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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

El scalextric y Beatriz

Siempre quise tener un scalextric, amén de otras cosas en mi vida. Pobres no éramos en casa, algo que ahora vendería bien, pero somos seis hermanos y una colección de primos, multiplicada en estos años con sobrinos y parientes políticos para ser en este momento la familia y muchos más. Entonces, pueden imaginarse, que el reparto no permitía caprichos y los Reyes Magos, sabios ellos y expertos en encantamientos, decidían en su visita anual dejarlo en otra casa, quizá donde el juguete corriera menos peligro.
Envidiaba a esos niños que tenían la suerte de poder disfrutar de la soledad con su scalextric y maldecía que a mí la ciguëña me hubiera dejado en una tribu con tantos nativos. Con el paso del tiempo y en vista de que no se me lograba, pasé a otros objetivos. Algunos los he conseguido –o eso creo– y los más se quedaron en quimera y duermen el sueño de los justos no, de la gran injusticia. Cumples años y cada vez tienes menos retos, por pereza, y menos envidia a los demás, ni sana ni insalubre. Sin embargo, la vida te regala nuevas oportunidades de desear algo y cuando ves que otro lo ha obtenido y no tú, te revuelves. Y evito describirles el estado de ánimo en el que entras.
Me ha pasado esta semana a propósito del incidente entre la segoviana Beatriz Escudero y el reconvertido a más catalán que una Montse, Gabriel Rufián. Fue en una comisión de esas inútiles y estériles, cuando emergió nuestra Beatriz, azote en su día del exalcalde Arahuetes y hoy ariete nacional de los populares. Allí estaba ella en la más pura tradición de las águedas de Zamarramala, desatada, cual Agustina de Aragón y María Pita al tiempo, para combatir el mal. Al calificativo de ‘palmera’, lanzó un cañonazo que resonó en la sala casi vacía con la palabra ‘imbécil’.
Fue un ‘im-bécil’ con perfecta dicción que asegura «me salió del alma». Y en ese momento fue la envidia de media España –y de la otra media también, aunque no le convenga reconocerlo– por tener la posibilidad de tirárselo a la cara, en vivo y en directo, con la inmunidad parlamentaria como escudo y sin que un juzgado tenga que resolver si al honor de Rufián le afecta ese término. Luego ya vino el comodín manoseado de machista, al confundir palmera con mujer florero, pero eso ya es semántica y, sobre todo, son cosas de Bea cuando se acelera.
Ya ven que algunos cumplen sus sueños y no solo los cursis de ‘Operación Triunfo’. Beatriz ha encarnado la ilusión de muchos: dejarse de ‘zascas’ –antes llamado cortes– e ir al fondo del asunto en el ‘caso Rufián’, un caso que sufrimos cada vez que se forma una comisión de investigación en el Congreso, que parecen pensadas para que su señoría haga bromitas infantiles con la mirada en la mesa, como si le diera apuro, que supongo así será.
No sé si Beatriz tuvo scalextric, pero sí que es la envidia como lo fue hace ya mucho tiempo el niño a cuya casa iba para disfrutar de las pistas y los coches. Hijo único, rollizo, con todo perfecto y ni un ruido más que el de los vehículos en plena carrera. Un paraíso, el jardín del Edén. Jugábamos y procuraba que no se enfadara, que la pelota era suya, claro. Ganaba él y ganaba yo; todos de acuerdo. Y lo mejor era el final de la competición: su madre me invitaba a irme porque era tarde y allí le dejaba con la tostada de recoger.
Pero en el scalextric del Congreso, sucede que estos juegan y a los españolitos nos toca recoger lo que han ensuciado. Y ya no me parece divertido.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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