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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

Los valores del `Quijote´

Profesor Parra Luna, me alegra tener noticias suyas de nuevo.

Le agradezco la invitación que me hace en un reciente correo electrónico para asistir, junto a varios críticos de su hipótesis sobre “el lugar” de La Mancha, a una mesa-coloquio especial anexa al II Congreso Internacional Europa-América, América-Europa: los valores del Quijote, que se celebrará a finales del próximo mes de junio en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), su pueblo y el pueblo que usted cree es también el de Don Quijote (según el modelo sistémico y de cálculos matemáticos que desde hace años viene publicando). Le contesto a su correo en este blog, como ya hice en los años 2014 y 2015, debido al interés público que tiene todo lo relacionado con Cervantes y con el Ingenioso Caballero. Por los comentarios que hace, compruebo que sigue manteniendo su particular sentido del humor, aunque también su desenfoque lógico en relación con la hipótesis de Villanueva.

(Nota.- El profesor Parra es catedrático emérito de Sociología —ya jubilado— de la Universidad Complutense de Madrid, presidente de la Sociedad Española de Sistemas Generales (SESGE), y autor de varios libros en los que ha intentado desentrañar científicamente a qué lugar de La Mancha se refiere Cervantes desde la primera frase del Quijote, si es que se refiere a un lugar concreto).

Voy a empezar por hacer un comentario acerca de lo que me parece principal. Como lector, entiendo que los valores del Quijote, además de los que aportan las sustanciosas citas y alusiones a la cultura clásica grecolatina del texto cervantino, son en gran parte los valores de la cultura cristiana: igualdad, justicia, verdad, honradez, espiritualidad frente a materialismo, ayuda al prójimo, etc. Cervantes hace una versión de todos estos valores por medio de su peculiar “apóstol hispano”, a cuya condición de cristiano viejo se refiere en múltiples ocasiones. Un apóstol idealista, caballero, caballeresco, laico, tenaz, solterón, apasionado (o “sobreimplicado”) y muy tozudo en sus ideas (o “delirante”). Las sociedades de humanos no suelen basarse tanto en los valores éticos y del conocimiento como en la fuerza, la lucha de intereses, el poderoso caballero Don Dinero, la ambición y el ejercicio del Poder. Estos factores llevaban varios milenios siendo clásicos —desde la civilización sumeria, al menos— antes de escribirse “la Biblia” cervantina. Y quizá por ello Cervantes decidió que el personaje que representa nuestros valores más nobles sea fantasioso, ingenuo y alocado, al ser consciente de que los lectores de su tiempo no creerían que una defensa a ultranza, innegociable, de este tipo de valores la pudiese encarnar un personaje en su sano juicio, cuerdo y sensato. ¡La sabiduría y el escepticismo de don Miguel son magníficos, además de su ironía! (y estos también son grandes valores literarios). No se vislumbra ni intuye que en un futuro más o menos próximo puedan triunfar los valores del Quijote, ni los valores de Cristo, sobre todos esos demás factores que condicionan la naturaleza y la realidad social humanas. Lo que no quita para que las personas sigan teniendo en su vida, incluso necesitando, ciertos ideales. En El Quijote los hay muy bellos y en abundancia, contrapesados con la amarga lección que nos dan los repetidos fracasos del “héroe”.

Referente al tema del “lugar” de La Mancha, ya sabe que pienso que está usted muy equivocado. Pero también pienso que tiene todo el derecho a creer que la hipótesis de su pueblo, Villanueva de los Infantes, es una “tesis científica verificada” merced a los procedimientos académicos que ha empleado. A mi juicio, en cambio: 1) su interpretación sistémica de dos frases del texto del Quijote no permite conocer con certeza que Cervantes tuviese la intención de dejar “un acertijo” localizador, esto es hipotético (cosa distinta hubiese sido el hallazgo de un documento o testimonio escrito que así lo acreditase), 2) el procesamiento matemático que hace su equipo de los “datos” literarios sobre tardanzas y distancias que aparecen en el texto, como si fuesen datos precisos extraídos de la realidad empírica, es una confusión evidente de nivel de análisis o epistemológico; es erróneo entender de manera literal las distancias y tardanzas de la novela utilizándolas para hacer cálculos como si fuesen datos reales, 3) al considerar a Rocinante y al rucio como dos cabalgaduras de carne y hueso que desarrollan una supuesta “velocidad media”, velocidad que usted calcula, está realizando un cálculo imaginario, irreal, 4) la agigantada metodología sistémico-matemática que utiliza para identificar “el lugar” estaba por completo fuera del alcance racional —y de los sueños— de los sencillos y no tan sencillos lectores del siglo XVII, destinatarios naturales del supuesto “acertijo” contenido en la narración, y 5) Cervantes, por muy sabio y genial que sea, ¡y ya lo creo que lo es! no pudo dejar “un acertijo” en su texto cuya resolución sólo pueden alcanzar los expertos en Teoría de Sistemas y Sociocibernética del siglo XXI. En definitiva, con erróneos planteamientos lógicos como los que hay en su estudio, en el que se mezcla la realidad con la ficción, la conclusión a la que llega en ningún caso puede ser científica.

No obstante, insisto, me parece que tiene todo el derecho a creer que su bonito pueblo, capital histórica del Campo de Montiel, es “el lugar” de La Mancha de cuyo nombre Cervantes no quiso acordarse. Y también a creer que la Teoría de Sistemas es una especie de Ley física universal, o Teoría del Todo, con capacidad para explicar científicamente desde las intenciones psíquicas individuales y las conductas grupales o sociales, hasta la Ética, la Historia, la Literatura, etc. ¡La mente es libre!

Algunos de los críticos que menciona en su correo hemos hecho, en tono académico o humorístico como en mi caso, el análisis más directo de su trabajo. En particular, me parece muy destacable el del cervantista norteamericano, profesor James Iffland. Pero esta crítica nuestra activa, explícita, entiendo que es, con diferencia, la menos importante.

El prestigioso cervantista, Jean Canavaggio, eludió al fin tras conocerla de cerca —después de haber aceptado la invitación que usted le hizo para acudir a Villanueva de los Infantes— su “tesis científica”, y ha ofrecido a los lectores y estudiosos de todo el mundo una hipótesis sobre “el lugar” llena de sabiduría literaria y sentido común. Esta hipótesis es muy conocida y cuenta con un amplio respaldo entre los cervantistas españoles e internacionales. La suya fue sin duda una elegante y contundente forma de crítica hacia la hipótesis de Villanueva. Dice el profesor Canavaggio: “considero que, en el proceso que originó la localización manchega de la patria de don Quijote, Villanueva de los Infantes bien pudo ser un referente implícito entre muchos para Cervantes, lo mismo que otros pueblos manchegos, ya que nos encontramos ante un lugar que viene a ser una construcción verbal, síntesis artística de múltiples experiencias.”

Junto a la indirecta del profesor Canavaggio, otras dos críticas de carácter pasivo me parecen importantes. La primera, el silencio, el muy llamativo silencio después de tantos años, de la Real Academia Española. Una callada por respuesta (que usted me parece que interpretó de manera equivocada en un correo que intercambió conmigo como: “el que calla, otorga”) de la institución colegiada máxima conocedora de la obra de Miguel de Cervantes, en España y fuera de España, de su actual Director, Darío Villanueva, de los anteriores, José Manuel Blecua García de la Concha, responsables ante la opinión pública mundial, y de uno de los mayores expertos en El Quijote, el académico Francisco Rico.

(Nota 2.- La mayor parte de los académicos no son científicos experimentales ni científicos sociales, pero pueden encargar todos los informes técnicos que necesiten a reputados expertos de cualquier país, o comités de expertos, para elaborar junto con sus propios conocimientos un juicio profesional… ¡espero que a la RAE le quede algún dinero en sus fondos para solicitar estos informes!).

La segunda, el no menos llamativo silencio de los profesores, catedráticos y expertos nacionales e internacionales en Teoría de Sistemas. Si alguna vez se deciden a analizar su supuesta “tesis científica verificada” y a publicar las conclusiones críticas, poco dudo que pondrán en evidencia desde ese enfoque teórico los errores lógicos de base en los que usted ha incurrido. Con los modestos conocimientos que tengo al respecto gracias al profesor Castilla del Pino, la suya me parece una aplicación de la Teoría de Sistemas claramente sobredimensionada y errónea.

Por tanto, profesor Parra Luna, en espera de que la RAE y otros expertos en Teoría de Sistemas se pronuncien, le agradezco su invitación, pero no podré acudir en el mes de junio a ese lugar de La Mancha. Deseo que lo pasen bien y se diviertan debatiendo en Villanueva de los Infantes, pues la diversión es sin duda uno de los grandes valores del Quijote.

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Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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