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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Adictos a la indignación

DOCU_NORTECASTILLA

No me cabe duda alguna que este es un país de cursis, con gente con la piel más fina que una modelo de productos de belleza. Y lo curioso de esta tendencia que ya es realidad, es que la mayoría de ellos son los adictos a la indignación, aquellos que por la naturaleza de sus ideas revolucionarias se les supone algo más aguerridos y no tan blanditos como el día de la madre.
Y entre estos del mírame y no me toques hemos descubierto en estas tierras segovianas, hoscas y profundas, de las que algunos piensan que aún no se pone el sol, a un tal Mulet, senador para más señas de Compromís, partido o lo que sea que manda en todas las Valencias. Tan honorable irrupción en nuestras vidas anacrónicas y crueles con personas y animales se debe a que se ha interesado por uno de los pueblos, Fuenterrebollo, y, sobre todo, por el nombre de sus calles, por las que se ve que ha paseado él o alguno de sus camaradas con enorme escándalo al comprobar que algunos de sus nombres no se ajustan a la legalidad. Bien hecho, que aquí somos muy de cumplir las leyes, aunque parezcamos raros por ello.
Para que se sitúen, Mulet preguntó por carta al Ayuntamiento de Fuenterrebollo por la permanencia de nombres franquistas en algunas calles. Ante la respuesta detallada del cambio en algunas y la tramitación en otras, al ilustre senador le dio igual la respuesta. Famosillo por un día por insultar y romper una fotografía de Susana Díaz en la tribuna del Senado, ya tenía la contestación pensada, dijeran lo que le dijeran. Ya iba con su indignación por delante, como la bandera que tanto rédito le ha dado a él y a los suyos, maestros del ‘no hay derecho’. Las explicaciones, bastante correctas y creíbles, le traían al pairo y solo argumenta que el alcalde segoviano es un personaje desagradable y que destila odio. Habló bellas artes, que diría un castizo.
La indignación aún le comió más por dentro cuando el regidor en una ironía explicaba que la avenida José Antonio pasará a llamarse calle Real, aunque «preferiría probablemente otra denominación como avenida de los Paisos Catalans, que con tanto entusiasmo defiende su formación». Esto terminó por encender a su señoría que contestó que «de buenas formas y modales no esperamos nada de quien con su falta de respeto institucional se dirige así a un representante público». Y califica la carta de insolente e impertinente (sic). Vaya con su ilustrísima, qué sensibilidad. Ni una broma con la autoridad, eh, que lo empapelo. Que soy un senador del Reino de España –con perdón y por imperativo legal, claro– y usted es alcalde de un pueblucho.
Pero seguro que lo que terminó de hacerle entrar en ebullición fue la invitación «a que venga a mi pueblo para repasarlas una y a una (las calles) y sobre todo para que compruebe el pequeño espacio de convivencia que tratamos de crear». Confundido al principio ante la propuesta, se dio cuenta del ‘convite trampa’ cuando el alcalde le recuerda más adelante que «por cierto, sin cobrar ni yo ni ninguno de los concejales remuneración alguna».
Con eso de trabajar gratis por el pueblo la indignación ya se tornó insufrible. Cómo es posible, se preguntará Mulet, dedicado desde su tierna infancia a la política. Y se fue a por las pastillas para combatir su adicción.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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