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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Franco y el club de los 40

Prepárense. Viene uno de esos acontecimientos con el que nos van a torturar; una efeméride de las redondas: el cuadragésimo aniversario de la muerte de Franco. El 20 de noviembre serán los 40 del de los 40 años. Porque incorporado a su biografía siempre se menciona el tiempo que estuvo en el poder: 40 años. En realidad fue algo menos, pero ya les digo que se trata de redondear. Y año arriba, año abajo, el yugo apretaba igual.
Les aseguro que debemos estar preparados porque nos van a atosigar con el pequeño dictador. Volveremos a oir su voz aflautada en las imágenes del NO-DO, el noticiero documental que se proyectaba en los cines con el lema al alcance de todos los españoles y a la que los chavales llamaban la película de Franco. Salía en todas, claro. Todo era para su mayor gloria como corresponde a un tirano que se precie.
El 20-N y días aledaños nos contarán lo que consideren sobre él. Emitirán documentales en televisión, reportajes en la prensa y tertulias en la radio. Incluso el ahora todopoderoso internet –¡ay si Franco levantara la cabeza y lo viera¡– también será foro del asunto y revisarán la historia si hace falta. Pero lo que no podrán mover es algo tan personal como el recuerdo de cómo nos enteramos cada uno de su muerte. Seguro que se acuerdan porque fue uno de esos días que cuesta olvidar. Con el final de la guerra civil para los ya muy mayores o el golpe de estado del 23-F son hechos que tenemos guardados y que el paso del tiempo no logra borrar.
Mi historia es esta: iba al colegio Maristas en Valladolid, cuando ví a un hombre que leía el periódico en medio de la calle. Era este mismo diario, cosas que pasan, y me llamó la atención que estuviera ahí, plantado en medio de la acera. Me pareció ver en la portada una foto muy grande y un titular enorme, por lo que me agaché al pasar a su lado para verlo. Y allí estaba un ‘Franco ha muerto’, solemne, como correspondía a la estética de los cuatro decenios de dictadura. Nada de ‘Fallece el jefe del Estado’ o ‘Muere Francisco Franco’. No; era un ‘Franco ha muerto’, grave y ceremonioso. Era adecuado para un caudillo invicto, generalísimo de todos los ejércitos, aunque muriera en la cama, entubado, y no en el glorioso campo de batalla.
Continué rápido hacia el colegio movido por la curiosidad de ver que ocurriría. Me debatía entre pensar que de un momento a otro las calles se iban a llenar de soldados o que el hermano marista que nos daba clase igual no se había enterado, porque seguro estaba más preocupado por la caligrafía y que no te salieras de las líneas en el cuaderno que por las cosas del telediario. No dí una. Fue llegar y sin rastro de soldados y el cura sí sabía lo ocurrido y estaba muy serio. Nos dijeron que se suspendían las clases hasta el lunes y el inoportuno que dijo ¡viva¡ se llevó un capón.
Dos días después al coronar al rey Juan Carlos, del que oía decir en casa que ya apodaban ‘el breve’, me froté las manos al pensar que si se moría nos darían más vacaciones. Pero tampoco acerté y ya saben que también forma parte del club de los 40, los años que ha durado su reinado. Si su hijo, el actual monarca, se apunta a esa cifra de permanencia no sé si lo veré. Pero dado mi escaso tino diré que no llegaré a verlo, así fallo y engaño al destino. Y que Franco nos espere 40 años o más.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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