(Fake news de verano)
Interesados en los peculiares acontecimientos políticos que vienen ocurriendo en los últimos años en España, Hispania o Celtiberia, un equipo multidisciplinar anglosajón de científicos del comportamiento de las universidades de Oxford y Harvard ha iniciado un estudio en varios lugares emblemáticos de esta península con curiosa forma de ‘piel de toro’ (morfología geológica que en principio no consideran determinante de nada) para intentar discernir si la propensión demostrada a lo largo de su Historia por los nativos del territorio —y que ahora parece que se ha activado de nuevo— a disgregarse, balcanizarse en tribus en conflicto, y recurrir a las llamadas ‘soluciones multidisciplinares a la española’ (es decir, a desplegar por tierra, mar y aire la disciplina militar), obedece tan sólo a un déficit crónico de tipo racional, educativo y cultural que puede haber tenido su origen al asimilar de manera deficiente la Ilustración, o si además existe algún gen o genes específicos propios de la subespecie asentada desde hace más de 3.000 años en el extremo sur-occidental de Europa, muy próxima al continente africano del que en verano recibe densas y tórridas calimas, el conocido como homo sapiens celtiberiensis. Los resultados serán publicados en breve en la revista zoo-antropológica, Nature.
El concienzudo equipo universitario parte de la premisa de que es del todo inverosímil que sólo un déficit racional, educativo y de cultura, por muy crónico que sea, pueda explicar de manera holística los acontecimientos políticos que han ocurrido y ocurren en Celtiberia. Después de los 40 años de paz, prosperidad económica y democracia (poco desarrollada, pero democracia) que les ha traído la Constitución de 1978, no entienden que una parte creciente de nativos quiera ahora romperla y reformular unilateralmente una nación de al menos 500 años, y que otra parte no menos creciente esté pensando que la única solución vuelve a ser ‘multidisciplinar’. Las sucesivas fuerzas históricas aglutinantes del primitivo territorio (Imperio Romano, visigodos y otros pueblos centroeuropeos, Califas y musulmanes norteafricanos, autóctonos Trastámara, imperiales Austrias, unificadores Borbones, y el muy autóctono y nostálgico de pretéritas épocas imperiales, general Franco) vendrían a sugerir que en el fondo Celtiberia nunca ha dejado de ser un conglomerado de tribus peleonas y centrífugas. Un ‘conglomerado’ no unificable mediante el acuerdo y la negociación internos, ¡salvo la isla histórica que ha habido entre 1978 y 2018 (de momento)! sino mediante el uso de la fuerza externa o interna.
Los científicos están por tanto convencidos de que en breve detectarán los genes que hacen ser políticamente a los celtíberos, hispanos o españoles como somos, lo que explicaría a su vez las ‘leyes históricas’ más potentes (al margen de ‘leyendas negras’ y de ‘leyendas blancas’) que en lo más profundo nos han guiado a lo largo de nuestra movidita Historia. Las Tres Españas: la de Izquierdas, la de Derechas y la Independentista más proclives al maximalismo maniqueo, al extremismo e incluso al fanatismo ideológico, es decir, los ‘hunos’, los ‘hotros’ y los de más ‘hallá’, han tomado un acelerado camino, sobre todo en el último año, que podría confirmar mediante conductas empíricas, ¡ojalá no ocurra! los previsibles resultados de la investigación genética.
Además de genes de carácter más sociológico y alegre que también pueden encontrarse en otros países mediterráneos del sur de Europa (como el ‘gen chillón’), y a partir de las muestras de ADN que están tomando de la embocadura de los botellines vacíos de Mahou, San Miguel y Estrella Galicia aprovechando la miríada de fiestas veraniegas y las concentraciones en las playas, creen que podrán individualizar varios ‘genes celtíberos’ de carácter político: el ‘gen extremista’ (tanto en las formas de expresión como en los contenidos ideológicos), el ‘gen insultón’ (bastante conectado con el anterior), el ‘gen tribal’ o ‘balcánico subpirenaico’ y, muy probablemente, el ‘gen militarista’ o ‘multidisciplinar’.
La investigación sigue abierta, de modo que seguiremos pendientes de la revista zoo-antropológica, Nature.
.