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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

El salario y las lágrimas (capítulo 7)

Sancho Panza, por complacer según dice a su mujer, Teresa, pide un salario a Don Quijote… ¡y se lleva una enorme sorpresa!

La gran, la valiente Teresa Panza (Cascajo, de soltera), capaz de hablar, razonar y debatir de igual a igual sin apocarse con su obstinado marido como demostró en el Capítulo V, es quizá el personaje más realista, con más cordura y sentido común de todo el Quijote. Mucho más, por supuesto, que Sancho. Sobre todo en esta Segunda parte, en la que el escudero se va ‘quijotizando’ de forma progresiva al asumir como propios muchos de los ideales del alocado hidalgo.

Teresa quiere seguridad para su familia, un rédito mínimo que les permita sobrevivir, no quedar a merced de la aventura, al albur. Su papel, más que ‘castrador’ o cercenador de la libertad, de la acción y del potencial heroísmo del varón, es protector, maternal, instintivo. Del mismo modo puede entenderse también el papel que adoptan respecto de Don Quijote el ama y la sobrina. ¡Impedir que dos niños ilusos se hagan daño, se rompan la nariz contra la realidad, empeñados como están en jugar a las fantasías!

La interpretación que hace Unamuno en su Vida de DQ y Sancho del rol femenino que representan las tres mujeres, Teresa, Antonia y el ama, resulta un tanto injusta. La ambición de heroísmo está bien para una pequeña minoría de personas, pero un mundo lleno de buscadores de gloria y grandeza, místicos, héroes y superhéroes (como Don Quijote o de cualquier otro tipo) empezaría por ser insufrible, y terminaría muy probablemente siendo inviable.

“–Teresa dice –dijo Sancho– que ate bien mi dedo con vuestra merced, y que hablen cartas y callen barbas, porque quien destaja no baraja, pues más vale un toma que dos te daré. Y yo digo que el consejo de la mujer es poco, y el que no le toma es loco (…) Voy a parar –dijo Sancho– en que vuesa merced me señale salario conocido de lo que me ha de dar cada mes el tiempo que le sirviere, y que el tal salario se me pague de su hacienda, que no quiero estar a mercedes, que llegan tarde o mal o nunca; con lo mío me ayude Dios. En fin, yo quiero saber lo que gano, poco o mucho que sea, que sobre un huevo pone la gallina, y muchos pocos hacen un mucho, y mientras se gana algo no se pierde nada.”

Entonces Sancho se lleva una inesperada y contundente respuesta por parte de Don Quijote:

“–Mira, Sancho, yo bien te señalaría salario, si hubiera hallado en alguna de las historias de los caballeros andantes ejemplo que me descubriese y mostrase por algún pequeño resquicio qué es lo que solían ganar cada mes o cada año; pero yo he leído todas o las más de sus historias y no me acuerdo haber leído que ningún caballero andante haya señalado conocido salario a su escudero. Sólo sé que todos servían a merced, y que cuando menos se lo pensaban, si a sus señores les había corrido bien la suerte, se hallaban premiados con una ínsula o con otra cosa equivalente, y, por lo menos, quedaban con título y señoría. Si con estas esperanzas y aditamentos vos, Sancho, gustáis de volver a servirme, sea en buena hora, que pensar que yo he de sacar de sus términos y quicios la antigua usanza de la caballería andante es pensar en lo escusado. Así que, Sancho mío, volveos a vuestra casa y declarad a vuestra Teresa mi intención; y si ella gustare y vos gustáredes de estar a merced conmigo, bene quidem, y si no, tan amigos como de antes: que si al palomar no le falta cebo, no le faltarán palomas. Y advertid, hijo, que vale más buena esperanza que ruin posesión, y buena queja que mala paga. Hablo de esta manera, Sancho, por daros a entender que también como vos sé yo arrojar refranes como llovidos. Y, finalmente, quiero decir y os digo que si no queréis venir a merced conmigo y correr la suerte que yo corriere, que Dios quede con vos y os haga un santo, que a mí no me faltarán escuderos más obedientes, más solícitos, y no tan empachados ni tan habladores como vos.”

Sancho se queda atónito en ese momento, sobrepasado por completo:

“Cuando Sancho oyó la firme resolución de su amo, se le anubló el cielo y se le cayeron las alas del corazón, porque tenía creído que su señor no se iría sin él por todos los haberes del mundo.”

Llega entonces como había acordado con el ama el “socarrón famoso”, Sansón Carrasco:

“–¡Oh flor de la andante caballería! ¡Oh luz resplandeciente de las armas! ¡Oh honor y espejo de la nación española! Plega a Dios todo poderoso, donde más largamente se contiene, que la persona o personas que pusieren impedimento y estorbaren tu tercera salida, que no la hallen en el laberinto de sus deseos, ni jamás se les cumpla lo que mal desearen (…) yo sé que es determinación precisa de las esferas que el señor don Quijote vuelva a ejecutar sus altos y nuevos pensamientos, y yo encargaría mucho mi conciencia si no intimase y persuadiese a este caballero que no tenga más tiempo encogida y detenida la fuerza de su valeroso brazo y la bondad de su ánimo valentísimo, porque defrauda con su tardanza el derecho de los tuertos, el amparo de los huérfanos, la honra de las doncellas, el favor de las viudas y el arrimo de las casadas, y otras cosas deste jaez, que tocan, atañen, dependen y son anejas a la orden de la caballería andante. Ea, señor don Quijote mío, hermoso y bravo, antes hoy que mañana se ponga vuestra merced y su grandeza en camino; y si alguna cosa faltare para ponerle en ejecución, aquí estoy yo para suplirla con mi persona y hacienda; y si fuere necesidad servir a tu magnificencia de escudero, lo tendré a felicísima ventura.”

“Honor y espejo de la nación española”, “altos y nuevos pensamientos”, “valeroso brazo”, “bondad de su ánimo valentísimo”, “grandeza”, “hermoso y bravo”. ¡Hermoso y bravo, Don Quijote! El conjunto de elogios que Cervantes dedica en este capítulo a la figura del caballero está entre los más elevados de toda la novela, pero por el contexto en que se produce suscita de inmediato la duda de hasta qué punto don Miguel los dice en serio en el fondo, y hay que entenderlos al pie de la letra (como interpreta Unamuno), o solo en sentido irónico puestos en boca del socarrón bachiller Carrasco con el propósito de incitarle a salir por tercera vez, neutralizando que el ama y la sobrina lo impidan. Aunque también cabe pensar que quizá la intención última de Cervantes fue dejar abiertos y posibles ambos sentidos e interpretaciones. ¡Cuánto nos gustaría preguntárselo!

“–¿No te dije yo, Sancho, que me habían de sobrar escuderos? Mira quién se ofrece a serlo, sino el inaudito bachiller Sansón Carrasco, perpetuo trastulo y regocijador de los patios de las escuelas salmanticenses, sano de su persona, ágil de sus miembros, callado, sufridor así del calor como del frío, así de la hambre como de la sed, con todas aquellas partes que se requieren para ser escudero de un caballero andante.”

Y añade como respuesta al ofrecimiento recibido una contestación de tanta o más socarronería que la del bachiller, en un capítulo en el que el personaje Don Quijote está particularmente sólido y brillante:

“–Pero no permita el cielo que por seguir mi gusto desjarrete y quiebre la coluna de las letras y el vaso de las ciencias, y tronque la palma eminente de las buenas y liberales artes. Quédese el nuevo Sansón en su patria y, honrándola, honre juntamente las canas de sus ancianos padres, que yo con cualquier escudero estaré contento, ya que Sancho no se digna de venir conmigo. -Sí digno -respondió Sancho, enternecido y llenos de lágrimas los ojos.”

El escudero finalmente cede, responsabiliza a Teresa de su demanda, y acepta “salir vez tercera por ese mundo” sin recibir salario, a merced, compartiendo la suerte de Don Quijote. Ambos se abrazan y quedan de nuevo amigos. Sansón Carrasco se admira de la razones que da el escudero, y comenta: “Confirmolo por uno de los más solenes mentecatos de nuestros siglos, y dijo entre sí que tales dos locos como amo y mozo no se habrían visto en el mundo.” Cervantes da entonces una primera pista sobre el porqué de la actitud del bachiller: “El designio que tuvo Sansón para persuadirle a que otra vez saliese fue hacer lo que adelante cuenta la historia, todo por consejo del cura y del barbero, con quien él antes lo había comunicado.”

En este sentido, el cervantista norteamericano, JAMES IFFLAND, hace un comentario muy perspicaz en su Lectura del ‘Quijote’ de este capítulo: “Las fuerzas de la «cordura» van a tratar de curar a DQ entrando dentro de sus fantasías en vez de confrontarlo directamente como hizo el canónigo en la Primera parte (I, 49) y como lo acaba de hacer la sobrina (II, 6).” Sobre esta ‘estrategia psicoterapéutica’ de los amigos de Alonso Quijano volveremos más adelante.

Gracias a los “más de seiscientos huevos, como lo sabe Dios y todo el mundo, y mis gallinas, que no me dejarán mentir” que el ama dice que tomó durante un mes para poder recuperase: “Al anochecer, sin que nadie lo viese, sino el bachiller, que quiso acompañarles media legua del lugar, se pusieron en camino del Toboso, don Quijote sobre su buen Rocinante, y Sancho sobre su antiguo rucio.”

(De lo que pasó don Quijote con su escudero, con otros sucesos famosísimos. Quijote, II, 7, RAE, 2015)

(Nota.- En una fecha como la de hoy, con las reformas que acuerden los partidos políticos democráticos ratificadas si es necesario mediante referéndum de todos los españoles, deseamos que la histórica Constitución de la concordia y el consenso de 1978, después de habernos dado cuarenta años de convivencia y progreso económico y social, sirva ahora de puente pacífico hacia el futuro de esta nación o país, ya sea como Estado federal autonómico, como Estado federal explícito, como nación de naciones soberanas o co-soberanas, como Estado confederal, como nación unitaria similar a otras de Europa, etc. Seguro que nuestros actuales ingeniosos e imaginativos políticos encontrarán, sin necesidad de repasar el Quijote, alguna fórmula territorial para la península que los antiguos griegos llamaron Iberia que permita a las nuevas generaciones mantener el marco básico, y fundamental, de paz, libertad y progreso que ha durado hasta ahora. De otro modo, escribirán una triste historia).

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Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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