En el PRÓLOGO AL LECTOR de la Segunda parte del Quijote, Cervantes zurra la badana bien zurrada a Avellaneda.
Empieza negando que el lector, los lectores, de los que dice deben estar esperándolo con mucha gana, vayan a encontrar “venganzas, riñas y vituperios” contra el autor del SEGUNDO TOMO DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIXOTE DE LA MANCHA. Compuesto por el Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la Villa de Tordesillas. Con Licencia, En Tarragona en casa de Felipe Roberto, Año 1614, pero lo cierto es que a continuación, en la misma frase en la que afirma que hacer tal cosa no le pasa por el pensamiento, le llama “atrevido”, “mentecato” y “asno”. De modo indirecto y con mucha ironía, desde luego, pero se lo llama. Después: 1) le acusa de no atreverse a salir a campo abierto, escondiendo su verdadera identidad como si fuese un traidor, 2) no le considera con capacidad para ofender, pese a los insultos de viejo, invidioso y manco, 3) le dice que alguna vana “tentación del demonio” puso en su cabeza la idea de escribir un libro para hacerse famoso y ganar dineros, 4) relata a su propósito dos cuentos “de loco y de perro”, 5) afirma que el TOMO es malo y “más duro que las peñas”, 6) dice que la honra puede tenerla el pobre, pero no el vicioso, y 7) finalmente termina sus irónicas lindezas contra el “historiador” de Tordesillas adelantando que su Segunda parte, la auténtica, terminará con Don Quijote “muerto y sepultado” para que nadie se atreva a falsificar de nuevo su historia.
No coincido, por tanto, con la interpretación que hace Javier Cercas de una supuesta “suave ironía anti-Avellaneda” en el PRÓLOGO. La ironía que Cervantes despliega para la ocasión me parece bastante demoledora. Pero con ser muy contundente este personal ajuste de cuentas, no es el principal. El ajuste más profundo fue el que se produjo en su obra, en el texto de la Segunda parte, que aunque debía estar ya bastante avanzado en el momento de publicarse el apócrifo hubo tiempo para hacer en él correcciones, cambios de organización y una invención muy importante.
Los cambios empezaron en la redacción del PRÓLOGO con su sólido ajuste irónico de cuentas. A partir de este comienzo perfeccionó la ironía de todo el libro, sobre todo en su parte final, la capacidad de comprensión de la realidad que tiene este especializado sentido del humor. Modificó los desplazamientos de los personajes para diferenciarlos de los plagiarios (viaje a Barcelona en vez de a las justas de Zaragoza). Evitó adjudicar una patria chica dentro de La Mancha a Don Quijote y Sancho al no identificar de manera explícita el misterioso lugar del que proceden, al contrario de Avellaneda que identifica Argamesilla como “patria feliz” de ambos. Y finalmente realizó (de forma más o menos consciente no lo sabemos) la gran invención de la metanarrativa, de la metaliteratura, del juego de espejos entre realidad e imaginación. Con unos personajes que se saben ficticios pero al mismo tiempo auténticos, que conocen y hablan de su fama en el mundo real, de la existencia de otro libro con personajes igual que ellos pero falsos, no más que imitadores. Juego que les confiere una especie de tridimensionalidad, de gran realismo, y tiene su culmen en la aparición en el Capítulo 72 de un personaje del Quijote de Avellaneda, don Álvaro Tarfe, que para sorpresa de todos, y después de haber conocido ‘en persona’ a los cuatro personajes, afirma y declara jurídicamente ante alcalde y escribano que los verdaderos Don Quijote y Sancho son los de Cervantes, no los de Avellaneda.
Por todas estas razones puede decirse que sin el Quijote de Avellaneda la Segunda parte del Quijote de Cervantes no sería como es. Quizá fuese igualmente genial, es posible, pero no sería la misma genial obra de Literatura que conocemos… ¡Paradojas de la vida!
El PRÓLOGO de Avellaneda es interesante. Es duro y agresivo. ¿Por qué? Nos llama la atención no solo aquello a lo que Cervantes contesta, sino lo que dejó de contestar. Por ejemplo: “Como casi es comedia toda la historia de don Quijote de la Mancha, no puede ni debe ir sin prólogo; y así, sale al principio desta segunda parte de sus hazañas éste, menos cacareado y agresor de sus lectores que el que a su primera parte puso Miguel de Cervantes Saavedra, y más humilde que el que segundó en sus Novelas, más satíricas que ejemplares, si bien no poco ingeniosas.” “Tenemos ambos un fin, que es desterrar la perniciosa lición de los vanos libros de caballerías, tan ordinaria en gente rústica y ociosa; si bien en los medios diferenciamos, pues él tomó por tales el ofender a mí, y particularmente a quien tan justamente celebran las naciones más estranjeras y la nuestra debe tanto, por haber entretenido honestísima y fecundamente tantos años los teatros de España con estupendas e inumerables comedias”. “Sólo digo que nadie se espante de que salga de diferente autor esta segunda parte, pues no es nuevo el proseguir una historia diferentes sujetos. ¿Cuántos han hablado de los amores de Angélica y de sus sucesos? Las Arcadias, diferentes las han escrito; la Diana no es toda de una mano.” “No me murmure nadie de que se permitan impresiones de semejantes libros, pues éste no enseña a ser deshonesto, sino a no ser loco”. “Y, pues Miguel de Cervantes es ya de viejo como el castillo de San Cervantes, y por los años tan mal contentadizo, que todo y todos le enfadan, y por ello está tan falto de amigos, que cuando quisiera adornar sus libros con sonetos campanudos, había de ahijarlos como él dice al Preste Juan de las Indias o al Emperador de Trapisonda”. Duro y agresivo el licenciado Avellaneda, en efecto. ¿Quién será para sentir que Cervantes en la Primera parte del Quijote había ofendido gravemente a Lope de Vega y a él mismo? ¿Quizá Jerónimo de Pasamonte (como empezó proponiendo Martín de Riquer), soldado y compañero en la batalla de Lepanto, que se sintió ridiculizado en el personaje del galeote Ginés de Pasamonte, o Ginesillo de Parapilla o Paropillo…?
Unamuno declaró en enero de 1913 en Salamanca, en el PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN de su Vida de Don Quijote y Sancho según Miguel de Cervantes Saavedra. Explicada y comentada por Miguel de Unamuno, este propósito: “dejando a eruditos, críticos e historiadores la meritoria y utilísima tarea de investigar lo que el Quijote pudo significar en su tiempo y en el ámbito en que se produjo y lo que Cervantes quiso en él expresar y expresó, debe quedarnos a otros libre el tomar su obra inmortal como algo eterno, fuera de época y aun de país, y exponer lo que su lectura nos sugiere. Y sostuve que hoy ya es el Quijote de todos y de cada uno de sus lectores, y que puede y debe cada cual darle una interpretación, por así decirlo, mística, como las que a la Biblia suele darse. (…) es una libre y personal exégesis del Quijote, en que el autor no pretende descubrir el sentido que Cervantes le diera, sino el que le da él, ni es tampoco un erudito estudio histórico. No creo deber repetir que me siento más quijotista que cervantista y que pretendo libertar al Quijote del mismo Cervantes, permitiéndome alguna vez hasta discrepar de la manera como Cervantes entendió y trató a sus dos héroes, sobre todo a Sancho. Sancho se le imponía a Cervantes, a pesar suyo. Y es que creo que los personajes de ficción tienen dentro de la mente del autor que los finge una vida propia, con cierta autonomía, y obedecen a una íntima lógica de que no es del todo consciente ni dicho autor mismo. (…) nosotros podemos comprender a Don Quijote y Sancho mejor que Cervantes que los creó –o mejor los sacó de la entraña espiritual de su pueblo.”
Los comentarios que pueda hacer aquí de la lectura del Quijote como es natural no tienen tales propósitos. No, por mi parte, interpretaciones místicas ni exégesis de una obra eterna fuera del tiempo. No recreaciones de la supuesta lógica y vida propias de los personajes creados por un escritor ajenas a su propia consciencia. No arqueología psico-histórica en busca de la no menos supuesta entraña espiritual de un pueblo. Y desde luego, no pensar ni de lejos en una comprensión de Don Quijote y Sancho mejor que la de Cervantes y Unamuno. Me siento más ‘shakesperiano’ que ‘cervantino’, y más ‘cervantista’ (próximo a Cervantes, no se ofendan los académicos) que ‘quijotista’, pero en estas breves notas no me planteo liberar o libertar nada ni a nadie, ni del mundo real ni del imaginario. Con entretenerse un poco, vale.
La DEDICATORIA al conde de Lemos y el agradecimiento al ilustrísimo cardenal arzobispo de Toledo, don Bernardo de Sandoval y Rojas, adolecen del servilismo dulzón propio de la época hacia los protectores y mecenas que resultaban económicamente imprescindibles para sobrevivir. No vamos a echar esto en cara a Cervantes. Al contrario, recordar con una sonrisa lo que responde a Avellaneda para defenderse de la acusación de viejo: “como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por mí (…) y hase de advertir que no se escribe con las canas, sino con el entendimiento, el cual suele mejorarse con los años.”
(Quijote, RAE, 2015)