“Era la noche entreclara.”
Por esto se entiende menos el error que va a producirse a continuación, dando pie a una de las frases más célebres del Quijote:
“–Hallemos primero una por una el alcázar –replicó don Quijote–, que entonces yo te diré, Sancho, lo que será bien que hagamos. Y advierte, Sancho, o que yo veo poco o que aquel bulto grande y sombra que desde aquí se descubre la debe de hacer el palacio de Dulcinea. –Pues guíe vuestra merced –respondió Sancho–: quizá será así; aunque yo lo veré con los ojos y lo tocaré con las manos, y así lo creeré yo como creer que es ahora de día. Guió don Quijote, y habiendo andado como docientos pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la iglesia principal del pueblo. Y dijo:
–Con la iglesia hemos dado, Sancho.”
Podría entenderse que Don Quijote, excitado y ‘estresado’ ante el posible encuentro nocturno y contemplación de Dulcinea, tuviese como en otras ocasiones (sobre todo cuando creyó que los molinos de viento eran gigantes) una ‘ilusión visual’ (percepción errónea de un objeto de la realidad), confundiendo el supuesto palacio de su amada que estaban buscando por las calles del Toboso, con la iglesia del pueblo. Pero al no darse cuenta tampoco Sancho Panza de que “aquel bulto grande y sombra que desde aquí se descubre” era la iglesia, se puede interpretar que esta vez Don Quijote no está teniendo un ‘trastorno perceptivo psicopatológico’, y que lo que les ocurre a los dos es una simple confusión óptica. Una confusión poco verosímil después de haber empezado Cide Hamete Benengeli diciendo que en ese momento había luz, al ser “entreclara” la noche y estar alumbrada por la luna.
Las faltas de coherencia y verosimilitud narrativas que con cierta frecuencia tiene el autor arábigo sobre nombres, sucesos, tiempos, distancias (del lugar al Toboso según la Primera o la Segunda parte, del lugar a Sierra Morena, de aquí allí, a esta o aquella venta o camino, etc.) y otros asuntos, han dado muchos quebraderos de cabeza a los cervantistas más metódicos, ordenados y conspicuos. Entre ellos, son famosas. Entre los lectores ‘normales’ del Quijote, en cambio (pedimos disculpas a los académicos por una distinción tan básica), ese tipo de detalladas cuestiones no consta que se consideren de importancia. Para explicarlas, los académicos han escrito miles de páginas y cientos de estudios. Todo lo que han observado con tanta meticulosidad, a Cervantes, si tuviese ocasión de leerlo, le dejaría seguramente muy sorprendido, casi estupefacto, y luego es posible que le hiciese bastante gracia. En fin, ¡qué bueno sería que nos lo aclarase todo!
La frase textual es dar, no topar con la iglesia. Por supuesto con minúscula, porque Don Quijote no se refiere a la secular institución de la Iglesia católica (que era la que tanto predominaba en aquellos tiempos), sino al edificio físico de la iglesia del Toboso. Fue una interpretación posterior avalada por algunos cervantistas, que han querido ver en ella un “secreto anticlericalismo” de Cervantes (nota al texto), la que convirtió la frase original en la famosísima paráfrasis: ¡Con la Iglesia hemos topado! Ésta sí, con el significado metafórico de chocar o enfrentarse a una institución o autoridad con mucho poder (ya sea civil o religiosa, católica o no). La paráfrasis se ha hecho proverbial, pero resulta muy especulativo pensar que Cervantes tuviese respecto de ella la intención de significado que ha terminado haciéndose famosa. ¡Algunas interpretaciones de los textos literarios, aunque erróneas, logran alcanzar perdurable éxito!
La declaración de amor hiperplatónico conforme al canon máximo del amor cortés que hace en este capítulo Don Quijote mientras, junto al escudero, intenta encontrar de noche por las calles del Toboso el palacio o alcázar de Dulcinea para que la dama le otorgue aprobación en el comienzo de sus nuevas aventuras como caballero andante, provoca una respuesta genial de Sancho Panza:
“–Ya lo veo –respondió Sancho–, y plega a Dios que no demos con nuestra sepultura, que no es buena señal andar por los cimenterios a tales horas, y más habiendo yo dicho a vuestra merced, si mal no me acuerdo, que la casa desta señora ha de estar en una callejuela sin salida. –¡Maldito seas de Dios, mentecato! –dijo don Quijote–. ¿Adónde has tú hallado que los alcázares y palacios reales estén edificados en callejuelas sin salida? –Señor –respondió Sancho–, en cada tierra su uso: quizá se usa aquí en el Toboso edificar en callejuelas los palacios y edificios grandes; y, así, suplico a vuestra merced me deje buscar por estas calles o callejuelas que se me ofrecen: podría ser que en algún rincón topase con ese alcázar, que le vea yo comido de perros, que así nos trae corridos y asendereados. –Habla con respeto, Sancho, de las cosas de mi señora –dijo don Quijote–, y tengamos la fiesta en paz, y no arrojemos la soga tras el caldero. –Yo me reportaré –respondió Sancho–, pero ¿con qué paciencia podré llevar que quiera vuestra merced que de sola una vez que vi la casa de nuestra ama la haya de saber siempre y hallarla a media noche, no hallándola vuestra merced, que la debe de haber visto millares de veces? –Tú me harás desesperar, Sancho –dijo don Quijote–. Ven acá, hereje: ¿no te he dicho mil veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin par Dulcinea, ni jamás atravesé los umbrales de su palacio, y que sólo estoy enamorado de oídas y de la gran fama que tiene de hermosa y discreta? –Ahora lo oigo –respondió Sancho– (…) –Eso no puede ser –replicó don Quijote–, que por lo menos ya me has dicho tú que la viste ahechando [cosechando] trigo, cuando me trujiste la respuesta de la carta que le envié contigo. –No se atenga a eso, señor –respondió Sancho–, porque le hago saber que también fue de oídas la vista y la respuesta que le truje; porque así sé yo quién es la señora Dulcinea como dar un puño en el cielo. –Sancho, Sancho –respondió don Quijote–, tiempos hay de burlar y tiempos donde caen y parecen mal las burlas. No porque yo diga que ni he visto ni hablado a la señora de mi alma has tú de decir también que ni la has hablado ni visto, siendo tan al revés como sabes.”
En fin, esto es algo de lo que pudiera verse y oírse en este capítulo.
(Donde se cuenta lo que en él se verá. Quijote, II, 9, RAE, 2015)
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