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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

Religión y violencia

Las religiones islámicas son tan pacíficas como cualquier otra religión. Y también tan violentas.

Los grandes textos religiosos predican fundamentalmente el mensaje de la Paz, pero de cualquiera de ellos -incluidos la Biblia y el Corán- se pueden hacer lecturas parciales, fragmentadas, descontextualizadas, literales o sesgadas, que permitan una perfecta justificación del uso de la violencia.

Esto es algo que ocurre con todos los textos complejos, largos, metafóricos y poéticos: permiten casi cualquier tipo de interpretación.

El problema, por consiguiente, no es tanto el propio texto religioso como sus intérpretes.

¿Y quién interpreta los textos religiosos?

La cúpula jerárquica de cada religión (en cada época histórica).

Aquí reside una parte fundamental del problema de la violencia religiosa.

La otra parte tiene mucho que ver con el nivel cultural de las personas, de la sociedad, que cree en una determinada religión.

La evolución cultural de la sociedad civil ha moderado y civilizado extraordinariamente a las religiones. Se ha civilizado y moderado tanto el discurso y los mensajes elaborados por las cúpulas jerárquicas, como la vivencia individual y grupal del hecho religioso en sociedad.

Desde que en 1543 se publicó póstumamente -para evitar la hoguera-, De revolutionibus orbium coelestium (Sobre las revoluciones de las esferas celestes), de Nicolás Copérnico, que produjo un auténtico Big Bang científico y cultural, Occidente ha vivido un intenso proceso de evolución intelectual hasta nuestros días. Un proceso que ha tenido periodos de gran creatividad, como el Renacimiento, la Ilustración, la revolución industrial, el desarrollo de los derechos individuales y de las democracias contemporáneas, y la revolución tecnológica y digital.

Sin este extraordinario proceso de desarrollo cultural de la sociedad civil, la religión protestante, o la religión católica, por ejemplo, serían bastante menos “civilizadas” de lo que actualmente son. La cultura modera, regula, a la religión de una forma determinante, decisiva. Por eso, cuanto más bajo es el nivel cultural de una sociedad, más probables, intensos y numerosos son los fenómenos de fanatismo religioso. Y con más adeptos cuentan.

No todas las zonas ni países del mundo han tenido la misma suerte de experimentar un proceso cultural análogo al nuestro desde el fin de la Edad Media. Los ahora llamados países del Tercer Mundo no lo han tenido. Esta es una de las razones de fondo por las que en estos países, tanto las cúpulas jerárquicas como la sociedad creyente, son mucho más propensas a las interpretaciones radicales de los textos religiosos que legitiman la violencia.

La inmensa mayoría de los musulmanes que viven en Occidente son filosófica e ideológicamente contrarios al uso de la violencia por la misma razón principal por la que lo somos los propios occidentales: no tanto porque la religión de cada uno de nosotros lo predique, como porque la educación, la cultura de la sociedad civil, las leyes y las Constituciones así se lo exigen a los creyentes de todos los cultos. Cultos y religiones que, como tales, merecen el máximo respeto.

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Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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