La tierra gira y al final completa una vuelta elíptica para terminar en el mismo lugar. La Diputación también se mueve, más bien se revuelve como el cóctel que no quería James Bond –mezclado, no agitado, recuerden–, para acabar en idéntico sitio. La vida sigue igual; o eso parece.
Han pasado muchas lunas, más de cinco lustros, desde que los populares depositaran sus cosas en el gobierno de la institución provincial y su tranquilidad solo se ha roto en este último mes y medio de desasosiego. Recursos mediantes y bromas las justas, en unos momentos en el que les contaba que se avecinaba un pacto a lo maltés, con 12 diputados del PP y 2 de Ciudadanos, pero con estos agraciados con el premio gordo de la presidencia. Era de gramática parda, de paso corto y vista larga.
Pero al final el escolta no ha sido presidente y no por escrúpulos, sino por mor de las matemáticas. No será necesario aplicar una servidumbre que hubiera sido una afrenta a la voluntad de los electores segovianos. Los números han ayudado a que todo vaya por su orden y haya quedado en una escaramuza en la que unos imaginaron reinar con una corona impertinente.
Les decía que la vida sigue igual, en el palacio provincial y en la Casa Consistorial de una Segovia que conserva gobernantes como si fueran monumentos. Este mes y medio ha sido un sueño de una noche de un verano que ha llegado como siempre: mismo calor y color en las instituciones.