El debate de las cajas coloca al PP y al PSOE de Castilla y León como ejemplos de cómo negociar
J. I. FOCES
Era de esperar que la alta política aterrizase por fin en Castilla y León, después de los síntomas que auguraban una agenda repleta de grandes asuntos, de los que las medidas de población eran lo más llamativo. Pero las cajas de ahorro, las omnipresentes cajas desde hace dos años, han permitido a Castilla y León aparecer como un oasis político en España, justo en una semana en la que el ruido entre los grandes partidos ha primado en el debate nacional.
En Madrid queda más que claro que el acuerdo anticrisis está apunto de adentrarse en terreno de la utopía. No es de extrañar; por el fondo y por la forma. En lo primero, porque no parece que Rajoy vaya a ceder ni un milímetro ante Zapatero para regalarle un acuerdo contra la crisis; pero tampoco el presidente socialista parece que esté dispuesto a mantener una postura de rigor que otorgue nivel al debate económico. Demasiadas rectificaciones acumula ya el presidente del Gobierno de España como para aparecer ante la opinión pública y el resto de partidos en una posición creíble. Lo de anunciar un día la congelación salarial a los funcionarios y al día siguiente, no ya rectificar, sino decir que aplicarán una subida, ligera pero a fin de cuentas subida, pone los pelos de punta al espíritu más frío. Por mucho que disculpen las vicepresidentas al secretario de Estado de Hacienda, el resbalón es de aurora boreal. Y lo más grave es que es uno más, lamentablemente uno más, del Gobierno de Zapatero. No hace falta más que ver la cara del ministro José Blanco, una de las mentes que se muestran más lúcidas en el Ejecutivo español en este momento de aterradora crisis y de desprestigio internacional. El propio secretario general de UGT, Cándido Méndez, al que algunos apodan como “el cuarto vicepresidente de Zapatero”, se encargó de decirle al presidente que ya está bien de tantas meteduras de pata, que nos va el prestigio nacional en ello.
En las formas, la incomprensible decisión del Ejecutivo de Zapatero de convocar a la luz pública unas negociaciones tan exageradamente complicadas como las del pacto anticrisis agranda aún más la pésima imagen que transmiten un buen número de ministros de Zapatero. Y, por si había poca salsa picante en este plato, va el presidente y tarda un día en endurecer la postura española por la muerte del cubano Orlando Zapata.
En este panorama estatal, Castilla y León está dando lecciones de diálogo. En el fondo y en la forma. Por ésta, porque los dos grandes partidos, PP y PSOE, han sabido mantener lejos de los focos unas conversaciones, las de las cajas de ahorro, que, de haber sido televisadas, no habrían permitido avanzar en el complicadísimo acercamiento de Caja de Burgos, Caja de Ávila y Caja Segovia. Eso no garantiza el éxito de las mismas, claro, pero sí contribuye a que puedan tenerlo.
En el fondo, es donde la lección de diálogo político del PP y del PSOE de Castilla y León se agranda en el panorama nacional. Los dos líderes regionales han sabido aparcar sus diferencias en todos los temas, grandes donde las haya, para tratar de unir a las cajas burgalesa, segoviana y abulense. Que lo vayan a conseguir es otra cosa, porque la decisión final tiene que pasar por tantos filtros que aventurar qué pasará es arriesgado. Pero no será porque no hayan trabajado Herrera y López para hacerlo realidad. Eso sí, siempre se les podrá preguntar por qué han tardado tanto en hacerlo; si al final todo parece abocar a esa unión, ¿por qué no hicieron este esfuerzo hace un año, o hace medio o hace un trimestre? Pero como el pasado es eso, pasado, y no vuelve, lo mejor será mirar al futuro.
Populares y socialistas nos tienen acostumbrados en Castilla y León a no ser, precisamente, amigos de los pactos, aunque se pasen el día alabando las bondades del consenso. Por esto es aún más importante lo que está ocurriendo desde el lunes en las conversaciones para unir a Caja de Burgos, Caja Segovia y Caja de Ávila para integrarse luego en Banca Cívica, ese grupo de ahorro en el que están ya Caja de Navarra y Caja Canarias y del que se ha descolgado a última hora la balear Sa Nostra. Que en el despacho del presidente de la Junta haya permanecido un buen número de horas el secretario regional de los socialistas castellanos y leoneses, Óscar López, para tratar entre ambos de convencer a las cajas y a los sindicatos de las bondades del proyecto es a todas luces el notición político de la década, toda una demostración de qué es un asunto de comunidad y cómo ante él los dos grandes partidos, PP y PSOE, caminan de la mano.
Y la lección de ambos va más allá. Ni en privado (por lo que cuentan quienes hablan con ellos) se permiten los dos líderes políticos la más mínima licencia que cuestione la enorme seriedad del asunto. Ni siquiera en el lenguaje, que cuidan al detalle. Han borrado de su diccionario, y transmiten a sus colaboradores que lo hagan también, el verbo imponer. Para referirse a la actitud de los dos grandes partidos ante las cajas, Herrera y López, López y Herrera prefieren hablar de concienciar, sugerir, convencer o encauzar. Hasta en eso la lección a sus direcciones nacionales sobre cómo se negocia: nada de presiones y sí mucho diálogo, diálogo, diálogo.
Lo dicho, un oasis.