Está Segovia con la música por todas partes. Política, cultural y festivalera. Uno mira la ciudad y las propuestas se acumulan, desde el Museg que se acerca hasta conciertos con maridaje gastronómico y todo tipo de actividades en terrazas hosteleras. En la provincia, ídem de ídem, pero multiplicado por los más de dos centenares de municipios.
Y como en botica, hay de todo, desde propuestas casi invisibles, salvo para los del pueblo, hasta otras que nada han de envidiar a las actividades veraniegas más mediáticas de todas las Españas turísticas, que son muchas. Dos son de la primera quincena de julio, que ya nos hemos ventilado como si quisiéramos que el estío pasara pronto y se fueran todos, para volver a la rutina. Dos, les digo, que son ya para afirmar: yo viví un verano en Segovia y bailé country en Riaza y encendí una vela a la música clásica, en Pedraza. Privilegio y suerte haber podido morder estos dos bocados del que se han acordado hasta en los telediarios.
Pero la música no solo suena con sombreros de cowboy y canto a la vida sana o en la explanada del castillo de Pedraza, a la luz de las candelas y con mantitas por si acaso, sino que también lo hace en el palacio provincial de la Diputación. Ahí está ahora la Segovia más festivalera, con bailes de salón para ver quien saca a la pista a la mejor pareja y se hace con la presidencia. Suenan nombres, los clásicos que ya tienen la vela encendida desde tiempos lejanos y otros, más modernos, con música que evoca salud.