En la prensa menos encorsetada y quizá más inocente de hace ya un tiempo era costumbre que una de las noticias de diciembre hablará de las previsiones de los videntes para el año venidero. Tipos y tipas extravagantes, incluso con bolas de cristal, de cuyos nombres alguno seguro recuerdan, vaticinaban lo que iba a ocurrir sin ruborizarse por los fallos cometidos en su pronóstico doce meses antes. Volvían a repetir que moría el Papa Juan Pablo II o Fidel Castro hasta que acertaron a la enésima vez en el primer caso y este año, en el segundo.
Las profecías de Nostradamus, de los mayas o de una vecina reumática del pueblo que siempre acierta cuando va a llover porque le duelen las rodillas formaban parte de la más entrañable tradición navideña. Con el paso del tiempo y con el abrazo generalizado y abrumador a las tecnologías, aquí ya nadie se acuerda de los videntes y supongo que rumiaran por las calles su mala suerte por el cambio de era y de costumbres. Antes eran dioses paganos y ahora carne de burla, si no lo fueron ya en su momento, que creo que también.
Sin embargo, en esta ocasión, en el 2017 que ya divisamos en el horizonte, hubieran jugado sobre seguro con uno de sus presagios: el triunfo de Cuéllar con Las Edades del Hombre. Apuesta segura, auspicio de todos, sin excepción. Los antecedentes así lo indican y lo contrario, que anidara allí el fracaso, resultaría una sorpresa que nadie sería capaz de prever. El vaticinio fácil, nada temerario, es que en la villa y su comarca caiga el gordo de la lotería de la próxima primavera a otoño, de las flores a la hoja caída, con la exposición de arte sacro que tanta riqueza ha generado en la tierra castellana y leonesa.
Las divinas Edades convierte en paraíso terrenal lo que toca y esta vigésimo segunda edición en Cuéllar tendrá la misma consecuencia, salvo catástrofe bastante improbable. Y como si el éxito no estuviera garantizado de por sí con la naturaleza ganadora del acontecimiento, la organización se ha cuidado de asegurarse aún más los buenos resultados al distribuir la muestra en tres sedes. Un trío de templos extraordinarios, que abarcan buena parte de la superficie de la villa histórica, desde el norte y extramuros –la iglesia de San Andrés–, hasta la zona del emblemático castillo donde se ubica San Martín, Centro de Interpretación del Mudéjar, para terminar en el centro, en San Esteban, Monumento Artístico Nacional desde hace 85 años.
Con esta dispersión calculada, casi todo el pueblo verá pasar por delante de su puerta al cuarto de millón de visitantes que esperan pisar durante meses sus calles. Beneficio económico para sus habitantes y también una gran responsabilidad, en palabras de su alcalde. Porque conseguida la designación, en marcha la exposición, dormirse ahora sería un pecado mortal. Y el regidor lo sabe y por eso, junto a su alegría y a la de la diócesis segoviana por la bendición que son Las Edades, alberga una preocupación: que todos acertemos y la muestra sea un éxito para que terminado el intenso año próximo los visitantes deseen volver a la villa.
Entonces, con el trabajo cumplido, ya podrán relajarse, y aprovechar el viento favorable que insufla Las Edades para que Cuéllar abrace el turismo como uno de sus futuros modos de vida. Ahí sí podrán cumplir los versos de la ‘Nana de la Virgen María’ de Claudio Rodríguez que acompañan la felicitación de Navidad de la muestra ‘Reconciliare’: «¿Por qué tienes los ojos / limpios y abiertos?… / Ya más no puedo darte… / Duerme, lucero». Pero eso será más adelante, porque ahora el reto es que 2017 sea el año de la reconciliación, sentimiento que propone Cuéllar con sus Edades, que ojalá acierte y pueda exportar a otros lugares tan necesitados de la mano tendida del cartel de la exposición.