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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

El cerdo toreado

 

canaleja

Prometí al ‘Chorras’, alma de la matanza de los amigos del bar La Churrería, que hablaría de ellos, del grupo que desde hace nueve años exalta una tradición en un barrio reciente: Nueva Segovia. Nobleza obliga, después de nombrar Matancero de Honor a este diario por sus bodas de plata, aunque también las ganas de escribir sobre quienes entienden la manida participación ciudadana con hechos y no con manifiestos.
Allí hace una semana, con tres cerdos y medio, volvieron a hacerlo, como les digo, a arropar una tradición en la zona más joven de la vieja Segovia. Unas sopas de ajo y los productos del marrano sirvieron para que un millar de personas pasaran una mañana fría por fuera, pero caliente por dentro. Con sus mandiles, la tropa del ‘Chorras’, a la que me alisté, no paró de dar vueltas a la plancha, mientras a mí –por bendito manazas y por miedo a que me quemara, algo bastante probable– me dejaron la vasta tarea de tirar cañas de cerveza sin alcohol. Un guiño, sin duda, para quien considera que esa bebida sabe a huevo duro. La alcaldesa y varios concejales se sumaron a ayudar en la fiesta, al tiempo que aquello echaba humo, del gentío que iba llegando y, por supuesto, de la parrilla.
Satisfecho con mi ingente labor y como una boa hinchada, dejé la fiesta y cosas de esta perra vida se me ocurrió entrar en la web del periódico para ver cómo habíamos salido con la boca llena en las fotos y qué había dicho el organizador de la cosa y dueño del garito, Saúl. Pasé un buen rato con ello recordando algo que acababa de suceder –uno es de memoria frágil– hasta que, maldita sea mi estampa, llegué a los comentarios sobre la noticia. Y allí me encontré con un mensaje de la o del aguafiestas de cabecera que rezaba: «Creo que hay mejores formas de pasarlo bien, no teniendo que hacer sufrir a un animal».
Atiza, que diría uno que yo sé. ¿Divertirnos con un cerdo? No sé qué parte de lo que es una matanza desconoce este tipo o tipa de dedo fácil en la tecla, como muchos y muchas, en estos asuntos de animales. Atención los pseudodefensores de animales, que no lo voy a repetir: en este caso el gorrino venía muerto de un matadero, donde se les aturde previamente antes de su sacrificio, algo a lo que obliga la ley desde hace un decenio. También si hubiera sido un matanza tradicional, a cuchillo, es obligatorio el aturdimiento. Quizá pensó que al bicho se le mató después de los tercios de varas, banderillas y muerte. No se preocupe que no es eso y le ruego que busque en su querido internet en qué consiste una matanza, hombre o mujer sagaz.
Y desde luego los que no están preocupados son las dos Susanas; Nuria; Azucena; Josefa; Mónica; los tres Jesús; Simón; Pedro, padre e hijo;Daniel; Lino; los dos Pepes; los dos Josés; Ismael; Jordi; Pablo; Blas; Aarón; Alberto; César; Godoy; Vallejo; Carlos; Óscar; Taka; Urbano;Luis; Andrés; Carlos; Alfonso; Rodrigo; Leo; Alfredo; Claudio; Julio y José Luis y aún menos la charanga Tanami y los promotores Saúl, su hermano Jairo y su padre Luis. Y aún más feliz el ‘Chorras’. Como yo y el periódico, al saber que tenemos unos amigos que comen cerdos toreados y nos dejaron el honor de ser sobresalientes.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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