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Alfredo Barbero

Ni locos ni cuerdos

Viaje espacial, y derrota (capítulo 29)

“Por sus pasos contados y por contar, dos días después que salieron de la alameda llegaron don Quijote y Sancho al río Ebro, y el verle fue de gran gusto a don Quijote, porque contempló y miró en él la amenidad de sus riberas, la claridad de sus aguas, el sosiego de su curso y la abundancia de sus líquidos cristales.” 

Desde las aguas del “famoso Ebro”, en una pequeña barca de pescadores que encuentran amarrada a la orilla, Don Quijote realiza su viaje más cósmico y espacial. Sin remos, vela al viento, “otras jarcias algunas”, ni puesto conocido de control.

Las aventuras en que los héroes se transportan en nubes o barcos encantados a distantes lugares del mundo, otras dimensiones y continentes lejanos, son bastante típicas de los libros de caballerías (como empieza recordándonos una nota al pie en la edición del Quijote de la RAE de 2.015).

“–Has de saber, Sancho, que este barco que aquí está, derechamente y sin poder ser otra cosa en contrario, me está llamando y convidando a que entre en él y vaya en él a dar socorro a algún caballero o a otra necesitada y principal persona que debe de estar puesta en alguna grande cuita. Porque éste es estilo de los libros de las historias caballerescas y de los encantadores que en ellas se entremeten y platican (…). Así que, ¡oh Sancho!, este barco está puesto aquí para el mesmo efecto, y esto es tan verdad como es ahora de día.”

Las ‘ideas, creencias y pensamientos delirantes’ de Don Quijote siguen plenamente activos. En primer lugar piensa y cree que las historias contadas en los libros de caballerías, y sus protagonistas, los heroicos caballeros andantes, fueron reales, que ocurrieron y existieron en la realidad, que no son obras literarias ni personajes de ficción sino auténticos relatos y personajes históricos. Piensa y cree además Don Quijote que todo lo que ocurre en los libros de caballerías puede suceder también en su tiempo y espacio presentes. A estos dos ‘pensamientos, creencias o ideas delirantes’ suma la tercera y principal sobre su identidad: pensar y creer que él mismo es un caballero andante que puede revivir las historias y sucesos de los libros de caballerías, superando en fama y heroicidad a todos sus colegas.

El ‘sistema delirante’ que Cervantes construyó de forma intuitiva (hasta la fecha no se ha documentado que realizase estudios psicológicos académicos) para la ‘mente’ de Don Quijote está formado por dos tipos principales de ideación: 1) ‘ideas delirantes de grandeza’, ‘delirio de grandeza’, ‘delirio megalómano’ o ‘megalomanía’ (que tiene la triple estructura antes descrita), y 2) ‘ideas delirantes de persecución y perjuicio’, ‘delirio persecutorio’ o ‘delirio paranoide’ (los malignos encantadores que le persiguen y perjudican). A partir de aquí, el escritor hace que el personaje vaya realizando (en perfecta coherencia con el ‘núcleo psicótico’ de ideas, pensamientos y creencias) múltiples ‘interpretaciones delirantes’ sobre las ‘realidades’ concretas con las que se va encontrando en sus aventuras. En términos psicopatológicos todo esto se corresponde muy bien con el sistema psicótico de ideas, pensamientos, creencias e interpretaciones que se genera en los trastornos delirantes que ocurren en el mundo real.

¡Gran psiquiatra don Miguel! 

¿Pero tendrá Don Quijote en este gran viaje por el espacio y el tiempo, además de sus ‘delirios’, algún tipo de ‘trastorno perceptivo’? Veamos.

“–¿Qué hemos de hacer ahora?
–¿Qué? –respondió don Quijote–. Santiguarnos y levar ferro, quiero decir, embarcarnos y cortar la amarra con que este barco está atado.
Y dando un salto en él, siguiéndole Sancho, cortó el cordel, y el barco se fue apartando poco a poco de la ribera; y cuando Sancho se vio obra de dos varas dentro del río, comenzó a temblar, temiendo su perdición, pero ninguna cosa le dio más pena que el oír roznar al rucio y el ver que Rocinante pugnaba por desatarse (…) Y en esto comenzó a llorar tan amargamente, que don Quijote, mohíno y colérico, le dijo:
–¿De qué temes, cobarde criatura? ¿De qué lloras, corazón de mantequillas? ¿Quién te persigue, o quién te acosa, ánimo de ratón casero, o qué te falta, menesteroso en la mitad de las entrañas de la abundancia? ¿Por dicha vas caminando a pie y descalzo por las montañas rifeas [montañas de la antigua Escitia, más allá del límite oriental del Imperio romano], sino sentado en una tabla, como un archiduque, por el sesgo curso [‘sosegada corriente’; nota al pie (n.)] deste agradable río, de donde en breve espacio saldremos al mar dilatado?”

Muy duro y certero comentario sobre el miedoso Sancho: “cobarde criatura”, “ánimo de ratón casero”, “corazón de mantequillas”. ¡Espléndido, también muy buen psicólogo el caballero! Y de pronto Don Quijote da un salto espacial de gigante:

“–Pero ya habemos de haber salido y caminado por lo menos setecientas o ochocientas leguas; y si yo tuviera aquí un astrolabio con que tomar la altura del polo, yo te dijera las que hemos caminado: aunque o yo sé poco o ya hemos pasado o pasaremos presto por la línea equinocial [‘línea del ecuador’; n.] que divide y corta los dos contrapuestos polos en igual distancia.”

Lo que para Sancho Panza no son más que “cinco varas” (algo menos de 4 metros) aguas adentro, desde donde ve en la orilla a Rocinante y al rucio junto al árbol al que los acaba de atar, para Don Quijote se ha convertido en un pis pas en un viaje de nada menos que “setecientas o ochocientas leguas” (entre 4.000 y 4.500 km.) hasta el mismísimo ecuador de la Tierra. ¿Qué está ocurriendo en su ‘mente’? ¿Ha empezado a tener ‘alucinaciones visuales’ al poco de subirse en la barca? En principio se puede pensar que sí, porque a continuación le dice a Sancho:

“–Tú no sabes qué cosa sean coluros, líneas, paralelos, zodiacos, eclíticas, polos, solsticios, equinocios, planetas, signos, puntos, medidas, de que se compone la esfera celeste y terrestre; que si todas estas cosas supieras, o parte dellas, vieras claramente qué de paralelos hemos cortado, qué de signos visto y qué de imágines hemos dejado atrás y vamos dejando ahora.” [‘Signos del zodiaco’; imágines: ‘constelaciones’; n.].

Don Quijote utiliza el verbo “ver”, por lo que una primera ‘hipótesis diagnóstica’, la más inmediata y literal, sería que está teniendo ‘alucinaciones visuales’. Sin embargo, es más probable una hipótesis distinta sobre los ‘procesos mentales’ que activa en este momento: 1) desde que ‘vio’ el barco (ésta es una percepción correcta de la ‘realidad narrativa’, puesto que también lo ‘ve’ Sancho y lo describe el narrador); 2) y ‘piensa’ que le “está llamando y convidando a que entre en él y vaya en él a dar socorro a algún caballero”, etc. (esta idea, que tiene antes de subirse en la barca, es una ‘intuición o interpretación delirante’ derivada directamente de sus lecturas de los libros de caballerías); 3) se ha ido quedando cada vez más absorto sobre las plácidas aguas del Ebro en el pensamiento de los supuestos viajes en barcos encantados que hacen los caballeros andantes; 4) desconectando su ‘consciencia’ de lo que tiene alrededor, que deja en un muy segundo plano; 5) mientras su ‘memoria’ recrea imágenes muy vívidas de lo que ha leído, que es lo que relata a Sancho; 6) pero sin trasladar de la imaginación al mundo externo, como ocurre en las alucinaciones, sus ‘imágenes mentales del recuerdo’, ‘imágenes de la memoria’ o ‘imágenes mnemónicas’. El verbo “ver” que utiliza Don Quijote tendría entonces en este caso la acepción o significado de ‘entender’.

De todas formas, el caballero andante tiene muy serias dudas sobre el viaje realizado, las leguas recorridas y el lugar en que se encuentran, al no disponer según dice de “astrolabio”. Y pide entonces a Sancho que haga una comprobación empírica del máximo rigor y certeza, que no es otra que se pase una mano por el muslo por ver si topa o “pesca” alguna “cosa viva”, pues “los españoles, y los que se embarcan en Cádiz para ir a las Indias Orientales”, saben perfectamente que cuando se traspasa la línea del ecuador del “globo del agua y de la tierra”, todos los piojos desaparecen.

“Tentose Sancho, y llegando con la mano bonitamente y con tiento hacia la corva izquierda, alzó la cabeza y miró a su amo, y dijo:
–O la experiencia es falsa o no hemos llegado adonde vuesa merced dice, ni con muchas leguas.
–Pues ¿qué –preguntó don Quijote–, has topado algo?
–¡Y aun algos! –respondió Sancho.
Y, sacudiéndose los dedos, se lavó toda la mano en el río.”

Bien limpia la mano y desplazados ya un trecho corriente abajo, descubren en mitad del Ebro unos grandes molinos o aceñas. Don Quijote los ‘ve’ de este modo:

“–¿Vees? Allí, ¡oh amigo!, se descubre la ciudad, castillo o fortaleza donde debe de estar algún caballero oprimido, o alguna reina, infanta o princesa malparada, para cuyo socorro soy aquí traído.”

Sancho le dice que son aceñas para moler trigo. Y Don Quijote da una respuesta de la que se deduce que en esta nueva situación su ‘mente’ tampoco está teniendo un ‘trastorno perceptivo’:

“–Calla, Sancho –dijo don Quijote–, que aunque parecen aceñas no lo son, y ya te he dicho que todas las cosas trastruecan y mudan de su ser natural los encantos. No quiero decir que las mudan de en uno en otro ser realmente, sino que lo parece.”

Al decir que “parecen aceñas” se sobreentiende que él también las está ‘viendo’ como tales, como aceñas o molinos de agua, pero interpreta que no lo son porque cree que los “encantadores” pueden conseguir que las cosas parezcan otra distinta. Es decir: él también ‘ve’ molinos como Sancho, pero ‘piensa’ que son “la ciudad, castillo o fortaleza donde debe de estar algún caballero oprimido”, etc. No hay por tanto un ‘trastorno de la percepción’ como otras veces (por ejemplo, cuando ‘vio’ gigantes en vez de molinos de viento o cueros de vino), sino un ‘trastorno del pensamiento’. No estaríamos ahora ante una ‘ilusión visual’, sino de nuevo ante una ‘interpretación delirante’.

Este es el capítulo en el que Cervantes nos ha puesto más difícil el ‘análisis psicopatológico’ de la ‘mente’ de Don Quijote. Lo que en un principio pueden parecer dos trastornos perceptivos: 1) ‘alucinaciones visuales’ (‘ver’ signos del zodíaco, constelaciones, etc. a plena luz del día), y 2) una ‘ilusión visual’ (‘ver’ una ciudad, castillo o fortaleza en lugar de las aceñas o molinos de agua), entendemos que no lo son. Las características que describe el texto cervantino se corresponden mejor con: 1) ‘imágenes mnemónicas’, y 2) una ‘interpretación delirante’, respectivamente.

Todo esto, como es obvio, por similitud o analogía con el mundo real… ¡porque no se nos olvida que estamos analizando una obra y una ‘psicología’ de ficción!

¿Qué pasa en la ‘mente’ de Don Quijote al final de este largo viaje espacial?

“En esto, el barco, entrado en la mitad de la corriente del río, comenzó a caminar no tan lentamente como hasta allí. Los molineros de las aceñas, que vieron venir aquel barco por el río, y que se iba a embocar por el raudal de las ruedas, salieron con presteza muchos dellos con varas largas a detenerle; y como salían enharinados y cubiertos los rostros y los vestidos del polvo de la harina, representaban una mala vista. Daban voces grandes, diciendo:
–¡Demonios de hombres!, ¿dónde vais? ¿Venís desesperados, que queréis ahogaros y haceros pedazos en estas ruedas?”

Don Quijote insiste en su ‘interpretación delirante’ sobre los molinos:

“–¿No te dije yo, Sancho –dijo a esta sazón don Quijote–, que habíamos llegado donde he de mostrar a dó llega el valor de mi brazo? Mira qué de malandrines y follones me salen al encuentro, mira cuántos vestiglos se me oponen, mira cuántas feas cataduras nos hacen cocos… [‘gestos de amenaza’; n.] Pues ¡ahora lo veréis, bellacos! Y, puesto en pie en el barco, con grandes voces comenzó a amenazar a los molineros, diciéndoles:
–Canalla malvada y peor aconsejada, dejad en su libertad y libre albedrío a la persona que en esa vuestra fortaleza o prisión tenéis oprimida, alta o baja, de cualquiera suerte o calidad que sea, que yo soy don Quijote de la Mancha, llamado «el Caballero de los Leones» por otro nombre, a quien está reservada por orden de los altos cielos el dar fin felice a esta aventura.”

Los molineros logran con sus varas detener a tiempo la barca, pero con los vaivenes caballero y escudero caen al agua. Esto, de no ser por la armadura que le llevaba al fondo, no hubiese supuesto riesgo alguno para Don Quijote, pues “sabía nadar como un ganso”. Se arrojan varios al agua para salvarles, que de otro modo “allí había sido Troya para los dos”. La barca entra en las ruedas de la aceña, y se rompe. Llegan los pescadores, sus dueños, y piden que les paguen. Don Quijote, “con gran sosiego, como si no hubiera pasado nada por él, dijo a los molineros y pescadores que él pagaría el barco de bonísima gana, con condición que le diesen libre y sin cautela a la persona o personas que en aquel su castillo estaban oprimidas.” Uno de los molineros le llama entonces “hombre sin juicio”, y Don Quijote, por primera vez, se desmorona. Para sorpresa de los lectores, ¡por primera vez reconoce la derrota!

–¡Basta! –dijo entre sí don Quijote–, aquí será predicar en desierto querer reducir a esta canalla a que por ruegos haga virtud alguna, y en esta aventura se deben de haber encontrado dos valientes encantadores, y el uno estorba lo que el otro intenta: el uno me deparó el barco y el otro dio conmigo al través. Dios lo remedie, que todo este mundo es máquinas y trazas [‘artificios’, ‘invenciones’, y ‘apariencias’; n.] contrarias unas de otras. Yo no puedo más. Y alzando la voz prosiguió diciendo, y mirando a las aceñas:
–Amigos, cualesquiera que seáis, que en esa prisión quedáis encerrados, perdonadme, que por mi desgracia y por la vuestra yo no os puedo sacar de vuestra cuita. Para otro caballero debe de estar guardada y reservada esta aventura. En diciendo esto, se concertó con los pescadores y pagó por el barco cincuenta reales, que los dio Sancho de muy mala gana, diciendo:
–A dos barcadas como éstas, daremos con todo el caudal al fondo.”

Aunque la nota al pie o nota al texto de la edición de la RAE dice: “La renuncia del caballero a una empresa con demasiado riesgo está documentada en otros libros de caballerías”, las palabras de Don Quijote resuenan desde lo más hondo: ¡Basta! Yo no puedo más.

Tomados por “locos” les dejan pescadores y molineros. Como sabremos al empezar a leer el próximo capítulo: “Asaz melancólicos y de mal talante llegaron a sus animales caballero y escudero.” “Y este fin tuvo la aventura del encantado barco.”

(De la famosa aventura del barco encantado)

(Quijote, II, 29. RAE, 2015)

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(Nota.– La capacidad de previsión, la constancia en la responsabilidad y la prudencia son fundamentales en la etapa de “desescalada” en la que estamos, luchando contra el felón COVID-19. No es que no fueran fundamentales desde que comenzó la pandemia, pero entonces eran sobre todo exigibles a los técnicos y a los políticos, mientras que ahora lo son a todos los ciudadanos. España, Celtiberia, es un país extrovertido -sin entrar en mayores detalles-, y éste en principio agradable rasgo de nuestro carácter en estos momentos es un claro factor de riesgo. ¿Lo sabrá él felón? Si nosotros actuamos ignorándolo, el coronavirus actuará en consecuencia. Por cierto, ¡qué bella está la primavera!).

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Sobre el autor

Psiquiatra del Centro de Salud Mental "Antonio Machado" de Segovia


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