Es error extendido entre la segovianía el utilizar mal la primera frase del Buscón. «Yo, señor, soy de Segovia», se afirma que dice con la rotundidad de quien ha leído una y mil veces la obra más universal de Quevedo. Sin embargo, en esa línea incial lo que se puede leer es «Yo, señora, soy de Segovia». Señora y no señor, como si desean comprueben en su estantería, si poseen el libro, o en el mundo de internet, al que seguro el pícaro protagonista le hubiera sacado provecho.
La equivocación es lógica y explicable en un sociedad donde primaba lo masculino y todavía prima en algunos ámbitos. El error es inintencionado, desde luego, pero el asunto no es menor, aún más en un tiempo en el que esto del género suscita suspicacias, porque en el tema todos somos escamones como el padre de la chica segoviana de la jota, que ya saben que de hojalata le hizo un disfraz y ella, mucho más lista por joven y fémina, un abrelatas se fue a comprar.
Señora y no señor, tomen nota y háganlo también los políticos y políticas que tanto pían por la igualdad, a la que nunca podrán servir si se empeñan en hablar de oídas y no leer para descubrir que pone en los libros. En esto, ni en la primera frase, oigan, aciertan. Y a mí no me extraña, aunque sí me parece raro en el caso de las aguerridas feministas que la mayoría de las veces tratan de cambiar el género a la fuerza, sin encomendarse a ciencia alguna de la lengua. ¡Mira que no darse cuenta de que en esto no les hacía falta darlo la vuelta! Quizá Quevedo escribió señora para fastidiarlas y porque era un machista que intentaba confundir a todos y todas.
El error, creánme, se extiende a cualquier ámbito y hasta el anterior alcalde, Pedro Arahuetes, ejemplo y espejo de segovianistas, lo cometió varias veces, entre ellas en el momento solemne de dejar el cargo hace ya algo más de dos años. Entonces, compungido, con evidentes pucheros, comenzó su discurso en el salón de plenos del Ayuntamiento con un «yo, señor, soy de Segovia». Y la amplia representación de ciudadanas sin corregirle. Pero ahí no se queda, que los políticos en esto no están solos. También nosotros, los sagrados plumillas fallamos en el asunto más que una escopeta de feria. Mentamos al señor y olvidamos a la señora, como todos.
Podría hablarles del mismo fallo en otros oficios o profesiones que «quien no hurta en el mundo, no vive» le aseguraba al Buscón su padre en una lección de vida, igualmente en el primer capítulo. Y aplicado a lo que nos ocupa, quien no se equivoca en el mundo, por supuesto, que tampoco vive, porque dicen que tenemos derecho a errar, algo que a veces resulta legítimo, pero poco razonable. Ya les digo que no solo políticos y periodistas meten la pata en el asunto, sino que forma parte del acervo segoviano que la frase se utiliza con un señor y no con una señora.
Después de reparar en este detalle, es probable que las mujeres de la tierra aún tomen más fuerza, entre ellas las ya peleonas de mis tres hijas. Pero que no se vengan arriba, que veo que querrán cambiar más cosas y renombrar a los partidos como Unidas Podemos o Ciudadanas. Vamos a ver: que levanta la cabeza Quevedo y con su pluma y su sarcasmo cambia de nombre la novela para llamarla ‘Historia de la vida de la Buscona’. Y estarán conmigo en que suena bastante peor.