La Constitución de 1978 es el mayor logro democrático pacífico de la Historia de España. El primer acuerdo político de convivencia en paz y democracia con resultados a medio plazo. Un pacto inédito hasta ese momento por consenso entre las tres fuerzas políticas estructurales de nuestra nación en la Edad Contemporánea: las izquierdas, las derechas, y los nacionalismos / independentismos. ¡Complejo trípode estructural de perspectivas, ideas, identidades, creencias, valores e intereses de todo tipo en un mismo territorio, sobre la misma tierra!
La Edad Contemporánea empezó según convención aceptada por la mayor parte de historiadores a finales del siglo XVIII, el Siglo de la Ilustración, después de las revoluciones liberales francesa y norteamericana. Muy en particular, a partir de la Constitución de 1787 que se redactó en la Convención de Filadelfia (todavía vigente en EEUU, con sus posteriores Enmiendas). Aquel fue uno de los mayores hitos civilizadores de la Historia. Empezó entonces en Occidente un complejo proceso de superación del ancien régime, de la monarquía absoluta, para ser sustituida por el nuevo orden democrático (con diversos modelos, como la monarquía parlamentaria). La estructura social del Poder, después de cinco milenios y la breve isla democrática de la Atenas clásica de Clístenes y Pericles, comenzó a cambiar, a pesar incluso del retroceso que durante algunos años supusieron neosistemas autoritarios como el nazismo y el fascismo. El cambio histórico iniciado en la Edad Contemporánea es de proporciones hercúleas, titánicas. En Rusia y Europa oriental, la revolución de 1917 y el comunismo marxista supusieron el mismo obstáculo para la democracia. El extremismo ideológico conduce a la contienda armada. El fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 inauguró la actual etapa democrática en Europa. El proceso histórico de implantación de la democracia liberal nunca ha sido ni será fácil. ¡Europa occidental no lleva todavía ni siquiera un siglo de democracia estable! En España, el siglo XIX y la mayor parte del XX fueron muy conflictivos, con retrocesos trágicos. La democracia no consiguió implantarse en nuestro país hasta 1978, precisamente con la aprobación por consenso de la actual Constitución. Pero a día de hoy, en pleno siglo XXI, sigue teniendo no pocos enemigos en los maximalismos y extremos políticos, tanto de derechas como de izquierdas. Ojalá la veterana nación española no vuelva a caer en el repetido bucle histórico que don Miguel de Unamuno llamó de los Hunos y los Hotros.
La Constitución del 78 es el mayor logro político de nuestra Historia contemporánea. Hace poco cumplió 43 años. Es una mujer madura a la que sería recomendable dejar trabajar al menos hasta los 65. Que los españoles la reformen si quieren mediante referéndum de todos los ciudadanos, pero que no la jubilen antes de tiempo. Gracias a ella hemos podido disfrutar de 43 años de paz sin intervenciones militares, democracia (todavía por desarrollar y perfeccionar), muchos avances sociales, crecimiento económico, y consumo hedonista por la población de todo tipo de productos, más o menos necesarios, para el buen vivir. Un hito conjunto, político, social y de prosperidad económica, desconocido en la Historia de España.
Las Constituciones democráticas por definición no son intocables ni eternas, han de adaptarse a las gentes y a los tiempos (aunque la norteamericana de 1787 tiene ya más de 200 años, ¡envidiable!). Cuando se reforme nuestra Constitución del 78, será necesario que se haga con el mayor consenso posible. Un consenso como mínimo entre los dos partidos mayoritarios de la derecha y de la izquierda (que en este momento no existe), porque el histórico de entonces, más amplio, se debió a unas circunstancias muy especiales y no es probable que vuelva a obtenerse. Los nacionalismos e independentismos tendrán que seguir negociando con los distintos Gobiernos de la nación, por supuesto dentro de la Ley. De este modo (imprevistos aparte, que la Historia siempre termina haciendo lo que quiere), España y sus nuevas generaciones de ciudadanos podrían disfrutar de otros 40 o 50 años de convivencia democrática parecidos a los que muchos hemos tenido la suerte de vivir desde 1978. O incluso mejores, por qué no. Lo que sumaría ya casi un siglo de democracia constitucional. ¡Un auténtico récord en nuestra propia Historia y en la de Europa!
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