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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Siente a un turista en su mesa

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Al genio que fue Berlanga, como a todos, a veces le fallaba la frescura y la película no salía redonda. Le pasó, a mi entender, con ‘Plácido’, aunque como en todas las que dirigió, sentó cátedra con alguna berlangada para la posteridad. En este caso fue la idea de hacer girar el guion del gran Azcona en torno a una campaña navideña organizada por un grupo de beatas y patrocinada por una marca de ollas, con el lema ‘siente a un pobre a su mesa’. A partir de ahí, todo es áspero humor negro en una España de hambre y misa diaria.
Lejos de querer imitar una genialidad –aunque insisto en que no es mi preferida del universo Berlanga– se me ocurre, con permiso de la autoridad y con la benevolencia que me conceden mis leales lectores y mi salud de vaivenes, que Segovia inicie la intrépida estrategia ‘siente a un turista en su mesa’. Que se lleve a cabo en Navidad, por supuesto, pero también en Semana Santa y puentes de guardar, sobre todo los que den paso a esos millones de locos por el turismo que habitan al otro lado de la sierra, mejor dicho, de las sierras segovianas; incluso, todos los fines de semana y fiestas de escaso calado popular como el día de la región.
La campaña no solo es una idea para ayudar a que engorde la gran mama turística, sino también una necesidad, vistas las cifras del año pasado. Solo en la ciudad estima la concejalía del ramo que hubo dos millones de visitantes –turista arriba, turista abajo–, frente al millón que se calculaba a ojo de buen cubero hace tiempo. Y todo porque muchos de ellos repiten, según aseguran con tanta generosidad como escasa precisión. Muy empírico no parece, pero quién dijo que este invento del turismo fuera una ciencia exacta.
El caso es que son muchos para un cogollito tan limitado como es el casco histórico de la ciudad. Y para evitar que comience la turismofobia y nos demos al ‘tourists go home’ para responder al agobio que supone y cuyo ejemplo más reciente han sido las Navidades pasadas, la campaña puede servir para racionalizar el furor por consumir productos turísticos como en el que habitamos. Si sentamos cada uno a un turista en nuestra mesa –en una silla para ser más riguroso– se paliaría el sofoco que nos acompaña en las citas masivas de visitantes. Y quien dice uno, también se refiere a una familia para no desagruparla.
Ya veo como cada 8 de diciembre, por ejemplo, la abnegada y muy segoviana familia Pérez acoge en su salón a unos chinos a los que no entiende o a unos argentinos, que vienen muchos, a los que no quiere entender más. Incluso en estos tiempos modernos lo mismo se rompe algún respetable matrimonio porque él sale detrás de una turista con ganas de enraizarse en Segovia. Que estas cosas pasan hasta en las mejores familias, ya les digo.
Es una idea, porque esto se va de las manos y Segovia necesita gestionar su éxito turístico. No cabe un alfiler. Abrumados por tanto amigo que quiere quedarse con nuestras cosas bellas –estas cosas también pasan–, antes de que lo consigan y esta invasión nos lleve al desastre pongamos freno con propuestas útiles, incluso berlangadas. Canalizarlo, regularlo, convertirlo en más dinero para la ciudad, lo que sea menester para que usted y yo que habitamos aquí en las largas noches de invierno no terminemos por abandonar el barco y poner rumbo a un lugar menos agraciado pero en calma. Que uno se cansa de lo bello y desea que se lo roben para vivir en paz.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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