J. I. FOCES
Definitivamente, el socialista Óscar López tiene el enemigo en casa. Es la conclusión del indisculpable, inaceptable e imperdonable plantón que ayer el Gobierno de España (del PSOE) dio a Comisiones Obreras en la jornada que organizó para debatir (qué bonito verbo cuando quien lo conjuga es la sociedad civil) sobre el traspaso de la gestión del Duero a Castilla y León.
Sin comerlo ni beberlo, que diría un castizo, Óscar López, líder del PSOE en estas tierras, se ha visto metido en un buen embolado. La ausencia de un representante del Gobierno español en este debate, pese a estar anunciado (CC. OO. asegura que hasta última hora del martes le confirmaron que asistiría un cargo estatal), provoca sensaciones e interrogantes por doquier. ¿Teme algo el Gobierno de Zapatero sobre el Duero y por eso sus representantes en la comunidad no debaten públicamente del asunto? ¿Será verdad que Zapatero se niega ahora a traspasar el Duero (pese a haberlo cerrado con Juan Vicente Herrera hace meses) y que por eso su Gobierno no quiere debatir?
Con ser importantes las respuestas, lo verdaderamente esencial del plantón de ayer es que el Gobierno central, sus órganos y delegaciones en la comunidad y sus representantes (ojo, en definitiva el PSOE) han dado una bofetada a Comisiones Obreras, sindicato que representa a miles y miles de trabajadores, sindicato que se preocupa (Ángel Hernández lo lleva haciendo desde que dirige la organización y es una de sus señas de identidad) por los asuntos que afectan a los castellanos y leoneses más allá de lo estrictamente relacionado con el trabajo y las políticas laborales.
Al menos cuatro dirigentes socialistas con cargo público estatal pudieron estar ayer en el debate con la Junta que organizó CC OO (consta que Antonio Gato, presidente de la CHD, fue el único que justificó su ausencia por estar el asunto de la transferencia en otro nivel de decisión). ¿Dónde queda la autoridad de la ejecutiva regional del PSOE sobre sus cargos públicos?