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Lucía en el paraíso

Me llamo Lola y soy serieadicta. Me viene pasando desde hace algunos años y no puedo ponerle fin, tampoco es que quiera.
Y no, no es que me plante todos los miércoles frente al televisor, ya en pijama, a las 22.40 en punto y no exista más en el mundo que la serie y mi adicción. Eso no. Para eso sirven las grabaciones o las plataformas éstas que nos salvan del infierno los domingos de invierno en zapatillas.
Ya hace décadas, quizá por eso esta adicción, Curro Jiménez nos convocaba en el salón a la familia, Historias para no dormir, La huella del crimen, Anillos de oro, Los gozos y las sombras, Cañas y barro…
Y seguí años después: Periodistas, El comisario, Cuenta atrás, Águila Roja, Siete vidas, la incomprensiblemente cancelada Los misterios de Laura (no puedo olvidar a una brillantísima María Pujalte cogiendo su bolso y su pistola y dando los últimos pases de fregona antes de salir de casa). Esperando estoy la segunda parte de Gigantes y saboreando aún Vis a Vis (enorme Najwa) y La casa de papel (sí, hasta me he puesto el O, bella ciao en el tono del teléfono; es la primera vez que no tengo el sonido predeterminado, rebeldías de la edad).
Cuando hace unas semanas anunciaron un thriller ibérico, ahí anduve preparada. Matadero es un Fargo a la española que hace del universo porcino su seña de identidad y el eje de sus tramas. Un pueblo de Zamora, que no de Minnesota, el toro de Osborne y actores casi tan grandes como él.
Gran descubrimiento para la pequeña pantalla y aprovechando lo del Pisuerga: Lucía Quintana. Intensa luce la hija de mis adorados Juan Antonio Quintana y Mery Maroto. Aquí los tengo, a pocos metros de donde habito, casualmente cerca del antiguo Matadero. Hasta no hace muchos años, Juan Antonio, actor, director y mejor persona, se acercaba a mi casa a contarme sus proyectos, ahora le veo pasear cansado; el parkinson zarandea el bastón de este Molière zaragozano. Se nos olvidan los grandes. Con Mery he compartido entrevistas y confidencias en su estudio. Escultora, pintora, figurinista, dulce, serena, con corazón de alondra que voló desde Zamora, donde su hija ahora se ha convertido en una estupenda señora gamberra en un pueblo donde nunca pasaba nada.
Lucía, que ha pateado más los escenarios que la televisión, da vida a una Almudena que se merienda la serie entera con unos comensales a la altura: Pepe Viyuela, Ginés García Millán y otro de aquí cerquita, Tito Valverde. No voy a olvidarme de la hija de Viyuela haciendo de agente de la Benemérita, con el permiso de Frances McDormand.
Entre los cerdos, el cereal, los girasoles y un puticlub de carretera, vemos las sombras, y sobre todo las luces, de Tarantino y Berlanga.
Personajes como la Loles deberían subir al cielo de las delincuentes. A su lado, las andanzas de los malhechores torpes, pero sanguinarios, nos traen el latido de los hermanos Cohen.
Y Lucía, ya verás, desde Matadero al paraíso.

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