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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

El pañuelo de las mamás

Viene a mi memoria una anécdota de hace unos años que ahora cobra vida después la horrible semana de extrema preocupación desatada por los salvajes de la masacre de París. Unos días en los que, entre otras cosas, se han resucitado antiguos debates de la vieja Europa como la colisión entre seguridad y libertad o la clausura de fronteras para evitar migraciones indeseadas. Los terroristas han logrado despertarnos de una forma macabra pero eficaz: ahora todos nos planteamos que algo hay que hacer.
La anécdota a la que me refería ocurrió aquí, en esta Segovia donde a veces el tiempo parece detenido y en la que todo, incluido este horror del pasado viernes 13, resulta lejano. Regresaban del colegio Concepcionistas un grupo de madres después de haber dejado a las criaturas a buen recaudo de las monjas y de tomarse el pertinente café, en el que escenificaban su influyente ‘lobby de mamás’. Allí analizaban las cosas del cole e iban más allá para adentrarse en las aguas de la vida segoviana. Nada escapaba a su juicio ni a su autoridad, manifiesta y poderosa. Que si el ayuntamiento, que si el comercio, que si el turismo de nuestras penas y alegrías… de todo se hablaba, sin que faltaran los inevitables cotilleos, inherentes a toda reunión de lugar de provincias.
Terminada esa extraordinaria labor, decía que caminaban por la calle cuando se toparon con dos jóvenes árabes con la indumentaria que todos imaginan, entre la que estaba el pañuelo. Como ya era casi final de curso, allá por el mes de junio, el día era caluroso lo que llevó a una de las madres tan parlanchina ella a espetar a las chavalas:
-Pero hijas, con el calor que hace, quitaros eso de la cabeza.
Las jóvenes no contestaron pero ante la intervención de otras mamás asintiendo y defendiendo la propuesta de la que había iniciado la conversación no se apuraron y respondieron altaneras:
-No solo no nos lo vamos a quitar, sino que algún día vosotras tendréis que ponéroslo.
Ojopláticas, las mamás no daban crédito. Menos que la banca en estos años de crisis. Su consejo al garete y además con réplica, dura y amenazante réplica. Las moras, que así ya las llamaron las indignadas mamás, continuaron su camino con su ropa, sus complementos étnicos y su calor y seguro que con la sensación de haber cortado las alas y la palabra a las infieles madres segovianas. En el lado contrario, las mamás, perplejas ante la seguridad en la contestación de las jóvenes musulmanas, que había sido un mazazo a sus inocentes intenciones de querer enseñar a las muchachas.
Han pasado años desde aquello y estoy convencido de que alguna de las protagonistas aún se acuerda. Cómo olvidarlo, si fue una lección anticipada de lo que iba a llegar, de los lodos que vienen de esos polvos. Me imagino a las madres afirmando que eso ya lo decía yo, que esta gente nos va a comer y van a imponer sus costumbres y su forma de vida. Exactamente lo mismo que ahora piensan millones de europeos que, con el miedo en el cuerpo, tratan de asimilar lo que sucede.
Mientras, las musulmanas protagonistas de la historia ya habrán crecido y es posible que hayan traido niñas a este mundo a las que pondrán pañuelo en la cabeza. Y las mamás, pensando que igual el pañuelo hasta les favorece, que hay que estar con los nuevos tiempos.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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