Subastaban ayer en París el arma con el que afirman se suicidó Van Gogh. O le ‘suicidaron’, que aún no está claro cómo ocurrió, casi 130 años después. El genio fue extraño hasta para morir, porque se disparó –o le dispararon– en el pecho y agonizó durante dos días, algo que no está en los parámetros habituales de quien pretende quitarse la vida. Ahora supongo que habrán pagado por el revólver una buena cantidad, estimada en 60.000 euros, y quien haya recibido el dinero estará tan contento de su suerte.
Esto me lleva a que mi cabeza absurda para los negocios entre en ebullición y piense en guardar algo para mis deudos. Un recuerdo que vea pueda pasar a la Historia. Y se me ha ocurrido uno, que si no se opone quien corresponda, puede ser un chollo para quienes me sucederán: el bolígrafo con el que firmen el pacto en la Diputación de Segovia entre PP y Ciudadanos.
Estoy convencido de que ese inocente objeto se convertirá en un arma letal con el que se suiciden los populares o les ‘suiciden’ los naranjas; o al contrario, que tanto monta. Y mis descendientes estarán tan ufanos con el bolígrafo y pensarán: el tatarabuelo era un genio, pero estaba para encerrarlo.