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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Esa media sonrisita

No se borra de la cara. De la mía y de la suya, no disimule. Va con nosotros hace ya una semana, desde la cita electoral. Es una media sonrisita pícara que tiende a socarrona; es burlona que deriva al desprecio. Somos hombres a una sonrisita pegados, que así nos definiría Quevedo.
Aquí estamos, divertidos, ante un hecho hasta ahora impensable: que de unas elecciones salieran todos perdedores; unos más que otros, cierto, pero al fin y al cabo todos derrotados ante el hartazgo de los ciudadanitos que tenemos a bien vivir en este país de fracasos. Seguro que recuerdan otras noches como la del domingo pasado y otros días después como el lunes en el que todos habían ganado. Salían a la palestra y, con un par, decían que todo era fantástico, que su partido era el triunfador de la fiesta de la democracia. Y a la afirmación maliciosa de un periodista despistado de que no les había votado ni su familia, la respuesta era meridiana: cuando analice usted los resultados comprobará que lo nuestro es una gran victoria. Así, uno tras otro, todos los comicios se saldaban con una larga lista de ganadores y algún pringado que se le atribuía el cartel de perdedor, por dárselo a alguien.
Pero en esta ocasión, no. Esa suficiencia que tenían, esa expresión de seres superiores y ese pensamiento de os vais a enterar, pobres diablos, los próximos cuatro años, se ha convertido en un arrastrar de suelas con la cabeza abajo. Ahora todos han perdido. Y si a alguno, como al PSOE de Castilla y León, se le pasa por la imaginación mostrar alegría porque el contrario, el PP, se ha quedado sin mayoría en casi todas las capitales de provincia y en el gobierno autonómico y se ha pegado una buena galleta, ya le recuerdan el clásico ‘y tú más’.
Si los terribles monstruos del bipartidismo lloran por las esquinas porque como Boabdil no han sabido defender lo que creían tener atado y bien atado, los llamados partidos emergentes tampoco están para lanzar cohetes. No han ganado, porque Ciudadanos quería ser la llave y en algunos casos se ha quedado solo con el llavero y Podemos, con esa mezcla de nombres, pretendía hacer la revolución y únicamente ha logrado una leve sacudida que es posible que se diluya. Y UPyD ya conocen donde ha terminado, salvo en Segovia, cuna siempre de las situaciones más inverosímiles e inesperadas.
Insisto: derrota generalizada. De ahí lo de la media sonrisita, que se amplía cuando observamos –¡qué malos somos!– que aún el calvario es mayor porque han de ponerse de acuerdo con el fin de no paralizar las administraciones. Han de pactar con lo duro que se hace juntar corbatas con fulares o gomina con coletas. Les toca trabajar, ganarse el sueldo a estos zampabollos, lo que a nosotros, los malvados ciudadanos, nos produce una honda satisfacción, incluso superior a cuando les juzgan y condenan por quítame allá esa corrupción.
Todos han perdido, sí, lo que lleva una sonrisa a la cara también a los trece millones de compatriotas que están en el umbral de la pobreza o directamente son pobres. Aunque ya sé que no es consuelo. Lo sería en el muy improbable caso de que todo esta recua de perdedores que nos van a gobernar arreglaran el problema. Eso sí nos ampliaría la media sonrisita que, al menos yo, llevaré durante un tiempo.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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