SI alguien pensaba que la política regional estaba abocada al ostracismo, que vaya cambiando de opinión. El encuentro de ayer entre el presidente de la Junta, Juan Vicente Herrera, y el líder del PSOE, Óscar López, ratifica la sensación que planea en la comunidad desde la irrupción en la escena política del ahora máximo responsable socialista. La llegada de López va a ser la noticia de la legislatura -insisto-, por mucho que se empeñen la crisis, las fusiones o el sursuncorda.
Pero no confundirse. Para los socialistas, López es el acicate que necesitaban desde el siglo pasado; va dejando destellos de lo que se avecina en este partido. Por de pronto, ha empezado a rescatar a importantes responsables socialistas que la ejecutiva anterior había enviado al ostracismo; ha situado en su ejecutiva, por poner el ejemplo más claro, al presidente de la Confederación del Duero, el organismo de gestión más importante que tienen los socialistas en Castilla y León; el mensaje es claro: los socialistas son el partido que gobierna en España y tienen cómo y dónde demostrarlo en la propia Castilla y León.
Pero enfrente, Herrera trabaja para que la llegada de López sea un revulsivo para los populares. Cuanto más apriete López desde la oposición -empieza a pensarse en las filas populares- mejor para el partido que gobierna, por un doble motivo: más podrá hacer prevalecer su proyecto frente al de la oposición y más volcados en el trabajo estarán los cargos del PP en las distintas administraciones, especialmente en la Junta, donde la pachorra había entrado en un porcentaje altísimo de despachos oficiales.
Así las cosas, estrechadas ayer las manos entre ambos líderes, comienza la batalla. El intercambio de propuestas de pactos es toda una declaración de intenciones… ¿y de guerra? Pues claro.
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