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La parábola del esquiador

Esquiando un soleado día en Baqueira, un diputado, educado en colegios suizos, con unos cuantos masters del universo pagados a precio de oro blanco y propiedades heredadas de una familia que jamás conoció el frío ni los números rojos, esquiando, repito, chocó contra un deportista dominguero y se fusionaron sus morros y sus anoraks. Todo quedó en un incidente sin importancia y siguieron sus caminos nevados.

Al atardecer, coincidieron en la cafetería del hotel y el deportista dominguero pagó el capuchino del rico heredero mientras él se trincaba un solisombra. Conversaron apoyados en la barra. Todo perfecto hasta que al que convidaba se le ocurrió decir que trabajaba en la Seat de Martorell. “¿Alto directivo, supongo?” preguntó el otro. “No, estoy en la cadena de montaje”. De un sorbo bebió el café y se marchó sin adiós.

En el ascensor subía hasta la suite donde su mujer se acicalaba para salir a cenar. En el tocador, junto a cremas de caviar e hilos de oro para el rostro, descansaba la foto del matrimonio junto a sus doce o quince hijos, que ya pierde una la cuenta, y que se habían quedado al cuidado de las nanis en su casoplón de La Moraleja.

Pues bien, subía ya con la cara descompuesta y de tal guisa entró en la suite. “Ay, esposa mía, esto no puede ser cierto. ¿Sabes contra quién he chocado esquiando?”

“¿Alguien de la familia real?” (ella lo dijo en mayúsculas). “¿Tal vez el presidente?”

“Un obrero”.

El grito de horror que nació del alma de la esposa fue indescriptible, aún lo es. Ordenaron a su empleada hacer las maletas y desaparecieron.

Desde aquel día, por aquel suceso y no por otro motivo, se decidió que ya estaba bien, que el pueblo se había salido de las lindes y que era preciso frenarlo.

Hasta entonces habían permitido que los hijos de los ‘otros’ pudieran estudiar, acceder a cátedras, tener una Erasmus, destacar en algún deporte y hasta poder grabar un disco o colarse en la lista de los mejores escritores… Pero, ¿chocarse con ellos en las pistas de Baqueira?

Con la crisis como telón de fondo decidieron no tocarse sus sueldos ni sus prebendas, ni siquiera mermar sus huestes, mientras observaban cómo el número de parados caminaba hacia los seis millones. El obrero de Martorell fue víctima de ERE y a poco sufre un desnonament (desahucio en catalán, señor Wert), así que este invierno no chocará con nadie en Baqueira ni en San Glorio. Acaba de empeñar los esquís.


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