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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

La guerra

[El Presidente de la República francesa, François Hollande, ha apostado con decisión en estas primeras 24 horas tras el salvaje asesinato de 84 personas anoche en Niza, y sin que los expertos de los servicios de inteligencia y policiales hayan tenido tiempo suficiente para reunir pruebas y confirmarla, por una concreta hipótesis de autoría: la del terrorismo yihadista.

Tanto si esta hipótesis termina confirmándose como si otras hipótesis cobran más fuerza (por ejemplo, la autoría de un desequilibrado no religioso con problemas personales, económicos, divorcio, etc. que decide suicidarse matando a muchas otras personas, al modo de lo que hizo el copiloto Andreas Lubitz cuando estrelló su avión en los Alpes quitando la vida a 150 pasajeros) la reflexión que voy a hacer a continuación entiendo que puede considerarse igual de válida… o de errónea]

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No es sólo terrorismo, es la guerra. El terrorismo no es más que la forma.

El terrorismo yihadista (con sus dos variantes principales, la “oficial” que ejecuta actos violentos muy elaborados por orden de las jerarquías de varias organizaciones muy conocidas, Estado Islámico, Al Qaeda, etc., y la variante autónoma de lobos solitarios y células que se autorradicalizan llevados del rencor y el odio) es la forma que ha adoptado la guerra que a comienzos de este siglo declaró a Occidente un “Estado” sin fronteras integrado por violentos fanáticos de religión musulmana. Un colectivo extremista internacional que procede de varios países, y que ha logrado introducir focos internos de desarrollo en muchas ciudades de Europa.

El Pearl Harbor de esta nueva guerra en la que vive Occidente —que aún es pronto para saber si a la larga los historiadores, después de la Fría que sucedió a la Segunda, terminarán llamando Tercera Guerra Mundial— fue el gravísimo atentado con dos aviones llenos de pasajeros con los que estos “soldados terroristas” derribaron las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre del año 2001.

Aquel día los estadounidenses aprendieron en una única y brutal lección que la guerra había comenzado. En Europa, aun siendo salvajes y deshumanizados —¡estos robóticos asesinos, estos bárbaros, siempre nos escalofrían con sus matanzas!— los atentados han tenido hasta ahora otra magnitud. Este factor, junto a lo que pudiéramos llamar “la civilizada ideología europea”, está haciendo más lento el proceso de digestión de una realidad que lleva camino de imponerse en nuestra conciencia colectiva a base de ocurrir una y otra vez: Madrid, Londres, París, Bruselas, quizá Niza…

Nosotros contamos con los valores, actitudes y deseos mejor intencionados, con la visión más pacífica, con el enfoque más complejo, que derivan del bagaje cultural europeo y de forma muy especial de la Ilustración Francesa: libertad, igualdad, fraternidad, pero no conviene olvidar que a la guerra le basta para ponerse en marcha con que una parte lo quiera. Y toda guerra exige la muerte atroz de seres humanos.

Es probable que nuestras autoridades comunitarias de máximo nivel, políticas, de seguridad interior y militares, tengan claro el carácter de guerra que hay detrás y en el fondo de los actos de terrorismo que Europa y el mundo occidental venimos padeciendo desde que comenzó el siglo XXI. Los mensajes públicos de muchos de ellos, sin embargo, no reproducen con claridad esta idea, quizá porque no quieren alarmar demasiado a la población ni generar una “psicosis” que perturbe la plácida y placentera vida cotidiana que llevamos, en general, los ricos ciudadanos europeos.

Es probable que las máximas autoridades, aunque no reconozcan abiertamente ante la opinión pública que estamos en guerra, trabajen como si realmente lo estuviésemos, poniendo todos los medios internos y externos, activando todas las estrategias elaboradas por la Inteligencia Contraterrorista, para defender con la mayor eficacia posible a hombres, mujeres y niños inocentes que son masacrados de manera fría e indiscriminada.

Es probable que, además del combate técnico y específico bien hecho al que obliga la guerra, las autoridades occidentales y los más prestigiosos think tank estén pensando en algún tipo de reorganización política, social y económica, difícil pero factible, que pueda mejorar la relación entre Occidente y el mundo musulmán, que no es sino una parte importante de nuestro mundo.

En fin, es probable.

 

 

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Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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