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Cambio Montoro por Varoufakis

A golpe de decreto, Montoro ha exprimido hasta el alma del cine español. El alma del cine también, sí. Con la empecinada subida del IVA cultural al 21%, Hacienda ingresó el pasado año 26 millones de euros procedentes de las salas y las películas españolas. Pero eso no revierte como debiera en las artes escénicas y se nos va a la sanidad pública. Ay que no, ahí no. Quizá se invierta en la educación. Pues tampoco. Tal vez en la investigación. De nuevo error. Pues eso, que se nos va… Porque en cuestión de perder sí que es verdad que Hacienda somos todos, y cada vez más estrujados.

Desde que aprobó bajar los impuestos de las florecillas, el ministro no ha dado ya más veces su brazo a torcer  a pesar de que su mano debería estar cansada de alargar la inquietud. Por muchas críticas que le lluevan en forma de pedradas verbales, de pataletas feroces y de metafóricos macetazos, la ceguera cultural de la que ha hecho alarde todo el Gobierno permanece enrocada y enquistada en sus margaritas de domingo. Me da que en misa reza patrimonios en vez de padrenuestros y requisa 30 céntimos del cepillo por cada orante distraído.

Mientras Wert, su compañero de pupitre, pone cara de circunstancia (de esa circunstancia que es un gesto de jopelines qué mal rato) ante los desplantes de los estudiantes y de las gentes del cine, Cristóbal sonríe y se frota las manos con flores de lavanda. Una violetera es la única que le saluda porque siempre le confunde con el duende del jardín que le cuida las hortensias azules. Tiene su misma risa de elfo malandrín.

Y si ya Montoro nos desagrada por sus grados de jocosidad y de su conseguidísima estampa del Harpagón de Molière, no digamos lo que nos provoca su visión cuando los griegos nos pasean a su dios de las finanzas con camisa azul ceñida y cabeza rapada. Recién descendido del Olimpo, Varoufakis nos ha devuelto a muchas, y a muchos también, el interés por las noticias de economía de los informativos. Más allá de su demostrada formación en el campo que le ocupa (no en el de las margaritas), su experiencia profesional (no de cuidar hortensias azules), su dominio del inglés y su labia, más allá de eso, digo, cómo se agradece un poco de estética entre tanta falsa ética y olor a lavanda. Varoufakis es un transgresor. Es el tipo listo que huele a duro motero y que arranca los jazmines de tu pelo con la misma sonrisa de canalla que pone cuando despedaza a la troika.

Y, por supuesto, ya está siendo atacado por su vanidad. Para algunos no tiene el más mínimo valor que dinamite el programa de austeridad que desangra al pueblo griego y que soporte el peso sobre su espalda, qué espalda, de los más de 320.000 millones de euros de deuda pública. Él quiere devolver la dignidad a un país machacado.

No sé qué será de nosotros ni de los griegos, pero al menos ellos no tienen un plantel de ministros feos, fofos, inútiles y pánfilos. Me dan ganas de ser helena.


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