Eran cien millones de euros, cien. Casi nada. El objetivo, que llegaran a Castilla y León como un acto de justicia por la elevada dispersión territorial y la baja densidad de población. Al menos en esos términos -acto de justicia- planteó el PP desde hace semanas la batalla ante el Gobierno de Zapatero y el PSOE y tejió su estrategia con un único objetivo: Que la sociedad de Castilla y León viese que el secretario regional socialista, Óscar López, acataría la disciplina de voto de su grupo en Madrid y votaría en contra de que llegasen a la comunidad esos cien millones. ¿Por qué? Porque los socialistas sólo destinaban cincuenta millones a cada uno de esos dos fondos y, con una enmienda del PP en el Senado, se incrementaba la suma de ambos hasta 500 millones. Pero esa enmienda tenía que ser aprobada en el Congreso después.
Los cuchillos fueron afilados en el PP regional desde el comienzo de la semana para lanzarlos (metafóricamente, claro) contra el líder socialista después de la votación del jueves porque, claro, se daba por supuesto que López iba a votar en contra de elevar a 500 los 100 millones iniciales de los dos fondos. Votó en contra, en clara coherencia con la idea inicial del PSOE nacional; pero su voto no fue determinante para que no llegase ese dinero. ¡Quién se lo iba a decir a Herrera y los suyos en Castilla y León! Fueron algunos diputados del PP los que dieron la nota. El primero, el propio presidente nacional de esta formación, Mariano Rajoy, que no estuvo en el pleno de esa votación en el Congreso. Pero lo más grave es que diputados del PP de Castilla y León, sí, sí, de Castilla y León, no acudieron a votar. Los socialistas se apresuraron a sacar las vergüenzas del PP regional. Y citaron al alcalde de Burgos, Juan Carlos Aparicio, y al ex presidente de la Junta Jesús Posada, entre los más significativos en el despropósito de no haber apoyado la estrategia de Juan Vicente Herrera y del PP castellano y leonés para que la comunidad reciba más dinero.
Está claro: El PP de Herrera tiene una vía de agua en Madrid, en la institución en la que se hace la auténtica y permanente oposición a Zapatero. ¿Qué ha pasado para llegar a esta situación? Claramente, que la coordinación entre los distintos estamentos del PP de Castilla y León en los que hay cargos electos ha fallado como una escopeta de feria. Si la estrategia se había diseñado con un objetivo (poner en solfa a Óscar López porque acata la disciplina de partido -como si eso fuese un desdoro, cuando es coherencia con el propio partido-) alguien con labores de coordinación no ha coordinado. De haberlo hecho, todos los diputados del PP de Castilla y León, todos, habrían estado en perfecto orden de revista el jueves en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo, para apoyar la iniciativa de que llegase más dinero a la comunidad; y otra cosa es que desde Madrid los populares hubiesen obtenido los apoyos suficientes para forzar el cambio de destino de esa multimillonaria cantidad; pero los que tenían que haber estado al completo, no lo hicieron.
El asunto no puede verse como una anécdota, de esas que se olvidan con la alegría navideña. Por lo que aseguran quienes conocen cómo funciona el PP, alguien sí ha hecho el trabajo de tomar nota de dónde ha fallado la ejecución de la estrategia. Es de tanto calado este patinazo, que no parece que le vaya a salir gratis a quien (o quienes) en el PP no han hecho su trabajo.
Lo más destacado para Herrera y los suyos de todo este despropósito interno es, precisamente, que ha puesto de manifiesto el exageradísimo grado de relajación que campa por el PP de Castilla y León. Sus cabezas visibles están en las tareas de Gobierno, unas tareas que en época de crisis económica como la que padece España, les absorbe las 24 horas del día. Sólo desde la relajación más absoluta (y, ojo, que como se ha comprobado de la relajación a la desidia hay un milímetro) puede entenderse que el PP regional saliera el jueves del Congreso como el cazador cazado. Un aviso para navegantes.
¿Sólo un aviso?