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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Rebelión en las pequeñas cosas

Sostiene mi hija Carolina, que en un abrir y cerrar de ojos se ha hecho mayor, que en Madrid no nos respetan. Y para defender su teoría, con el ímpetu que tiene la niña, cuenta ofensas y desatinos de los que habitan en el foro. A la ya sabida por todo segoviano de denominar sierra de Madrid a la de Guadarrama, sobre todo en los espacios meteorológicos de las televisiones, se une, según ella, que quieren arrebatarnos la mujer muerta, ese trozo serrano que bien se divisa desde el mirador de la Canaleja, al que me asomo desde aquí todos los domingos hace ya más de un lustro.
Dice la chavala que en su estreno universitario el curso pasado se encontró con el encargo de una profesora de hacer una redacción en inglés sobre un mito o leyenda de Madrid. La niña estudia Enfermería y no me pregunten por la relación del asunto con la carrera, pero en este maremágnum de grados, en los que se mezcla dulce y salado sin compasión, cabe todo. Supongo que será para que los alumnos sepan lo que significa poner una inyección legendaria o hacer un enema de leyenda.
La asignatura era Inglés, lo que justifica el tema libre, defiende mi hija. Aceptado el argumento, lo que ya es demasiada libertad es la que se tomó una de sus compañeras al ubicar la Leyenda de la Mujer Muerta en la muy insigne sierra de Madrid. Hasta ahí podíamos llegar, pensó la niña y las otras dos segovianas del curso, después de asistir estupefactas al descaro de la colega de pupitre. Así se lo hicieron ver con la clase terminada y con la profesora ya lejos, para evitarla el sonrojo, lo que dice mucho de la nobleza de la tierra o de estas tres niñas. La mía creo que me contó que habló del fantasma del Palacio de Linares, algo menos impactante pero que cumplía el requisito de ser madrileño.
Ya ven que del Madrid que te quedas sin gente pasamos al Madrid nos roba hasta los mitos intangibles, como si fuéramos unos periféricos adocenados. Y pueden observar también que aquel de Madrid al cielo tiene parada antes de subir a las alturas en la sierra, de Madrid, claro, y en nuestra entrañable figura de la mujer muerta. Un disparate y eso que no nos jactamos que todo eso era más segoviano que el Acueducto, hace ya muchos siglos.
Son pequeñas cosas que provocan rebeliones. Detalles que nos levantan no para hacer una cruenta revolución, pero sí para poner a cada uno en su sitio. Como le ocurrió este verano a un vecino del municipio segoviano de Trescasas que, indignado con el saluda de su alcalde en el programa de fiestas, colgó carteles en las farolas del pueblo con un texto que no tiene desperdicio. Estaba enfadado con el regidor y su texto porque comenzaba con ‘Estimados vecin@s’. «La deleznable ‘@’», le dice, ha de utilizarse también en el adjetivo porque si fuera mujer «me consideraría vecina, sí, pero no estimada».
El pasquín anónimo se ceba en más errores del alcalde con el uso del género al dirigirse a «los trescasianos y trescasianas», aunque se compadece de él porque es «una auténtica lata esto de tener en cuenta la @ para todo en vez de usar el plural genérico ¿verdad?» y le recomienda a él y a los de su partido que o editan «un manual de estilo para esta neo-lingua o se dejan de tonterías y vuelven a hablar y escribir como todo el mundo ¡coño!». Son esas pequeñas cosas que nos revuelven, sobre todo por cansinas.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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