De un tiempo a esta parte noto que PP y PSOE se acercan y mucho. Parecen buscar una conjunción planetaria, que decía aquella esforzada ‘grupi’ de Zapatero que llegó a ministra; un encuentro interestelar en el que los dos viejos partidos se pongan de acuerdo para impedir que los nuevos les arrebaten la merienda. Percibo que ese es el fondo del asunto de tanto pequeño pacto en muchos municipios de esta –cuentan– España que está de renovación.
La aproximación es evidente como mecanismo de defensa y aunque lo niegan, al españolito avezado no se le escapa que esto ocurre y que las dos Españas ahora no son derecha e izquierda, sino los partidos tradicionales y los emergentes, los de toda la vida de esta democracia ya madurita y los recién llegados a la fiesta, jóvenes y ambiciosos. La división de esta manera terminará instalándose, aunque no me atrevo a vaticinar si para quedarse o como aventura pasajera de una sociedad ávida de cambios.
En Segovia, en determinados pueblos, ya ha habido alguna unión que, en época anterior, hubiera sido calificada contra natura. Pinzas del tiempo nuevo, que recuerdan a aquella de Anguita con el PP para meter el dedo en el ojo a los entonces todopoderosos socialistas. Acuerdos que han dejado con chirriar de dientes a los nuevos en localidades como Espirdo y Sepúlveda. Conjunciones que hace tan solo un par de meses, cuando se inició la campaña electoral, más que planetarias eran de ciencia ficción.
Pero no solo en esos pueblos, donde el factor personal pesa mucho más que las directrices de los partidos, sino que en la ciudad también se estrecha la distancia entre los actores del bipartidismo. Y en el primer pleno con algo que aprobar han unido sus fuerzas frente a los novatos, que querían torpedear una subida de salarios de los concejales. Nada, que con las cosas de comer y los dineros no se juega, les han dicho para convenir que todos ganen más por servirnos.
Un acuerdo en el que los demás apenas tuvieron opción de esgrimir el argumento de que los políticos han de estar por vocación y escasa retribución. Con lo justo para pasar el trago de entregarse a los demás. Ascetas y austeros, como ermitaños en una cueva. De esta forma, los quieren ver. Sin embargo, la maquinaria del bipartidismo no les dejó que montaran número alguno y se anticipó con un buen ataque, que ya saben que es la mejor defensa. Les dieron a cada concejal un documento para que lo rellenaran y firmaran y que contenía su renuncia a las remuneraciones por asistir a plenos y comisiones. Sorprendidos por la iniciativa, los detractores del incremento de las cantidades solo pudieron balbucear un ya lo pensaré.
Una incidencia que alimenta la teoría de que el acercamiento es una realidad, aquí y en Algete. Y si además, contamos con que las jefas de fila de ambos partidos poseen una relación correcta, muy alejada de la enemistad íntima que mantenían sus predecesores masculinos, la situación aún es más propicia para el entendimiento y para una pinza que deje a los del tiempo nuevo –la frase boba de moda– colgados en el tendedero.
Pero veremos la duración de esta historia de amor. Porque los polos opuestos se atraen hasta que se acaba el enemigo común.