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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

El loco don Alonso

En un lugar de La Mancha, del que todo el mundo se acuerda sin saber siquiera su nombre, ha mucho tiempo que vivía un hidalgo cincuentón, soltero aunque enamoradizo, flaco como su rocín, noble de naturaleza, escaso de hacienda y gran lector, llamado don Alonso Quijano. ¿Se volvió loco este personaje…? Unos dirán que sin ninguna duda, loco de remate. Otros pensarán que es imposible, porque son las personas reales, no los seres ficticios de una novela, quienes padecen trastornos mentales. Según se mire, según cómo nos tomemos el juego literario, unos y otros tienen su parte de razón.

A don Alonso Quijano se le podría “diagnosticar” de Trastorno de ideas delirantes (diagnóstico codificado como F22.0 en la CIE 10, OMS, 1.992). Se trata de uno de los tipos de trastorno psicótico que hay. La categoría incluye conceptos nosológicos más antiguos como el de Paranoia y Parafrenia. Además de delirar, don Alonso tiene también alteraciones perceptivas de vez en cuando. No son las alucinaciones auditivas típicas de personas jóvenes con esquizofrenia, sino ilusiones visuales que le hacen deformar y confundir algunos objetos de la realidad (por ejemplo, ver gigantes, palacios o doncellas allí donde hay molinos, ventas y lugareñas). Estos síntomas acompañan al núcleo fundamental del trastorno, que no es otro que el delirio. El tema delirante en don Alonso es un claro tema de grandiosidad, una megalomanía. Los caballeros andantes son héroes desfasados, por lo que sería muy difícil encontrar en la actualidad una persona delirante de estas características. En cambio, todavía hoy es frecuente encontrar el delirio de grandeza de creerse Jesucristo y poder salvar a la Humanidad de todas sus desgracias. Un delirio de grandeza, de un tipo u otro, siempre supone la hipertrofia, la suplantación al alza, de la propia identidad.

Las personas que deliran se vuelven fanáticos de su creencia. Don Alonso ejercita por toda La Mancha su creencia delirante con gran pasión, de modo vehemente, emocionalmente sobreimplicado. Al mismo tiempo, es capaz de hacer serenos y equilibrados juicios sobre muchos asuntos, siempre y cuando no se toque su tema delirante. Esta coexistencia en don Alonso de profunda locura y profunda cordura, es por completo realista. A las personas que en la vida real tienen este trastorno les ocurre lo mismo. Conservan intacta la capacidad de juicio cuando no se relaciona con el tema del delirio. Cervantes construye para su personaje una locura de ficción muy próxima a la realidad. ¿Conocería en vida a alguna persona con trastorno delirante…?

El realismo de la trastornada “mente” de don Alonso es necesario para dar al personaje su sólida consistencia. Actúa como la estructura de un edificio. Si la “locura” de don Alonso estuviese mal construida, el personaje no sería creíble, resultaría falso. Un loco artificial, un loco de pega o de broma, alejado de los perfiles psicopatológicos reales, habría impedido que don Alonso pudiese representar lo más importante: a un loco bueno y honrado, un loco sabio; es decir, a una persona buena y honrada, una persona sabia. La gran inteligencia literaria de Cervantes le permitió crear un personaje de íntegra autenticidad, locura incluida.

Lo menos realista del personaje desde el punto de vista psiquiátrico es el curso clínico del trastorno. En personas de edad avanzada es habitual que estos procesos se hagan crónicos, y mueran con el delirio. Cervantes salva a don Alonso de morir loco en el último capítulo de la novela, tras criticar con lucidez sus pasados desvaríos. ¿Por qué hizo esto Cervantes? Es cierto que el autor necesitaba matar al personaje para que en adelante ningún otro Avellaneda pudiera apropiarse del caballero malbaratándole a su antojo, pero también es posible que Cervantes quisiese darle la mayor dignidad en el momento de la muerte: la dignidad de la consciencia. Con todo lo que había sufrido en su loca peripecia, con tantas burlas y palos recibidos, con la gran nobleza de que hizo gala en las situaciones más difíciles, don Alonso se merecía ese momento solemne en el que todos al final del libro, empezando por su autor, le demuestran un total respeto.

Conviene saber que el trastorno delirante no es un buen modelo de locura. Si la gente se guía por este modelo puede sacar una idea equivocada. De hecho, el trastorno delirante es muy poco frecuente comparado con el trastorno psicótico más grave de todos, la esquizofrenia. Se estima que hay un 1% de personas con esquizofrenia y sólo un 0.03% de personas con un trastorno delirante específico similar al que podría tener don Quijote. Y en la esquizofrenia, la coexistencia entre cordura y locura ya no se da en la misma proporción, deteriorando en ocasiones esta psicosis de forma muy grave la capacidad de juicio y otras funciones mentales. La realidad supera a la ficción, sobre todo en dureza.

En su texto, Cervantes plantea un curioso caso de doble identidad, de ficción dentro de la ficción, igual que hizo Shakespeare con Hamlet. El humilde hidalgo manchego Alonso Quijano, después de cientos de lecturas de libros de caballerías -y de poco comer y menos dormir- empieza a “delirar” creyendo ser él mismo un caballero andante llamado a desfacer entuertos. Así pues, tenemos un personaje literario con “dos identidades”. La “identidad delirada”, la identidad del supuesto caballero don Quijote de La Mancha, representa muy bien la ambición de los seres humanos por alcanzar fama y renombre, el empeño por ser alguien, la vanidad. Un empeño que, como en esta ocasión, a menudo resulta notablemente tragicómico. Sin su nueva identidad de caballero andante don Alonso seguiría en el anonimato. Nadie, salvo un círculo muy reducido de allegados de su pueblo, le conocería. Pero él desea todo lo contrario, desea ser conocido y que sus hazañas se difundan y sean admiradas en todos los reinos y en todas las épocas. ¡Quiere ser famoso! Quiere ser el más famoso de cuantos caballeros andantes hayan existido, existan o vayan a existir. No se conforma con menos. Un delirio de grandeza es una forma de ambición patológica. A don Alonso le mueven buenas y nobles intenciones, pero su “mente” está trastornada por alcanzar Fama y Gloria.

No es difícil adivinar el propio deseo de Cervantes proyectado en su personaje principal. Nuestro escritor seguramente también quería alcanzar la Fama y la Gloria literarias, ser uno de los grandes de la Literatura. Por fortuna para todos, su legítima ambición vocacional se vio cumplida con creces.

Una parte del estilo cómico de la novela recuerda mucho al de las películas mudas, llenas de golpes, caídas y tortazos. Es una comicidad simple, un tanto infantil, aunque eficaz para conseguir que la narración sea apta para todos los públicos. Además, y del mismo modo que Erasmo en su Elogio de la locura, Cervantes hace gala de un gran y muy sutil sentido de la ironía que pone de manifiesto en infinidad de ocasiones. También en el juego con la “doble identidad” de su personaje. La “identidad delirada”, don Quijote, es la más llamativa, la que sorprende, divierte, monta el espectáculo y provoca la risa. Sin embargo, poco de importante habría en el personaje sin el buen corazón y sabio juicio que conserva de su “identidad cuerda”, don Alonso. Lo mejor de la inmortal novela de Cervantes no son las aventuras cómicas, lo mejor son sus espléndidos diálogos, reflexiones y parlamentos. Don Quijote resulta simpático, don Alonso admirable. La grandeza del personaje no procede de su locura, sino de su noble, culta y sabia cordura.

El hidalgo manchego, antes de alocarse, tenía entre sus convecinos el sobrenombre de El Bueno, una fama de muy corto alcance entonces como ahora. Nuestro mundo, cuatrocientos años después, todavía no ha encontrado un genio encantador que logre disminuir los entuertos, los malandrines, los desaguisados o los bellacos (que continúan creciendo a excelente ritmo). Y por supuesto, nadie se hace famoso en la TV, las redes sociales o YouTube por ser, simplemente, bueno.

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……Alfredo Barbero – Psiquiatra del Centro de Salud Mental “Antonio Machado” de Segovia

 

 

 

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Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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