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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

La triste historia del autónomo

Nos importa una mierda el futuro y no tememos a los lobos de la madrugada». Así, de frente y sin remilgos, habló Sergio C. Fanjul. Iba a recibir el accésit del premio poético Jaime Gil de Biedma y antes en su discurso de agradecimiento leyó una de las composiciones que le han hecho acreedor al galardón, gracias a su libro ‘Pertinaz freelance’. La obra es un compendio que navega entre vivencias callejeras de hoy y reivindicaciones de quien quiere dar el salto a la madurez, quizá hasta integrarse, y se encuentra con que todo son obstáculos.
No eligió de manera ingenua el texto porque el libro, ya lo indica en el título, pretende hablar de ‘freelance’ y trata de que nos acordemos de ellos. Y sus palabras continuaron resonando en las paredes del salón de actos de la Diputación de Segovia: «Venceremos, si vencemos, por cantidad y no por calidad, no sabemos de heroísmo ni de gloria, formaremos marabuntas rizomáticas de autónomos que, descabezados, como zombis, sembrarán el caos en el mercado laboral, sin orden ni concierto».
Imaginen la cara de sorpresa de los asistentes a un acto en el que se espera poesía con otra temática. Y Sergio siguió, levantando los ojos de vez en cuando para comprobar el estado del respetable: «No tenemos ni patria, ni dios, ni sindicato. Cientos de miles de autónomos por cada acomodaticio culo indefinido. Lo inundaremos todo como una masa informe, viscosa, translúcida que al menos tiene la suerte de marcar sus propios horarios laborales».
Miradas y medias sonrisas entre el público y agradable sensación de que merecía la pena escuchar lo que Sergio tenía que contarnos de los autónomos. «Somos peligrosos porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Da igual que todo arda (…) con nuestros precios bajos construiremos un mundo nuevo, sin contratos fijos pero sin patrones». Cejas levantadas y arqueadas en la sala para despejar la frente ante la traca final: «No nos vendemos: nos alquilamos por unas migajas de prestigio. Este es nuestro precario orgullo».
Sergio apartó la mirada del libro. Parecía que había pronunciado la última frase de su ‘Manifiesto freelance’, que así se llama ese poema. Pero no, aún restaba esto: «(Por cierto, soy rápido, soy limpio y ando disponible)». Y aquí ya vino la carcajada, como liberación de la tensión de haber asistido a un duro alegato en favor de estos parias del sistema que son los trabajadores autónomos y su régimen especial de la sacrosanta Seguridad Social.
Yo notaba en el asiento mi culo indefinido, que dice el galardonado,  y usted al leer esto y si pertenece a la subespecie de empleados por cuenta ajena, seguro que también. Tenemos nuestras cosas, sí; nuestros problemas e inconvenientes, pero no las irrefrenables ganas de cambiarnos de bando, como les sucede a los autónomos. Y no me extraña, porque aunque la teoría suena a independencia y libertad, en la práctica su vida es dependencia y esclavitud las 24 horas los 365 días del año.
Gil de Biedma, precisamente, decía que «de todas las historias de la Historia la más triste sin duda es la de España, porque termina mal». Y algo así le ocurre a los autónomos, cuya triste existencia ha encontrado, contra todo pronóstico, un hueco y visibilidad en un premio de poesía. Cualquier lugar es bueno para defender a los machacados.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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