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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

El pellejo del viejo

Cada cuatro años se repite el asunto. La tercera provincia con menos habitantes de España, nuestra Segovia, pierde su tranquilidad, el derroche de sosiego que desprende para verse envuelta en la agitada política municipal, esa que nos importa de verdad. Y cada cuatrienio vemos las caras de quienes vienen y de quienes se van, de las alegrías y de las congojas.
Lo hemos vuelto a vivir. Y aunque la mayoría de los casos no han tenido repercusión mediática, les digo que en los más de dos centenares de municipios ha habido sonrisas y lágrimas. Desde la noche electoral en la que la desilusión se cebó con la candidatura del PP en la ciudad, hasta hace dos días con la elección por el mismo partido de sus representantes en la Diputación Provincial el pequeño seísmo ha movido la calma tradicional de esta tierra poco dada a manifestar sus sentimientos.
La aflicción está en la cara de los munícipes populares de la capital. Hablas con ellos y no levantan cabeza; tratan de restarle importancia a lo ocurrido, pero el rostro es el espejo del alma y la de ellos está compungida. Y la pena también llegó a la Diputación, en otro tiempo un lugar en el que el PP rebosaba júbilo por contar con una muy amplia mayoría; ahora, con las fuerzas más ajustadas en su salón de plenos y con una riada de votos perdidos en la provincia, ha tenido que realizar unos cambios, algunos de los que duelen al que los hace y el que lo sufre.
José Carlos, Rafa y Pablo son los nombres. Tres veteranos que han dejado paso a otros más jóvenes. Una juventud que parece que en este momento es un valor en sí mismo en política, independientemente de que el chaval o chavala sepa hacer algo útil. Es joven y punto; que los viejunos –como dicen las preadolescentes de mis hijas– somos carne de cañón de las reestructuraciones. Hemos pasado una edad y de nada sirven los argumentos razonables y las demostraciones de que la edad es una virtud, no una rémora. Nada. Al viejo se le arranca el pellejo y a otra cosa.
Murmurarán los tres –amigos y ellos saben que no es una forma de hablar– que además de cornudos, apaleados; que les mueven la silla y aún por encima, que dicen los gallegos, yo les llamo viejos. Pero es un calificativo solidario, porque pese a que en algunos años me aventajan tengo la misma sensación de que las canas ya no se respetan, salvo en el caso de la alcaldesa de Madrid. Pero, claro, esta es emergente y lleva en su equipo a unos pájaros chistosos, irreverentes y, sobre todo, más o menos jóvenes.
Pero no os aflijáis, que estáis para dar aún sopas con honda a quien se ponga delante. O capones con la barbilla a los que todavía no han crecido para saber qué hay que hacer, cuándo y cómo. Y en el momento en que los nuevos consigan tomar las riendas de las responsabilidades que se les encomiende, vuestros disgustos ya estarán lejos.
Por supuesto que eso de otro vendrá que bueno me hará, no es consuelo, pero sí sirve para dimensionar y relativizar las cosas. José Carlos, Rafa, Pablo y todos aquellos desazonados en este junio lluvioso por la traicionera política: de esto nadie ha muerto y sí de pena por no tener amigos, esos muchos que vosotros seguro habéis hecho en el camino y entre los que también se encuentran quienes se quedan.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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