En este momento no hay un sector más agitado en Castilla y León que el financiero, el político incluido, y eso que es año electoral. El debate sobre la integración de los negocios e inversiones de las cajas de ahorro ha agitado tanto las aguas de la economía, la política, el mundo sindical y el empresarial que tendrán que pasar muchos meses, muchos, hasta que puedan recobrar el nivel de relativa tranquilidad que mantenían hasta mayo.
Ya se sabe que las cajas o, mejor dicho, sus presidentes no querían ni oír hablar de fusiones. Y de la fórmula del Grupo Cajas de Castilla y León que impulsan el popular Juan Vicente Herrera y el socialista Óscar López, menos aún. Y parecía que estaban todos los presidentes a una. Pero sólo parecía, a tenor del mensaje que ha comenzado a circular en los ámbitos financieros regionales según el cual las tres grandes cajas (Caja España, Caja Duero y Caja de Burgos) estarían dispuestas a liderar el proceso de integración de negocios e inversiones y a las más pequeñas no les quedaría más remedio que unirse a lo que hagan aquéllas. Cuando se pregunta oficialmente en las cajas por esto la negación es tan contundente que impresiona. Pero en voz baja no sólo no se desmiente, sino que se reafirma más esta posibilidad que en la trastienda financiera está en plena ebullición. El segundo mensaje que circula, y éste llega por más mensajeros, asegura que la autoridad financiera, el Banco de España, está siguiendo con microscopio (la lupa ya es historia) la postura de las seis cajas y sus movimientos ante la creación del Grupo. Por el momento ninguna caja ha llevado a su consejo de administración el protocolo para apoyarlo. Y eso mosquea a muchos. Muchos.
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