Tempus distinctum, aequabilis domus. Distintos tiempos, la misma casa. He tenido pocas experiencias emocionales en grupo tan intensas como la que disfruté el pasado sábado día 10 de octubre en la Universidad de Salamanca. En el Anfiteatro de la Hospedería del antiguo Colegio Mayor Arzobispo Fonseca, nuestra Facultad de Medicina durante los tres primeros años de carrera, nos reunimos 138 compañer@s de la Promoción que empezó su aprendizaje en el histórico año 1975, con esa inmensa ilusión de la recién estrenada juventud. Casi sin darnos cuenta han pasado ya… ¡¡ 40 años !! Cuatro largas décadas de vida y andadura profesional.
Antes del reencuentro en Fonseca, a 803,8 metros sobre el nivel del mar, habíamos celebrado en la Capilla del edificio histórico de la Universidad Vieja el acto más emocionante de la jornada en recuerdo de los 15 compañer@s fallecidos. Esos compañer@s estuvieron muy cerca de nosotros cuando enunciamos sus nombres, y cuando sonó la música y las voces del Coro cantando un nunca tan sentido Gaudeamus Igitur.
Desde sus orígenes a principios del siglo XII en las Escuelas del claustro de la Catedral Vieja, la fundación del Estudio General por Alfonso IX de León en 1218, la real cédula de Alfonso X “El sabio” y la posterior licentia ubique docendi del Papa Alejandro IV en 1255 que la convirtió en la primera de Europa en ostentar el título de Universidad, pasando en el siglo XVI por la gran Escuela humanista de Salamanca, de la que formaron parte prestigiosos teólogos, literatos y juristas como Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Melchor Cano, Fray Luis de León, Arias Montano, Diego de Covarrubias, etc., y una posterior muy extensa lista de ilustres profesores y estudiantes, entre otros, Unamuno, Tierno Galván y Adolfo Suárez, la Universidad de Salamanca ha acumulado a lo largo de su historia un grandísimo, noble e insigne patrimonio intelectual y docente.
En herencia directa de ese patrimonio nosotros tuvimos en nuestra Facultad de Medicina un plantel excepcional de profesores. Podría citar a muchos. Los profesores Granjel, del Cañizo, Armijo, Amat, Sisinio de Castro (sabio y bonachón), Sopena (un matemático de las moléculas y del Ciclo de Krebs), Luis Santos (un genial e irónico Picasso de la Anatomía) y por supuesto el que nos hizo el honor de acompañarnos, el profesor Battaner, catedrático de Bioquímica y Rector de la Universidad de Salamanca del año 2003 al 2007.
El profesor D. Enrique Battaner Arias siempre fue EL PROFESOR AMIGO. Un bioquímico humano y humanista que a lo largo de toda su vida ha sabido aplicar el espíritu docente de Francisco de Vitoria, al que se debe la idea de que los alumnos tomen apuntes. Es decir, el espíritu de confraternidad entre profesores y alumnos, el espíritu de docencia fraterna y de comunidad del conocimiento. Además, don Enrique nos hacía sentir que todas esas complicadas combinaciones de átomos semejantes a las constelaciones zodiacales del Cielo de Salamanca que pintó para la Biblioteca de la Universidad Fernando Gallego, eran en realidad símbolos íntimos que pertenecían a alguien, constituyentes del sutil tejido del que estamos hechas las personas. Don Enrique empezó con nosostros como profesor agregado, y se jubila este curso a los 70 años después de toda una vida dedicada a la Universidad. Con su excelente ponencia, “Entoces y Ahora”, nos hizo reflexionar y reír a partes iguales, poniendo de manifiesto con sencillez su sabia síntesis entre conocimiento científico, capacidad docente, cultura, sentido del humor y amistad. Larga vida, jubilosos años y muchas gracias por todo, profesor Battaner.
.
.
Varios compañer@s, Francisco Javier, Emérito, Ana, José, José Félix, Eugenio, Pepe y Alfonso, hicieron espléndidas aportaciones en una primera mesa de diálogo. Nos transmitieron sus experiencias en Atención Primaria, su trabajo y esfuerzo por mejorar ese nivel de la asistencia en el que se produce la mayor proximidad con el enfermo, siendo por tanto el más esencial de la Medicina, y recordándonos a los compañeros que tuvieron un difícil comienzo laboral debido a la masificación que había en la Universidad en aquella época. También hablaron de sus vivencias sobre lo dura que a veces resulta nuestra profesión, pero al mismo tiempo lo grande y bonita que es al aunar, quizá como ninguna otra, la dimensión científica y la humana. En una mesa posterior, Rocío, Ana, Teresa, Gabriel, Andrés y yo mismo, recordamos las “quimeras” bioquímicas y las aún más bellas del Arte Románico, la Medicina de los viajeros que recorren un mundo globalizado, la de las enfermedades profesionales de ayer y hoy, la nueva pero no tan nueva docencia actual en la Universidad, y las emergencias sanitarias de más altos vuelos, las que se realizan en helicóptero. Elogiamos a nuestras Beatriz Galindo, “La Latina”, y Lucía de Medrano, primera mujer del mundo que dio clases en una Universidad al sustituir en el curso 1508-9 nada menos que a Antonio de Nebrija, las compañeras de Promoción, Cristina e Isabel, números 1 y 2 del MIR al terminar la carrera en 1981. Ellas representan una enorme vocación y voluntad de aprendizaje y estudio que compartimos todos. Agradecimos también a Manolo, Gabri, Nuncy, Mari Ángeles, Isabel, Rocío, Loli y otros muchos, su dedicación y esfuerzo como “grandes hacedores” de apuntes, un minucioso trabajo artesanal a folio y máquina de escribir -¡qué tiempos!- que tanto nos ayudó para preparar nuestros exámenes y estudio. Manolo, don Manuel, fue el alma mater de una reunión que gracias a las nuevas tecnologías, WhatsApp y Telegram, fuimos preparando poco a poco a lo largo de dos meses de intercambio de mensajes. Él fue el gran organizador y sabio conductor de nuestro reencuentro y, sin duda, como mola, se merece una ola. Te quedamos muy agradecidos, Manolo, por tan feliz idea y realidad.
Los años que vivimos como estudiantes universitarios de 1975 a 1981 fueron años históricos. Nada más llegar a la Facutad, Franco se murió, sin que aparentemente estos dos hechos guarden una relación causa-efecto. E inmediatamente dio comienzo La Transición, con todos los cambios sociales y políticos que condujeron a la Constitución democrática de 1978. ¡Cuántas asambleas larguísimas y memorables hicimos en el Aula Magna! ¡Y cómo corríamos delante de “los grises”! Sin proponérnoslo, ¡somos los padres del 15M! Habiendo vivido con tanta intensidad aquel tiempo histórico, todos esperamos que los actuales políticos sepan reformar nuestra común Constitución con respeto histórico y consenso, en beneficio de las generaciones venideras. Unas generaciones en las que los hijos de algunos de nosotros, y quizá alguna nieta o bisnieto, siguen o seguirán nuestros pasos para formarse como médicos. ¡Con ellos, el futuro ya está aquí!
En nuestra Promoción de Medicina fuimos muy estudiosos. Pasamos muchísimas horas bajo el flexo hasta bien entrada la madrugada, en pisos alquilados, colegios mayores o nuestras casas, pero también salíamos “de marcha” los fines de semana a la luz de la noche salmantina. ¡Y qué noches! Recorríamos legendarios bares, cafés, cines, pubs y discotecas. El Novelty, El Baviera, El Llamas, El Puerto de Chus, Indagala, por “la calleja”, por la zona de Van Dyck, la Gran Vía o por cualquier calle, siempre con el epicentro en la Plaza Mayor, nuestro bellísimo gran ágora nocturno de Atenas. Disfrutamos con las películas de Fellini, Coppola, Orson Welles, Kubrick o Woody Allen, y con la música de Dylan, Pink Floyd, Bowie, Eagles o Lou Reed. Era, y sigue siendo, la también maravillosa “Salmantica la nuit”.
Todos estos recuerdos y muchos otros los evocamos en la comida de confraternidad que se prolongó en múltiples tertulias hasta bien avanzada la tarde, cruzando cientos de pequeños relatos de cada uno de nosotros y miles de miradas. Un compañero, Eugenio, tuvo la muy brillante idea de hacer unas chapas con la fotografía de la orla para ponérnosla en la solapa y así hacer mas fácil el reconocimiento. Con serenidad y alegría asumimos lo que la vida ha hecho con nosotros, y nosostros con la vida.
“Paseándose dos caballeros estudiantes por las riberas del Tormes, hallaron en ellas, debajo de un árbol durmiendo, a un muchacho de hasta edad de once años, vestido como labrador. Mandaron a un criado que le despertase y preguntáronle de adónde era y qué hacía durmiendo en aquella soledad. A lo cual el muchacho respondió que el nombre de su tierra se le había olvidado, y que iba a la ciudad de Salamanca a buscar un amo a quien servir, por sólo que le diese estudio.”
Así comienza El licenciado vidriera, uno de esos personajes mitad locos/mitad sabios que, como Don Quijote, tanto gustaban al muy enhechizado por Salamanca, don Miguel de Cervantes. Salamanca enhechizaba y sigue enhechizando en este año 2015 en el que se conmemora el IV Centenario de la publicación de la Segunda Parte del Quijote. Como dijo una compañera, nuestro reencuentro fue uno de esos grandes regalos que de vez en cuando te hace la vida. Por todo, gracias a todos, compañer@s. Y sí, nos lo enseñó el poeta Horacio: CARPE DIEM.
.