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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

Cervantes: realismo y ficción

Cervantes pudo intuir que las muy heterogéneas tribus hispanas, los por sí mismos incorregibles y peleones pueblos celtíberos obsesionados con sus pequeños terruños e identidades locales, gracias a la “unificación espiritual” que por la fuerza externa de las armas y la cultura realizaron romanos, visigodos, musulmanes y sus coetáneos Austrias (más adelante lo harían los Borbones), los distintos temperamentos de nuestra península balcánica subpirenaica habían logrado “homogeneizar un alma” a lo largo de los siglos hasta el punto de poder ser representada de modo sencillo mediante una moneda de dos caras, la de un fanático y la de un pícaro, es decir, de tener el “pueblo español” una mentalidad o estructura cognitiva mitad pícara y mitad fanática, percibido lo cual con sabiduría de las muchas realidades concretas que conoció al detalle gracias a su viajera vida de soldado y funcionario recaudador, por miles de caminos y en cientos de pueblos, posadas y ciudades, pudo después idealizar o “buenizar” esas dos caras, convirtiendo al fanático en un noble y loco caballero movido por ilusos propósitos de Justicia, y al pícaro en un rústico socarrón sin mayor malicia, acción creadora de su imaginación que habría modificado esencialmente y embellecido el origen real de los dos personajes haciéndoles universales por elevación al arte de la gran Literatura, a la esperanza utópica quizá posible, y ello sobre la base de una “falacia” de su fantasía —en la que el lector entra de lleno, y cree, llevado del humor, la ironía y una extraordinaria capacidad narrativa—, pues al transformar las dos mejor aquilatadas caras de la identidad hispana en dos personajes de buen corazón, dos personajes amables y cristianos en forma y fondo, ni Don Quijote ni Sancho Panza pueden representar la cruda naturaleza humana, en general, ni la del pueblo español, en particular, aunque los entornos en que se desenvuelven nos sorprendan por su realismo, siendo obvio que un fanático y un pícaro bonachones —ya se entiendan de manera independiente dialogando o como “personaje colectivo” en continuo monólogo interior— no son seres poliédricos, contradictorios, éticamente complejos, malvados, ambivalentes, desleales, mezquinos, codiciosos, deshonestos, aborrecibles, condenables, reales.

Acertada o no la hipótesis desarrollada en el párrafo anterior sobre la posible representatividad de las hispanas gentes de su tiempo que Cervantes pudo querer atribuir a sus dos personajes de ficción principales más allá de la explícita como paródicos caballero andante y escudero, lo que sí se pone de manifiesto en la novela cervantina es que Don Quijote y Sancho no son personajes realistas en el sentido de tener un “lado oscuro” como el que suelen tener las personas, o como el que tienen, por ejemplo, los mejores personajes de Shakespeare. Son, más bien, dos luminosos personajes naíf.

 

 

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Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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