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Jaime Rojas

La canaleja, crónica social de Segovia

Los diablos de la red

Entre la pluralidad de contenidos majaderos de las redes sociales es difícil elegir cual de todos merece el premio a la estupidez. Y entre la variedad de personas que se enredan en las mismas redes también es complicado escoger un ganador, el primus inter pares de los bobos que viven en este mundo virtual, que han sustituido por el real. Son contenidos y personas que hacen de las redes un lugar que primero cautiva y luego te toma prisionero de tus propias tonterías.
Atrapados en estas redes, algunos creen que son lugar donde ampara el anonimato, en el que nadie se enterará de lo escrito porque son millones los que lo hacen y tanta masa, esconde y protege. Es como ponerse unas gafas de sol y pensar que al taparte los ojos nadie te ve cuando te giras para ver a alguien guapo. Es pensar que te conviertes en invisible y que de forma impune puedes mirar y mirar sin que los demás se den cuentan. Es la virtualidad, el mundo que te creas, donde pones las reglas que al final colisionan con la realidad, esa donde las normas las ponemos entre todos; o eso al menos creemos.
Decía que es para nota decidir cuál es la mayor bobada y el más bobo. Siempre ha sido así, pero en esto de las redes se complica, porque el mundo es más grande que el pueblo en el que el tonto era designado con menos complicaciones por soberanía vecinal. Si me dan a elegir, me quedo con la historia de uno que leí ya hace unos meses, antes de las elecciones municipales. El caso sucedió en Puertollano con un concejal del PP que iba en el número dos de la lista para repetir experiencia en el ayuntamiento.
Al tipo se le ocurrió –seguro que influido por los edificantes debates que poblaban la parrilla de televisión en ese momento– que la campaña había que hacerla en internet, que eso de los medios de comunicación tradicionales huele a naftalina. La noticia aseguraba que era aficionado (sic) a debatir en las redes sociales y en los foros, como cualidad destacada de su biografía de treintañero ya casi para cuarentón. Al personaje se le encendió la bombilla y decidió crear otro perfil con un nombre falso para alabarse como el más alto, esbelto y apolíneo, además de político de rompe y rasga. No contento con cantarse las excelencias a sí mismo, también aprovechó el asunto para fustigar a sus adversarios con comentarios hirientes y despectivos e, incluso, a compañeros de partido, algo, por otra parte, habitual en ese mundillo y que poco sorprende.
La doble identidad le funcionaba y en Puertollano se frotaban las manos ante la valía del insigne edil, elogiado en las todopoderosas redes. Sin embargo, la historia no tuvo un final feliz. Es lo que tiene la inhumana red. El espabilado cometió un error de novato y desde su perfil falso hizo un alabanza al concejal –a sí mismo, claro– en primera persona. Descubierto el engaño, las redes, como es habitual, lo masacraron y hubo de dimitir.
La situación es extrapolable a miles y miles de encendidos usuarios de la tecla. Es fácil equivocarse y si, además, alguien está esperando el fallo, te hunden. «A ver si tiene cuenta en twitter y hay manera de pillarla en algún renuncio», decía un comentario en la red de una política regional. Ya ven que en esto además de pobres diablos, hay perversos diablos que antes que demonios fueron bobos de la red.

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Sobre el autor

Jaime Rojas, delegado de El Norte de Castilla en Segovia, nos contará, todos los domingos, la crónica social de Segovia, capital y provincia.


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