J. I. FOCES
El portavoz de la Junta, el consejero José Antonio de Santiago-Juárez, mano derecha del presidente Juan Vicente Herrera, llevaba meses tejiendo una trampa dialéctica al líder socialista Óscar López. Y, sorprendentemente, éste cayó ayer en ella. Se le hartó la paciencia al máximo responsable del PSOE. Como el resto de ciudadanos, llevaba días escuchando cómo De Santiago-Juárez pide la dimisión de Zapatero y anteayer, además, pronunció una de esas frases que, bien difundida, tiene efectos dañinos: «Zapatero va a dejar España como un solar». Lo entiende “tol mundo”, que diría un castizo. Esto colmó el vaso de la paciencia de los socialistas y ayer su líder regional se lanzó a llamar al portavoz de la Junta “consejero de intoxicación” y pidió su eliminación (sic) como «un activo tóxico que es». Fuerte, bastante fuerte. Eliminar es uno de esos verbos que abre la caja de los truenos; nunca se sabe luego cómo terminan estas cosas, pero bien, seguro que no.
Leído como es el portavoz, devorador de periódicos, en las últimas semanas la petición de dimisión, cuando no de relevo, de Zapatero al frente del Gobierno ha sido liderada por los nacionalistas catalanes. Primero lo pidió Artur Más, y a renglón seguido, Duran Lleida. Por cierto, éste es el político mejor valorado por los españoles, según la última encuesta del CIS. Por tanto, la petición de dimisión de Zapatero que pidió el portavoz de la Junta está en consonancia con la de alguien que cuenta con las mejores simpatías entre los españoles.
Lo sorprendente es que López haya caído en esa trampa que le llevaba meses tendiendo el portavoz de Herrera. Claro, mientras ataca al portavoz, no ataca al presidente. Una de las primeras reglas del manual de la política es que alguien que aspira a relevar al presidente de un gobierno (López aspira a Herrera) no puede tener en su punto de mira de crítica a nadie más que a quien quiere desalojar del poder.