Los preliminares de la Segunda parte del Quijote publicada en 1615 se componen de: TASA, FEE DE ERRATAS, tres APROBACIONES consecutivas (dos de ellas firmadas por sendos capellanes del cardenal arzobispo de Toledo) y PRIVILEGIO, una autorización necesaria para imprimir libros firmada en nombre del Rey (en aquel momento, Felipe III, llamado ‘el Piadoso’).
La APROBACIÓN, o APROBACIONES, y el PRIVILEGIO eran una especie de ‘censura’ religiosa y civil de la época por la que debía pasar toda obra literaria antes de ser publicada.
En la primera de las APROBACIONES (firmada por el “vicario general de Madrid”, Doctor Gutierre de Cetina) se dice: “No contiene cosa contra la fe ni buenas costumbres, antes es libro de mucho entretenimiento lícito, mezclado de mucha filosofía moral.” Y en la segunda y tercera, hechas por los capellanes del arzobispo: “No contiene cosa contra nuestra santa fe católica ni buenas costumbres”. “He visto este libro de la ‘Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha’, por Miguel de Cervantes Saavedra, y no hallo en él cosa indigna de un cristiano celo ni que disuene de la decencia debida a buen ejemplo ni virtudes morales”.
En la tercera APROBACIÓN se explica además de forma muy clara el método que utiliza Cervantes para transmitir sus ideas morales, método que el capellán que la firma, el licenciado Márquez Torres, considera el más eficaz de cuantos puede haber: “y en la correción de vicios que generalmente toca, ocasionado de sus agudos discursos, guarda con tanta cordura las leyes de reprehensión cristiana, que aquel que fuere tocado de la enfermedad que pretende curar, en lo dulce y sabroso de sus medicinas gustosamente habrá bebido, cuando menos lo imagine, sin empacho ni asco alguno, lo provechoso de la detestación de su vicio, con que se hallará, que es lo más difícil de conseguirse, gustoso y reprehendido. Ha habido muchos que, por no haber sabido templar ni mezclar a propósito lo útil con lo dulce, han dado con todo su molesto trabajo en tierra (…) Mucho mejor reciben las blandas y suaves medicinas, con cuya aplicación el atentado y docto médico consigue el fin de resolverlas, término que muchas veces es mejor que no el que se alcanza con el rigor del hierro.”
Es decir, en vez de guiarse del viejo refrán “la letra con sangre entra”, don Miguel opta por el prodesse et delectare (‘aprovechar y deleitar’ o ‘enseñar deleitando’) atribuido al epicúreo poeta latino Horacio.
El Quijote es un libro ‘buenista’, en los contenidos y en las formas.
Un libro que además de contener otras muchísimas cosas, casi infinitas, tiene un doble propósito moralizante: el explícito reconocido por el autor de terminar con los vanos engaños de los libros de caballería, y otro implícito, sutil y de mayor calado, que es el que detectan y elogian los capellanes ‘aprobadores’. Un libro en el que predomina una moral cristiana tolerante, muy caminada y liberal, y las emociones decentes, honradas, de sus dos principales protagonistas. Porque en esto no se distingue el hidalgo del lugareño, el ‘caballero’ del ‘escudero’, aun siendo uno iluso y otro pragmático. Al contrario, su código ético correctamente cristiano les iguala. Son dos ‘buenas personas’. Sus ‘pecados’, quizá la soberbia en Don Quijote y la codicia en Sancho, se compensan por el conjunto de su comportamiento y al final resultan veniales. El Quijote es un libro moralmente apto para todos los públicos.
¡Qué diferencia con Shakespeare! Qué diferencia con su galería de personajes y mundo de pasiones convulsas e inconfesables. Odio destructivo, ambición sin límite, envidia, venganza, usurpación, celos, lujuria, traición, lucha despiadada por el poder, asesinato, son impensables en el texto del Quijote. Cervantes no contempla en su obra el ‘lado oscuro’ de la mente humana. Shakespeare, además de emociones consideradas positivas como la amistad, la inocencia, el amor, la honradez, la belleza, la sinceridad, la lealtad, el honor, las buenas intenciones, la generosidad o el bondadoso altruismo, tiene muy en cuenta, describe y analiza lo peor de nuestra naturaleza. ¡Y de qué forma! Cervantes y sus personajes son más idealistas, Shakespeare y los suyos más realistas (es fácil comprobarlo simplemente viendo un telediario). El espectro de emociones, deseos y cogniciones de este último es más abierto, más poliédrico, más amplio. El universo de Shakespeare es para mayores de 16 años.
Aunque por fortuna coinciden en algo esencial: un sentido del humor sabia y profundamente irónico al contemplar el mundo.
Así dice la TASA: “Yo, Hernando de Vallejo, escribano de Cámara del Rey nuestro Señor, de los que residen en su Consejo, doy fe que, habiéndose visto por los señores dél un libro que compuso Miguel de Cervantes Saavedra, intitulado ‘Don Quijote de la Mancha, Segunda parte’, que con licencia de Su Majestad fue impreso, le tasaron a cuatro maravedís cada pliego en papel, el cual tiene setenta y tres pliegos, que al dicho respeto suma y monta docientos y noventa y dos maravedís; y mandaron que esta tasa se ponga al principio de cada volumen del dicho libro, para que se sepa y entienda lo que por él se ha de pedir y llevar, sin que se exceda en ello en manera alguna”.
(Quijote, RAE, 2015).