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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

La hijuela política

segovia 25/01/19 Miembros de la plataforma stop deshaucios colocan una camiseta al diablillo de segovia

Me alegra constatar que vuelve el gusto por la política, por hablar de ella, no por valorarla, que eso aún está lejano. Las conversaciones de barra, en el trabajo e, incluso, en la mesa familiar en las pasadas Navidades, si le dejó su cuñado, ya introducen el asunto como uno más, sin que tengamos que escuchar aquello de soy apolítico, que en un tiempo fue moda y que servía para tapar el desconocimiento de la cosa pública y de sus abnegados gestores.
Y aunque ahora hay más opciones que en tiempos anteriores, seguimos con la larga costumbre que es ley, de dividirnos en dos mitades, de derechas o de izquierdas; o aquello del Viti o del Cordobés o lo más reciente de Ronaldo o de Messi. No aprendemos y nos obsesionamos con partirnos en dos bandos llenos de prejuicios y siempre con ganas de representar una vez más el ‘Duelo a garrotazos’ de Goya.
A dividirnos y si pueden a partirnos el corazón nos conduce la política de ahora, la del tuit o la de solicitar al contrario que pida perdón cuando creemos que se ha equivocado y hacernos los despistados al meter nosotros la pata; nunca he entendido la manía de obligar a que los demás pidan perdón de sus pecados, si no es porque está entre lo más enraizado del catolicismo, algo que la izquierda debería saber y tener en cuenta. Pero al margen de ese detalle que se le escapa a la progresía más recalcitrante, tengo la sensación de que no echamos cuentas de lo peligroso que es el frentismo y de lo tirano que es obligar a que nos aliniemos con una de las mitades. Hoy pasa en Segovia, con la ya inaugurada estatua del diablo en un ejercicio de imposición por ambas partes y mañana volverá a ocurrir con cualquier otro asunto del que nos fuercen a opinar.
Lo de ser neutral o equidistante es en estos tiempos un riesgo cuando hablas de política. Pero como para todo, por fortuna, hay respuesta, me quedo con la de mi amigo Roberto, buen empresario por mantener él y su familia decenas de empleos y no cansarse y, sobre todo, un gran tipo, tan sensato en sus comentarios que a veces me gustaría que fuera más radical e incisivo. Cuando le preguntas a donde dirigirá su voto en la madre de todas las elecciones, el próximo mayo, sostiene que lo único que pide a los políticos es que le cuesten lo menos posible. Y ante ese argumento les aseguro que de nada vale replicar que hay ideologías, incluso principios y valores, porque la salida es aún más contundente: muchos los invocan, pero pocos los cumplen.
Puestos a sucumbir a la dictadura de la alineación con una de las partes, creo que seguiré su consejo y analizaré cuánto me pueden costar –vía impuestos, no se confundan– los caprichos de cada uno de uno de estos pájaros en jaula de oro. Y así actuaré con la dichosa papeleta o, al menos, lo pretendo. Con papel y bolígrafo o con un excel para ser un poquito más contemporáneo, haré las cuentas con el objetivo de que no me pillen y tenga que decir al presidente de mesa y a mi conciencia, perdón, me he equivocado, como tanto nos gusta exigir a los demás.
Pero me temo que lo que vayan a costar –sea el que sea quien gane o la coalición de perdedores que formen para gobernar– es incalculable por muy habilidoso que te manejes con los números. Podrán conmigo y con usted y depositaremos el voto sin importarnos el dinero, que la cosa pública no parece tener dueño o esa percepción nos guía. Así, votemos al más sensato posible que al menos tonto es peligroso, porque igual sus bobadas nos cuesta la hijuela.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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