan que lo acaparan todo.
Es evidente que tantos y tan variados programas dan para mucho, aunque no solo viven de propuestas. También las ideologías, con todo el respeto a que cada uno piense como quiera, adoptan a veces etiquetas curiosas. Entre las ya famosas –por su alto número, claro– once candidaturas que compiten en la ciudad están las clásicas derecha e izquierda o las nuevas llamadas transversales, lo cual dice mucho de los segovianitos que no queremos perder el tren de la modernidad política.
Y aunque parezca que abrazamos la moda y somos iguales a todos los demás, no se fíen que, como siempre, procuramos ser originales. Nos puede la idiosincrasia, las ganas de ser diferentes y por eso hay un partido que declara que su ideología es el segovianismo. Desde Segovia, para Segovia y por los segovianos, aseguran sin ambages. Más no se puede pedir. Ni inglés ni tranvía ni la madre del cordero, en este caso del cochinillo. Segovia y nada más. La patria chica por encima de la grande.  Sin complejos, como el whisky de la tierra.
Mientras este amplio abanico de ideologías nos busca para reclutarnos, la vida sigue y con la primavera trae titiriteros y la maldita declaración de la renta. Unos clásicos de mayo, también mes de las flores y de elecciones municipales cada cuatro años. Un mes, igualmente, que va a tener el honor de ver desde primera fila quien es la próxima alcaldesa –alcalde no parece que vaya a ser– y qué ideología profesa. No será tarea fácil a la que se enfrente sola o acompañada de coaligados, con un ayuntamiento con algún agujero monetario importante y una ciudad varada en medio del campo castellano. Y para cambiar eso me temo que no vale solo con el voluntarioso y simpático segovianismo.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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