Cuentan que Javier Maroto preguntado por dónde quería empadronarse entre los miles de municipios de Castilla y León respondió que en un lugar del que pudiera enamorarse de un flechazo. Y a las mentes de su partido, el popular, se les abrió la ventanita en esas cabecitas cándidas y respondieron que en la cuna del amor: Sotosalbos, pueblo mencionado en el ‘Libro de buen amor’.
Pegado a la sierra, en un entorno maravilloso, antes de llegar al lugar el Arcipreste de Hita tuvo un encuentro con La Chata, a mediados del siglo XIV en el puerto de Malangosto, paso que une Madrid y Segovia. Allí, el primer domingo de agosto se recuerda el singular episodio amoroso con una romería con el título de la más alta de Europa –es a 2.002 metros– y que cumple este año sus bodas de oro. Maroto, prendado por la historia, dijo que sí, seguramente ayudado por Paco Vázquez, secretario regional de su partido y con casa familiar en la bella y sosegada localidad del amor, de 113 habitantes.
Maroto ha caído rendido ante la fuerza de La Chata, como le ocurrió al Arcipreste. Y no pudiéndose negar a los ofrecimientos de una plaza en el Senado, con todo el amor del mundo ha decidido ser el cunero más extraño jamás visto en esta tierra, lugar de costumbres ancestrales en este asunto. Es un paracaidista in vitro, por fecundación artificial.
Solo falta que el pueblo le reciba con una pancarta en el Ayuntamiento que rece ‘Welcome senador’, si antes no se lo comió La Chata allá arriba.