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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

El gran debate

Los políticos se ven obligados a forzar la interpretación de la realidad. De manera sistemática agrandan lo que les favorece, y niegan o minimizan lo que les perjudica. Distorsionar la verdad, e incluso faltar a ella, forma parte inevitable del juego y de la lucha por el Poder.

En todos los debates televisivos que se han celebrado hasta ahora en las distintas Elecciones democráticas, cada partido ha fabricado y utilizado los argumentos convenientes para justificar ante la opinión pública que su candidato no sólo no ha perdido el debate, sino que lo ha ganado. El día en que un candidato salga en los medios de comunicación para decir que reconoce humildemente que ha perdido el debate frente a su oponente u oponentes, estaremos en el planeta Marte. Y todos pensaremos que los políticos, con esa inesperada sinceridad, han empezado a volverse locos.

El inédito debate entre cuatro candidatos a la Presidencia del Gobierno celebrado el lunes pasado no fue una excepción. A lo largo de esta semana hemos oído muchos análisis e interpretaciones sobre quién lo ganó, quién lo perdió, quién se mantuvo, quién salió vivo, quién trasquilado o moribundo, etc. En mi opinión, los cuatro candidatos estuvieron a su altura. Quizá el indicador más objetivo sobre el resultado del debate a falta del “examen final” del próximo 26 de junio —que según está de obstinada y poco aplicada nuestra clase política podría requerir una nueva “prueba de recuperación” en septiembre—, sean las encuestas que publicaron ayer diversos periódicos y medios de comunicación. La posibilidad de que la suma del “nuevo comunismo” de Podemos y del eurocomunismo tradicional de Izquierda Unida adelante en votos, y puede que también en escaños, al Partido Socialista parece cada vez más real. Igual que parece que terminará haciéndose realidad el cruel sarcasmo de que el PSOE, al mismo tiempo que va a sufrir un tremendo descalabro histórico, será el partido decisivo para formar el nuevo Gobierno de los reinos de España, teniendo que optar siquiera sea de manera pasiva entre “la derecha” o “el comunismo”. Una letal, trágica, disyuntiva hamletiana ésta -opte por lo que opte- para uno de los dos grandes partidos que construyeron el consenso de la Transición española.

Los ciudadanos estamos sorprendidos con la gestión de los resultados del 20 de diciembre, y también hastiados e irritados. El descrédito de la actividad política no ha parado de crecer. En estos momentos el fútbol y las vacaciones de verano funcionan como una importante válvula de escape social, pero si nuestra clase política (sección vieja y sección nueva) convoca unas terceras Elecciones Generales para el otoño, demostrando así una incompetencia mayúscula, la decepción será difícilmente superable. Tal vez con unas… ¡¡ CUARTAS ELECCIONES !!

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Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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