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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

In memoriam

La cultura clásica grecolatina y el cristianismo son los dos pilares, el fundamento, sobre el que empezó a construirse la civilización occidental. Al menos 2500 años de Historia a lo largo de los cuales Homero escribió la Odisea, Aristóteles su Lógica y su Poética, Leonardo pintó La dama del armiño e ingenió máquinas voladoras que siglos después han empezado a explorar los planetas, Miguel Angel aproximó la mano del hombre y la de Dios en la Capilla Sixtina, Galileo escudriñó las estrellas del firmamento mediante un extraño tubo con lentes, Mozart compuso Le nozze di FigaroLa flauta mágica, Shakespeare escribió El rey Lear y don Miguel Don Quijote, Watson y Crick descubrieron el código de ADN que hay en los cromosomas de nuestra especie, Turing un código binario que se podía computarizar hasta conseguir una gigantesca Omniteca digital accesible en todo el mundo, Einstein inventó una elegante y sencilla fórmula sobre la materia y la energía, relativizando la comprensión del espacio-tiempo, y la democracia y la igualdad entre hombres y mujeres se han desarrollado como nunca antes en toda la historia de la Humanidad.

Hace dos días fue degollado sobre la tierra de Europa por el islamismo fanático y salvajemente violento el primer ciudadano occidental, un sacerdote francés, el padre Jacques Hamel, que oficiaba ante menos de media docena de personas una más que humilde misa católica, su pacífica creencia, su trabajo diario con 86 años.

En este siglo XXI Occidente vive una múltiple, mestiza y muy compleja realidad social y cultural. La inmigración y las oleadas de refugiados desde África y Oriente Medio hacia Europa han sido utilizadas por el terrorismo yihadista para expandirse y penetrar en nuestro territorio. Sin embargo, no creo que la xenofobia que representa un número creciente de los partidos políticos que están surgiendo sea la respuesta adecuada. En los extremos no están las soluciones, ni en la extrema izquierda ni en la extrema derecha. No me parece que deba establecerse ningún tipo de paralelismo -ni siquiera como licencia retórica o “literaria”- entre las Cruzadas cristianas contra los musulmanes en la Edad Media, y la actualidad. Fomentar una épica idealizada sobre nuestro pasado y el consecuente “ardor guerrero” antimusulmán es erróneo. No estamos ante hechos que tomar como base narrativa para hacer una novela o una película de aventuras y conflictos bélicos, aunque seguramente haya más de un avispado escritor de éxito que quiera aprovechar la situación en este sentido. Hacer referencia a las Cruzadas estableciendo un paralelismo directo o indirecto, algo que he escuchado a varios analistas, me parece una desproporción falaz.

Estamos en guerra, es cierto, y no sólo en la “guerra de intereses económicos” de la que ayer por la tarde habló el Papa Francisco saliéndose un tanto por la tangente (una guerra ésta última tan vieja como el hombre, y quizá tan eterna como la divinidad). Me refiero a la guerra de la que habló sin evasivas el presidente de la República francesa, François Hollande. El Estado Islámico ha declarado abiertamente la guerra a Occidente, y cada vez nos ataca más con acciones violentas crueles. Tenemos derecho a defendernos, aunque no seamos en conjunto inocentes. La guerra es una constante histórica de dinámicas entrelazadas que en cierto modo nos convierten a todos en “culpables”. Occidente ha hecho y sigue haciendo mal muchas cosas, en particular en el Tercer Mundo. Hemos colonizado, explotado, robado y matado. En la actualidad nuestros ejércitos participan en diversas acciones militares que originan en ocasiones eso que con un horrible eufemismo para no herir nuestros oídos llamamos “daños colaterales”. Es decir, la muerte cruenta de niños y civiles. Estos comportamientos que debiéramos reconocer y evitar no justifican, sin embargo, que un camión arrolle fríamente la vida de 84 personas, ni que se tirotee una discoteca, ni que se degüelle a un anciano sacerdote. Tanto si la lógica de los terroristas es: “vosotros matáis a los nuestros, nosotros a los vuestros”, como: “sois infieles, tenéis que morir”, los terroristas terminarán encontrándose con las últimas consecuencias de su lógica. Y muchas más personas concretas e inocentes habrán de morir de forma violenta.

La filosofía y la praxis de la guerra han evolucionado mucho desde los tiempos más oscuros de la Edad Media en los que se ha instalado la mentalidad de estos terroristas teocráticos. Ahora predominan la tecnología, los servicios de inteligencia, los aliados sobre el terreno y las acciones muy selectivas. Y también es de gran importancia la “guerra psicológica” en los medios de comunicación. Sería equivocado utilizar su mismo lenguaje. No estamos ante una guerra de religiones, una nueva guerra entre “cristianos” y “moros”. En este punto creo que Francisco tiene razón. No podemos ponernos a la misma altura mental que los terroristas del Daesh respondiendo a su Yihad con una Cruzada. Debemos hacerlo mejor. ¡Ya les gustaría a esos fanáticos que nos convirtamos mentalmente en el enemigo especular de su Yihad! ¡Menuda victoria! La mentalidad occidental está muy por encima, a pesar de nuestras divisiones internas y del ingenuo pacifismo de buena parte de los europeos. No se trata de no defenderse renunciando a hacer la guerra que nos han declarado y ejecutan un día sí y otro también, esto sería suicida, sino de hacer la guerra mejor que ellos. El mundo musulmán fanático y violento no es ni mucho menos todo el mundo musulmán. Tenemos que aliarnos con la parte mayor de ese mundo que es primera destinataria y víctima principal del terrorismo yihadista. No hay que olvidar que han asesinado a muchos más musulmanes que occidentales, aunque éste sea un dato cuantitativo sin otra relevancia. Occidente está por encima del Estado Islámico en todos los sentidos. Debemos demostrar que no sólo les superamos en libertad, valores, derechos humanos, democracia, inteligencia, conocimientos y cultura, sino también en los más eficaces y eficientes usos del arte y ciencia de la guerra, y en todo tipo de gestiones diplomáticas, programas socioeconómicos y acciones cooperativas entre naciones.

Descanse en paz el sacerdote Jacques Hamel, y que la tierra le sea leve.

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Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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