El pacto del PP y del PSOE para unir los negocios e inversiones de las cajas de ahorro nace envuelto en una gran polémica. Los dos partidos firmantes se están dejando comer un terreno más valioso en este tipo de operaciones, hasta tal extremo que el hecho de que no vaya a haber fusión se está interpretando ya como una batalla perdida de antemano por Juan Vicente Herrera y Óscar López; es decir, que defienden e impulsan la constitución del Grupo Cajas de Castilla y León porque no pueden hacer la fusión. Si no es así, desde luego que han equivocado de cabo a rabo la estrategia ante la opinión pública.
No obstante, hay dos preguntas del millón. La primera: qué o quién impide la fusión. No cabe cuestionarse otra cosa después de escuchar a las autoridades estatales y a importantes expertos financieros recomendar las fusiones como la única tabla de salvación para las cajas -por lo que cuentan, el sector financiero está en estos momentos muy necesitado de tablas de salvación-. Qué o quién impide las fusiones de cajas en Castilla y León va a ser la pregunta que golpeará en los próximos días constantemente a los responsables de este pacto financiero regional.
Una cosa está clara, de momento: mañana, cuando Herrera y López se reúnan con los seis presidentes de las cajas, los seis directores generales, los secretarios regionales de UGT y CC. OO. y el presidente de la patronal Cecale percibirán un clarísimo mosqueo porque no parece que ninguno de estos quince esté a favor del Grupo Cajas de Castilla y León.
Pero hay una segunda pregunta del millón a la que al PP y el PSOE no les quedará mas remedio que responder: ¿Grupo Cajas de Castilla y León es el germen definitivo de una futura fusión?
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