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Burgos tuvo que ser…

La convención regional del PP cerró ayer un largo capítulo en la vida interna de esta formación política, que comenzó en noviembre en Barcelona. El de ayer, por tanto, era un acto muy relevante del partido que gobierna Castilla y León desde 1987; sin duda, el que más desde el congreso regional de hace dos años que reeligió a Herrera presidente. Y precisamente Herrera quiso que su ciudad, Burgos, fuese el centro de la actualidad política durante este fin de semana. Llevó la convención a su pueblo, que diría un castizo. Objetivo, Burgos. Burgos en los telediarios, en los boletines de radio, en las primeras de los periódicos porque el PP reunía en seis mesas de análisis a expertos independientes, a líderes sociales, a todos sus cargos públicos. Burgos, Burgos… Más que una declaración de intenciones, toda una posición: Burgos, cabeza de Castilla; Burgos, epicentro político de Castilla y León, la región como centro de España durante el fin de semana. Todo para hacer un alto en el camino, justo antes de elaborar el programa electoral autonómico del 2011, determinar qué ha salido bien del anterior, dónde se está yendo más despacio, qué necesita nuevos bríos, mayor empuje. Todo ello escuchando al partido y a la sociedad. Y todo ello, en Burgos. Burgos, Burgos… Herrera y Burgos, unión indisoluble.

Pero la elección de Burgos no responde sólo a que el presidente sea de esta ciudad. También lo hace a la necesidad de mostrar Burgos como escaparate de la gestión de la Junta. Y vaya si Herrera tiene para hacerlo. Tres apuntes: el nuevo hospital, el más moderno de España, con un novedoso sistema de construcción con el sector empresarial; el Museo de la Evolución Humana, referencia mundial ya antes de abrir sus puertas, y las infraestructuras, entre ellas la desaparición de la barrera ferroviaria, una obra que además permite a Herrera y a la Junta mostrarse como ejemplo de cooperación con otras administraciones para ejecutar proyectos de envergadura. Sólo en estos tres apuntes hay inversiones multimillonarias que cualquier ciudad querría y, por qué no admitirlo, hacen que la mirada hacia Burgos sea de envidia.

Por ello, es imposible abstraerse de episodios recientes que han llevado a Burgos a las primeras páginas de la actualidad por el descontento popular. El pasado 29 de abril nada menos que 12.000 personas, sí 12.000, salieron a la calle para exigir a la Junta una gestión pública del nuevo hospital, el que será dentro de poco el más moderno de España. ¿Gestión pública? El día después de asumir las transferencias de Sanidad, el 1 de enero del 2002, el presidente de la Junta hizo una declaración tan pública como solemne a favor de una sanidad universal, equitativa, igualitaria ¡y pública! Algo que no cambia con el nuevo hospital de Burgos.

De hecho, el nuevo Río Hortega de Valladolid lleva algo más de un año funcionando y la gestión es pública; los servicios que están externalizados (expresión tras las que los políticos esconden el término privatización) son los que no afectan a la prestación de la atención médica: lavandería, cocina, archivos, etcétera. ¿Por qué en Burgos se pone en cuestión tan visceralmente esa vocación de servicio público en la prestación sanitaria? Esa pregunta golpea desde el 29 de abril las mentes de muchos dirigentes del PP y de la Junta (y de amplios sectores sociales), quienes a continuación, con la lógica a la que obliga el razonamiento, agregan: ¿qué se está haciendo mal para que, si en el ideario del PP la sanidad pública es inequívoca, lo cuestionen en la calle 12.000 personas? Y es imposible no dirigir la vista hacia la Consejería de Sanidad y el Sacyl (servicio público sanitario de Castilla y León). La conclusión es clara: la falta de pedagogía de este departamento de la Junta en una materia tan sensible para Burgos como el nuevo hospital es impresionante. De tal calibre que hace que salgan a la calle 12.000 personas cuestionando una de las bases sociales del programa de Herrera y del PP. Y es que llueve sobre mojado, porque antes de Navidad, con un metro de nieve en la calle, 5.000 personas protestaron para exigir que no se reabriese el servicio de oncología de Valladolid, por temor a que eso repercutiera de tal forma en el de Burgos, que acabase siendo cerrado.

Las 12.000 personas que el día 29 protestaron en Burgos, para que se hagan una idea de la dimensión de esta manifestación, son más que las que UGT y CC.OO. lograron sacar a las calles el 1 de mayo ¡en las nueve provincias de la comunidad! Si el asunto no fuese tan serio, cabría la ironía de que Ángel Hernández y Agustín Prieto, líderes sindicales, podrían preguntar a los responsables sanitarios del Gobierno de Herrera cuál es la fórmula para movilizar a la gente. Pero el asunto es muy preocupante, no ya sólo para el PP y la Junta (donde todas las alarmas están al rojo vivo, a un año de las municipales y las autonómicas) sino incluso para toda la sociedad. El efecto contagio ante estas situaciones es tan comprensible como factible. ¿Quién impide que en otras provincias se piense: «Ojo si en Burgos sale tanta gente a la calle por esto, qué habrá de verdad en lo de la privatización»?

Desde el Partido Popular regional se ha lanzado el mensaje de que en cuanto se abra el hospital y la gente vea que la sanidad sigue siendo pública, que le atiende el mismo médico de la misma forma que hasta ahora, escampará. Pero el reloj corre en contra. Precisamente porque la labor pedagógica de la Consejería de Sanidad en Burgos ha brillado por su ausencia a la vista de los resultados en la calle.

Rajoy y Herrera mostraron ayer a los dirigentes sanitarios de la Junta cuál es el mensaje: el modelo del nuevo hospital de Burgos es tan bueno que lo copian ya comunidades socialistas. «Que no se dejen manipular los burgaleses», clamó el líder nacional del PP. Nada menos que Rajoy indicando a la Consejería de Sanidad cómo defender el modelo de gestión del nuevo hospital de Burgos.

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Sobre el autor

J. I. Foces, jefe de área de El Norte de Castilla, expone aquí sus opiniones sobre nuestra región.


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