ESCUCHAR a algún dirigente del PP el desdén con el que se refiere al futuro secretario regional socialista, Óscar López, sorprende mucho. Hasta se atreven a hacer chanzas del tipo «¡pero si se ha criado políticamente al lado de Pepiño Blanco!». Lejos de al menos tener la lógica expectación ante lo desconocido, que siempre deriva en prudencia, se lanzan a la aventura de descalificar al futuro líder socialista. Sólo la ignorancia puede producir este estado próximo a la irreflexión, porque quienes conocen bien los entresijos de Ferraz aseguran que López es el cerebro de la Secretaría de Organización que dirige Blanco.
Bien sabe el presidente Herrera, los tiempos que se le vienen encima al PP y a su Gobierno con López en el PSOE. Y bien sabe cuán necesario es el concurso de los socialistas para asuntos de comunidad, alguno tan trascendental como el de la política financiera y el papel de los recursos de las cajas para impulsar la economía regional. Pero aunque sólo fuera por diplomacia, el encuentro de Herrera con López entra en la lógica más aplastante de la política: a partir de septiembre van a tener que entenderse en asuntos trascendentales; cuanto antes empiecen las buenas relaciones, mejor.
En las filas del partido de Herrera algunos no son conscientes de que llegan nuevos tiempos en el PSOE.
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