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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Enreda el diablo

canaleja

Anda el diablo metido entre nosotros. Enredando, como es su naturaleza, y esta vez en cuerpo de escultura y con el nombre de Segodeus, para que nadie dude de su origen segoviano. Y la perturbación de la pequeña capital de provincia es máxima, porque el demonio, astuto él, enmaraña para quebrar la tranquilidad que nos es propia.
La historia seguro que la conocen de estos días: el Ayuntamiento de Segovia ha encargado una estatua que represente el diablo para colocar cerca del Acueducto, en una calle a la que esperan vayan los turistas para retratarse con el maligno y desde allí luego emprendan la visita al casco histórico. Una forma de guiar la masa que asola la ciudad y que ahora circula por una sola calle, la Real, para alegría de sus comerciantes y agobio de los demás. El objetivo es repartir la dicha turística por varios caminos.
Al demonio causa tan pragmática le ha venido bien para intrigar y ha provocado que concejales, curas y ciudadanos de toda condición y credo entren en la polémica. Y se rompió la paz, claro. La Iglesia pide respeto a las creencias y que la calma no se pierda, mientras los impulsores y defensores de la erección de la estatua apelan a la inocencia de la idea y a su único fin: explotar aún más la veta del turismo, de la que cada día viven más personas en esta tierra alérgica a la industria.
Y entre los que seguro abrazan el turismo como nueva fe que mueve montañas y euros seguro que existe algún descendiente de la aguadora que protagoniza la leyenda junto al demonio y que es la inspiración de la todavía nonata pero ya polémica escultura. Les refresco la memoria en este asunto legendario: una joven criada harta de acarrear agua hasta lo alto de la ciudad pactó con el diablo que le entregaría su alma si éste lograba construir un acueducto en una noche; a Satanás le faltó tiempo y una sola piedra para conseguirlo y la muchacha se libró de su compromiso y obtuvo su sueño. El resto de la historia en estos dos milenios ya la conocen: el diablo nunca ha regresado con este tema, aunque con otros, desgraciadamente, sí.
Pero miren por donde que el desinterés prolongado de Lucifer por el Acueducto se ha interrumpido con este proyecto, como si le hubieran reactivado la memoria histórica, con las consecuencias que tienen estas cosas. Ya no se acordaba de Segovia, un lugar en el que se conoce que enredar no le reportaba retorno alguno. Sin embargo, ahora es el instante exacto para que el diablo se envuelva en llamas y, nunca mejor dicho, esté ‘on fire’.
Porque con la Iglesia y con el turismo hemos topado. A ver quien abre la puerta. Experiencias tenemos que en discrepancias no son de retroceder y se topan entre ellos. Y en este asunto ya les digo que el maligno enreda para que unos vean un ataque contra las creencias religiosas y otros contra la libertad. Si pudieran preguntar a la aguadora les diría que en esta vida hay que tener suerte, que ella por una piedra y en el último minuto pudo deshacerse del acuerdo diabólico.
Y añadiría que dejen de demonizar al otro, que es algo que nos encanta. Porque una escultura que se prevé inocua –con un demonio hasta simpático–, ni es una agresión a la fe, ni menoscaba la libertad de creación de sus promotores, si al final no se erige. Sucede que a veces tenemos la piel muy fina y vemos a los demás, a sus obras y sus pensamientos, cubiertos por la piel del diablo, cuando solo es uno más de sus enredos.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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