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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

¿Acoso sexual delictivo?

Ser un Don Juan, un alegre y engañoso seductor según el arquetipo del Siglo de Oro español que concibió Tirso de Molina en El burlador de Sevillahasta hace muy poco ha sido considerado como un gran mérito y destreza de los hombres, un indiscutido patrón de éxito. Y más aún en los cálidos territorios mediterráneo-latinos. El personaje literario creado por el fraile y profesor de teología tuvo muchas versiones posteriores y adquirió fama mundial. Entre ellas está la espléndida ópera de Mozart, Don Giovannicon libreto de Lorenzo da Ponte. Junto al histórico Giacomo Casanova, veneciano que entre sus muchas habilidades tenía la de tocar el violonchelo, ambos reforzaron un modelo masculino de relación con las mujeres, un modelo de cortejo y conquista que ha tenido mucha y  muy duradera influencia social.

Esa forma de relación del sexo masculino con el femenino, que empezaba con ingeniosos requiebros y piropos (piropos y requiebros que equivalentes dirigidos por una mujer a un hombre hoy resultan ridículos por completo, lo que demuestra que también lo son ya en sentido inverso), fue aceptada durante siglos por la mayor parte de la sociedad. ¡También por las mujeres! Hasta hace muy pocos años se entendía como un comportamiento ‘normal’, igual que lo era fumar en los restaurantes.

A las nuevas generaciones de jóvenes les parece increíble que hasta hace nada estuviese permitido fumar lanzando bocanadas de humo en los espacios públicos destinados a comer placenteramente. Lo ven como algo muy tosco, sucio, primitivo, insalubre y maleducado. El cambio de mentalidad ha sido muy rápido, pero en los restaurantes se fumaba, ¡ya lo creo que se fumaba!

A Plácido Domingo, que sin duda es todo un caballero español en el mejor sentido del término (y de fumar creo que nunca lo haría, por pura caballerosidad o respeto, en los restaurantes del mundo que todavía permiten tal práctica), le denunciaron ayer nueve mujeres acusándolo de un presunto acoso sexual delictivo, al estilo de Harvey Weinstein con las actrices de Hollywood. La Justicia tendrá que iniciar una investigación si considera que la denuncia no es falsa.

Abusadores y ‘prevaledores’ de su fuerza o poder, depredadores sexuales, violadores, promiscuos y promiscuas, compulsivos de ambos sexos, mercenarias y mercenarios, truculentos seductores y seductoras, adictos y adictas a la actividad erótico-sexual han existido siempre, y al menos desde la Grecia clásica, pasando por Don Juan y Casanova, el rol cultural de preeminencia y dominio del macho sobre la hembra en este sentido (una faceta más de su dominio y preeminencia social), el rol histórico de los hombres que desde hace varias décadas se conoce coloquialmente como machismo’ y del que el diccionario de la Real Academia tiene una clara definición, ha formado parte de los usos y costumbres aceptados mayoritariamente por todas las sociedades, incluso por las que se consideran a sí mismas civilizadas.

Aunque cueste reconocerlo, y a no pocos varones todavía les cuesta horrores porque no son capaces de seguir el ritmo acelerado de cambio que está demandando en este comienzo de siglo XXI una mayoría de mujeres de todo el espectro ideológico, la realidad es que nuestra civilizada sociedad occidental ha sido muy machista. No del modo brutal y salvaje de otras ‘culturas’, pero sí de forma solapada y sibilina.

En pocos años han empezado a cambiar mucho, y con mucha rapidez, los modelos personales y sociales de relación entre mujeres y hombres. Y lo están haciendo en la dirección de conseguir cuanto antes la mayor igualdad posible en todos los sentidos. También la igualdad de formas y trato. Muchos de los usos y costumbres erótico-sexuales que hasta hace nada eran aceptados por la sociedad –mujeres incluidas por supuesto–, con los estándares legales de hoy día serían considerados delitos. Otros simplemente están desfasados, anticuados, resultan ya un tanto ridículos.

El contexto sociocultural ha sido el que ha sido. No es justo elegir ahora cabezas de turco para escarmentar indiscriminadamente a todos los varones, ni hacer Juicios mediáticos. De lo que el conjunto de la sociedad viene aceptando como ‘normal’ hasta anteayer, nuestro gran barítono y tenor lírico no es ni mucho menos el único responsable.

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Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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