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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

Don Quijote teme a Sancho Panza (capítulo 2)

Por lo que dice Don Quijote a Sancho cuando se quedan a solas para hablar:

“–Juntos salimos, juntos fuimos y juntos peregrinamos; una misma fortuna y una misma suerte ha corrido por los dos: si a ti te mantearon una vez, a mí me han molido ciento, y esto es lo que te llevo de ventaja” (…) “Cuando la cabeza duele, todos los miembros duelen; y así, siendo yo tu amo y señor, soy tu cabeza, y tú mi parte, pues eres mi criado; y por esta razón el mal que a mí me toca , o tocare, a ti te ha de doler, y a mí el tuyo (…) –Así había de ser –dijo Sancho–, pero cuando a mí me manteaban como a miembro, se estaba mi cabeza detrás de las bardas, mirándome volar por los aires, sin sentir dolor alguno; y pues los miembros están obligados a dolerse del mal de la cabeza, había de estar obligada ella a dolerse dellos. –¿Querrás tú decir agora, Sancho –respondió don Quijote–, que no me dolía yo cuando a ti te manteaban? Y si lo dices, no lo digas, ni lo pienses, pues más dolor sentía yo entonces en mi espíritu que tú en tu cuerpo.”

Por lo que comenta el cura:

“Veremos en lo que para esta máquina de disparates de tal caballero y de tal escudero, que parece que los forjaron a los dos en una mesma turquesa y que las locuras del señor sin las necedades del criado no valían un ardite.”

Y por todo lo que va ocurriendo y los diálogos que se producen en el desarrollo de la Segunda parte, muchos cervantistas han reflexionado sobre la complementariedad, influencia recíproca y simbiosis de ambos personajes. Sobre los ‘procesos psíquicos’ simultáneos de ‘quijotización’ de Sancho Panza y de ‘sanchización’ de Don Quijote.

En su Vida de Don Quijote y Sancho según Miguel de Cervantes Saavedra. Explicada y comentada por Miguel de Unamuno (Vida DQ y S, 1913), el que fue rector de la Universidad de Salamanca dice:

“Lo más grande y más consolador de la vida que en común hicieron, es el no poderse concebir al uno sin el otro, y que muy lejos de ser dos cabos opuestos, como hay quien mal supone, fueron y son no ya las dos mitades de una naranja, sino un mismo ser visto por dos lados. Sancho mantenía vivo el sanchopancismo de Don Quijote y éste quijotizaba a Sancho, sacándole a flor de alma su entraña quijotesca. Que aunque él dijera Sancho nací y Sancho pienso morir, lo cierto es que hay dentro de Sancho mucho Don Quijote.”

Sancho Panza aparece en escena en el comienzo de este capítulo como un torbellino. Quiere hablar con Don Quijote pero la sobrina y el ama no le dejan, le culpan de sonsacar al hidalgo y llevarle a la aventura por los caminos. Sancho no se amilana, al contrario, se defiende con mucha energía:

“Ama de Satanás, el sonsacado y el destraído y el llevado por esos andurriales soy yo, que no tu amo: él me llevó por esos mundos (…) él me sacó de mi casa con engañifas, prometiéndome una ínsula que hasta agora la espero.”

La sobrina pregunta si las ínsulas son cosas de comer, y Sancho responde que no, que son de gobernar. El ama le pide que se vaya a gobernar su casa y se deje de “pretender ínsulas ni ínsulos.”

Entonces interviene Don Quijote, que había escuchado la riña, demostrando claramente su temor a Sancho Panza:

“Grande gusto recebían el cura y el barbero de oír el coloquio de los tres, pero don Quijote, temeroso que Sancho se descosiese y desbuchase algún montón de maliciosas necedades y tocase en puntos que no le estarían bien a su crédito, le llamó, y hizo a las dos que callasen y le dejasen entrar.”

El miedo se debe, pues, a “su crédito”, a su honra, a su imagen pública, a su fama. Don Quijote se muestra desde el principio de esta Segunda parte muy pendiente de todas estas cuestiones.

“Y dime, Sancho amigo, qué es lo que dicen de mí por ese lugar. ¿En qué opinión me tiene el vulgo, en qué los hidalgos y en qué los caballeros? ¿Qué dicen de mi valentía, qué de mis hazañas y qué de mi cortesía?”

Le pide además que se lo diga “sin añadir al bien ni quitar al mal cosa alguna (…) la verdad desnuda, sin los vestidos de la lisonja (…) sin que la adulación la acreciente o otro vano respeto la disminuya.” Prevenido, Sancho pone como condición que no se enfade, y no se hace de rogar:

“Pues lo primero que digo –dijo– es que el vulgo tiene a vuestra merced por grandísimo loco, y a mí por no menos mentecato. Los hidalgos dicen que, no conteniéndose vuestra merced en los límites de la hidalguía, se ha puesto don y se ha arremetido a caballero con cuatro cepas y dos yugadas de tierra, y con un trapo atrás y otro adelante. Dicen los caballeros que no querrían que los hidalgos se opusiesen a ellos, especialmente aquellos hidalgos escuderiles que dan humo a los zapatos y toman los puntos de las medias negras con seda verde.”

Don Quijote se va por la ramas: “Eso –dijo don Quijote– no tiene que ver conmigo, pues ando siempre bien vestido, y jamás remendado: roto, bien podría ser, y el roto, más de las armas que del tiempo.” Sancho continúa: “Unos dicen: «loco, pero gracioso»; otros, «valiente, pero desgraciado»; otros, «cortés, pero impertinente».” Él se justifica: “Mira, Sancho –dijo don Quijote–: dondequiera que está la virtud en eminente grado, es perseguida. Pocos o ninguno de los famosos varones que pasaron dejó de ser calumniado de la malicia.” Y pone varios ejemplos: Julio César, Alejandro Magno, Hércules, etc.

La reacción de Don Quijote ante los comentarios críticos contra su identidad imaginaria se produce mediante ‘mecanismos de defensa’ desadaptativos: negación, idealización, identificación y racionalización. Ésta es la reacción que refleja el texto de Cervantes. Don Quijote teme a Sancho por lenguaraz, pero más todavía por ser su principal referente de ‘realidad’. Don Quijote ‘teme’ la verdad, aunque la pida desnuda. Teme, evita, ‘la verdad’ sobre sí mismo: ser un hidalgo pobre, soltero, y lo peor, ¡desconocido! en un pequeño y remoto lugar de La Mancha. Alonso Quijano es bueno (en su pueblo le llaman así, ‘el bueno’), inteligente y leído, pero al mismo tiempo es un pobre hombre, un anónimo lugareño, uno entre cientos y miles, un pobre diablo trastornado, un don nadie.

Cervantes había fracasado en varios proyectos personales a lo largo de su vida, en particular el de alcanzar fama y dineros, reconocimiento y triunfo como autor literario. Bien pudo sublimar en este personaje mediante su excelente sentido del humor la propia experiencia vital (sentido del humor que por otra parte no quita a Avellaneda un posible punto de razón cuando dijo de don Miguel que era “por los años tan mal contentadizo, que todo y todos le enfadan”). El grandísimo interés que desde el comienzo de la Segunda parte se despierta en Don Quijote por saber puntualmente de su imagen pública y fama, de si estaba impresa en libros su historia, cómo y por quién, si era conocida del pueblo, los señores y los reyes, y qué se decía de él, qué se opinaba en las plazas, ventas y caminos, si era apreciado, reconocido, admirado, bien pudo habérselo transmitido directo de sí mismo –más o menos queriendo o sin querer– el propio Cervantes.

En la realidad, Miguel de Cervantes tampoco tuvo nunca don.

(Que trata de la notable pendencia que Sancho Panza tuvo con la sobrina y ama de don Quijote, con otros sujetos graciosos. Quijote, II, 2, RAE, 2015)

 

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Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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